DILE QUE CONMIGO TU TE QUEDAS. (+18)

Capítulo 16

No pude dormir en toda la noche, necesitaba saber que estaba ocurriendo con Chase y que había ocurrido también con él y Mina. 

Decidí llamar a Mina porque aún no había leído ninguno de mis mensajes.

—¿Hola? — habló desde el otro lado de la línea.

—¿Por qué no respondes mis mensajes? — reclamé de inmediato. 

—Lo siento, es que... — hizo un silencio dramático lo que me llevó a pensar que tal vez Chase le rompió el corazón y tal vez estuvo sintiéndose mal. —¡Maddie! ¡Chase me besó! — gritó con emoción, tanta que tuve que alejar el teléfono de mi oído.

No, no le rompió el corazón. Fue todo lo contrario. 

—¿Qué? — solo podía pensar en que también me había besado a mi también. 

—¡Me besó y maldición, Maddie, de verdad fue increíble! —Mina seguía contándome pero yo ya había dejado de escuchar involuntariamente. — ¡Dijo que era hermosa, que le gustaría volver a verme y... 

—Después me cuentas bien. — la interrumpí. —Debo colgar, mis padres me llaman.

—Oh... Está bien, pero háblame pronto que tengo muchas cosas que contarte. —dijo por último y colgué sin responder nada más. 

No podía disimular la rabia que me daba el saber que la besó y luego vino y me besó a mi, o quizás fue al revés, no lo sé. 

— Maldito Chase mujeriego, traicionero. — bufé para mis adentros con molestia. 

~

 A la hora del almuerzo no tenía ganas ni de probar bocado alguno, no tenía apetito y ni yo entendía el porque me afectaba tanto lo que Chase hacía.

—Maddie... No comiste nada. —interrumpió mis pensamientos mi madre. —¿En que piensas tanto?

—En... nada... Solo tengo un poco de sueño. —dije bostezando, mientras sostenía vagamente el tenedor.

—¿Dormiste mal? —indagó.

—Sí... 

—Yo tampoco dormí bien, por esos ruidos que escuché... —murmuró papá. —tendré que poner alarmas y cámaras de vigilancias.

—¡Ay, papá! —exclamé rápidamente por su exageración.

—Sobre todo en el jardín... Pondré la mejor cámara nocturna.  —dijo con cierto tono de sospecha hacia mi.

—¿No confías en mi? —pregunté haciéndome la enojada.

—No lo sé, dime... ¿Puedo confiar en ti?

—¿Por qué no lo harías? —respondí cruzando mis brazos.

—Bueno... ¿Quién lavará los platos? —cambió de tema mi madre y comenzó a levantar los cubiertos de la mesa.

—Ella.

—Él. —respondimos al mismo tiempo ambos.

—Bien, lo harán los dos juntos. —decidió mamá y al pasar por mi lado me susurró. —Está celoso y algo triste, estás creciendo y ya casi no pasas tiempo con él. 

Maldición, eso me estrujó un poco el corazón. Con papá peleábamos todo el tiempo pero era en broma, nosotros nos adorábamos y siempre fuimos muy unidos.

Y era verdad, desde que volvió del viaje no le dediqué tanto tiempo como solía acostumbrar, estaba ocupando mi tiempo en... cuestiones amorosas.

Como mamá dijo; lavamos los platos juntos, molestándonos en el proceso, tirándonos un poco de espuma y mojando parte de la cocina pero así éramos nosotros, desastrosos.