IV. Frente a frente

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El frío polar que envolvía el palacio de Okvor era común para sus habitantes. Arath se hallaba sentado en el techo, parecía meditar. No prestaba mucha atención a nada, ya que estaba concentrado en otras cosas, sus planes parecían estar más cerca de realizarse. La puerta fue tocada y una prominente vampira rubia ingresó con las manos en la espalda.

—Amelia, ¿Qué deseas? —La mujer era una milenaria vampira. De hecho, fue una de las primeras convertidas en la existencia. Sus ojos blancos con las pequeñas pupilas negras le daban una apariencia aterradora.

—Le traía noticias de lo que me ha pedido —Saltó con suavidad hasta el techo, logrando llegar a su lado al primer impulso—. Revisé por mí misma las tierras que mencionó, mi señor. Con total profundidad como lo solicitó.

La rubia tenía pómulos pronunciados, pero rostro delgado, dedos largos y orejas algo puntiagudas al igual que sus largas uñas. Su cabello era lacio, llegaba hasta debajo de sus hombros, pero estaba algo picado, como si estuviera mal cortado a propósito. Su voz sonaba con total devoción ante las figuras reales de Okvor. Era una fanática en toda la regla.

—¿Hallaste algo más? Eres mejor analizando y rastreando que yo —Quiso saber el vampiro de piel negra.

—Pues todo estaba tal como lo describió usted. Las tierras de Heulen fueron devastadas. La mayoría de los olores y rastros estaban dispersos, exactamente como me dijo, sin embargo, hay algo que me llamó mucho la atención, príncipe Arath —La expresión que tenía la mujer era de pura indignación.

—¿De qué trata?

—En el sitio estaban los cuerpos de dos brujas de nuestro preciado aquelarre Aodh, mi príncipe —Los dientes del milenario hombre se apretaron con rabia, él no había encargado ningún recorrido de brujas en dichas tierras y no recordaba que su padre o Eagan ordenaran algo similar por el estilo.

Ni siquiera le respondió a la mujer, simplemente se limitó a adentrarse en la oscuridad siendo seguido por Amelia. Ambos aparecieron frente al líder del aquelarre, pero éste no se inmutó, como si nada estuviese pasando. El vampiro acarició levemente el pozo oscuro con sangre antes de mirar al brujo.

Eagan se hallaba en la cámara que tenía la inmensa pilastra de cristal, escuchó la pesada y autoritaria voz de su señor dirigida hacia él—. Amelia acaba de venir de su recorrido en Heulen y halló a dos de nuestras brujas allí, no me comunicaste nada al respecto, Eagan. ¿¡Qué estabas buscando!?

—¿Mi señor? Recuerde que los damnurians eran controlados por nuestras brujas. Bartolomé necesitaba que ellas se mantuvieran cerca. Se me hacía raro que no hubiesen vuelto esas dos, pero supongo que fueron atacadas. La magia colmena me mostró algunos vistazos, pero no le di importancia ya que no eran de nuestras brujas más talentosas o destacadas.

—Sé perfectamente que las brujas de aquí son quienes mantienen a esas bestias a raya. Lo que no sabía es que hubiera dos en ese instante. Ni siquiera las olí esa noche —El príncipe no parecía querer dejar el tema en paz —. Espero que no te atrevas a mentirme, o te arrancaré la cabeza de inmediato.

—Príncipe, no tendría motivos para engañarlo, ¿qué razón podría tener para hacerlo? —El líder de fuego sonaba totalmente honesto, por lo que Arath dudó un poco—. No podíamos dejarle una responsabilidad tan grande a Bartolomé, joven amo. Usted sabe lo imbécil que era y sería capaz de arruinarlo todo con los damnurians. Sería tonto de nuestra parte hacer algo así, recuerde lo que ese idiota hizo hace años en la manada del Este cuando no lo supervisamos. Tuvimos pérdidas.

Al fin el vampiro pareció aceptar las palabras del hombre.

—Usted sabe que mi familia y mi pueblo está totalmente con el clan Abnus.

August: Maldecido © |Libro 2|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora