A mi querido padre

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Nadaba en aguas calmas en mi feliz infancia, en mi adorada juventud y en mi primera etapa de la adultez, donde gozaba de tu presencia, de tus buenos consejos y el calor de tus abrazos.

En ellas me deleito recreando mis afortunados pensamientos en un baile eterno de placer, recorriendo la vieja casa con tus padres y tus hermanos que habitan el cielo hoy contigo.

Momentos inolvidables que me hacen levantarme cuando a mis pies apenas le quedan fuerzas para continuar, recordándome que, a pesar de las heridas, la familia es lo más importante.

Lecciones que aprendí de ti, mi inolvidable padre, las más valiosas que llevo siempre conmigo. Los buenos modales de cortesía, respetarme a mí misma y respetar a los que me rodean, valores de vida.

Sonreír, llevar el mentón erguido, tener la autoestima alta aunque mi mundo interno esté destruido. Llorar a escondidas, escoger buenos amigos, rodearme de amor y sentir la fortaleza de mis ancestros.

Llevaré siempre tu legado en mi piel, en mi corazón y en mi cerebro. Orgullosa de haber tenido el divino privilegio de contar con un padre que muchos recuerdan, a pesar de los años que me cuidas desde el cielo.

La vida en versos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora