Condena perpetúa

13 5 3
                                    

Camino lentamente por las calles de mi ciudad. Mi mirada penetra en los ojos tristes de las almas que se cruzan en mi andar. Cuerpos encorvados y mentes divagando por lugares desconocidos.

Cada diez seres humanos veo un rostro joven, dos adultos maduros y el resto envejecido. Población que se acorta en número con el transcurso del tiempo. Haciendo que mi universo se estreche, sufra.

Ancianos en su mayoría con cerebros de niños, acostumbrados a su medio invariable, se deshojan con el suspiro del viento, quedándose desprotegidos como árboles tallados en tiempo de sequía.

Los más necesitados son los que se han quedado solos, sin compañía, sin familia. Prueban bocado una o dos veces al día, su sustento mayormente lo obtienen de la caridad de personas que los rodean.

El panorama a diario se torna mustio, jugando con el contraste del paso de los peatones desde un sitio hacia otro. En busca de sueños frustrados, metas postergables por faltas de soluciones.

Delirios, tormentas humanas, estrés permanente que nos dejan desorientados, sin brújula para guiarnos. Así es la rutina desde el amanecer del nuevo día hasta el siguiente, comienza, se perpetúa.

La vida en versos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora