Capítulo 1: Flora

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Alguien sabio dijo una vez "Si sirves a la naturaleza, ella te servirá a ti"

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Mientras los primeros rayos del sol acariciaban la vegetación y se despertaba la flora, fauna y mi cerebro, yo iba de camino con mi libro favorito a mi banco favorito. Quería hacer de este día algo memorable.

Sentía pequeños escalofríos con cada paso, era de las pocas que querían andar sin zapatos por la hierba. Me gustaba aquella sensación pero por desgracia duró poco. Era torpe y consciente de ello, el problema empezaba cuando al estar embelesada con todo, al esta flotando en las nubes, esa torpeza resurgía con fuerza. Pisé una piedra y del dolor acabe cayendo al suelo. Desincruste aquel trozo de roca de mi talón y encontré sangre. Muy predecible. Tenía una herida en el peor sitio pero no por ello iba a detenerme. Seguía siendo un buen día.

Miré a mi alrededor y encontré flores de manzanilla, aprendí hace mucho a distinguirlas de las margaritas, fue de las primeras. No lo pensé dos veces y las arranqué, hice una bolita y coloqué en el lugar dolorido, era hora de ponerse los calcetines y zapatillas. También arranqué unas pocas mas para guardarlas en la mochila. Me puse en pie y con una ligera sensación de ardor que se volvía cada vez menos fuerte seguí hacia el banco.

Los pájaros revoloteaban y llenaban el bosque con su cántico. Para mí era un paraíso lo que para otros sería una mera caminata agónica. Al fín llegué a aquel claro con ese precioso banco, me senté y pude ver el imponente paisaje. Casi toda la cordillera estaba llena de matices verdosos. Era primavera y toda la nieve y hielo derretidos dieron paso a esa vegetación que estaba floreciendo. A mis veinte años, como la mayoría de jóvenes, debería estar estudiando una carrera o algo por el estilo pero por el momento mi idea de normalidad era algo distinta. No podía dejar tan fácilmente la casa de mi familia. Me parecía complicado aunque ya hubiera pasado un año desde la muerte de mi abuela. Me sentía apegada a su figura y aunque mis padres insistieron en que invirtiera en mi futuro, algo me decía que mi futuro estaba ahí, en nuestra extraña y peculiar aldea. A veces pensaba que vivíamos en una época antigua ajena a la ciudad. Obviamente tampoco había conocido mucho mundo fuera pero tenía las redes sociales. Eran mi única ventana al mundo exterior aunque luego descubriría que no todo era tan real como pensaba.

- ¡No te muevas!

Me sobresaltó aquel grito. Aunque su voz me resultaba familiar. Cuando me di la vuelta una mano me dio en toda la cara. Aquello fue un puñetazo sin piedad.

- ¡¿Pero a ti qué te pasa?!- me llevé las manos al lado herido.
- Te dije que te estuvieras quieta, si es que nunca me escuchas, al menos conseguí atraparla.
- ¡¿Atrapar qué?!
- Una araña, tu peor enemigo.

Abrió la mano para enseñarme al arácnido.

Mientras él parecía de lo más despreocupado yo recordé aquel ilustrativo libro que me dejó la anciana, me hizo memorizar casi todas las arañas venenosas que podría encontrarme, en que parte, los desagradables desenlaces y heridas que provocaban y los remedios, siempre y cuando se actuase a tiempo. Aquellas fotografías me dejaron inmune para ver cualquier otra herida como si no fuera nada.

Casi susurrando empecé a hablar.

- Leo, no te muevas. Leo..
- ¿Cómo algo tan pequeño te puede dar tanto miedo?
- Leo en serio.. para... para.. si la muerte no está dentro de tus planes futuros.
- ¿Qué?

Su mano empezó a temblar un poco mientras abría más y más los ojos.

- ¡¿Qué hago?! - estaba histérico, al borde de la locura.
- Empieza por no gritar.
- ¿Y ahora..? - cambio al susurro inmediatamente.

Le puse una mano en la mejilla y mirándole directamente a los ojos susurré.

- No vuelvas a vacilarme ni pegarme nunca.

Soplé pero la araña vaciló. Entonces Leo no pudo más y empezó a agitar la mano, sus movimientos parecían sacados de algún ritual muy chungo. No pude contener más la risa y solté unas cuantas carcajadas.

- Lo siento, lo siento. Es inofensiva, no te va a pasar nada.

Paró su baile y en silencio dejó su arco en el suelo y se sentó a mi lado embobado en la palma de su mano, se podía ver un pequeño bultito enrojecido alrededor.

- Te pica ¿verdad?
-Si.
- Déjame ver.

Rebusque en mi mochila y encontré el agua de río y un ungüento a base de aloe vera. Le limpié la herida y unté crema en la zona.

- No te creas que eres el único lisiado aquí, yo ya he tenido tiempo de rasparme el pie.
- Ya lo se, te iba a tirar una flecha pero me diste pena, ya tenías suficiente.

Le miré con desprecio mientras rebuscaba en su bandolera.


- Mira, aquí tengo una nueva receta que he probado, es comida india, un pan típico. Prueba.
- ¿No querrás envenenarme? Ya sabés lo que pasó la última vez, de no ser por mis plantas estaríamos vomitando hasta ahora.
- Que no... que la otra vez calculé mal los ingredientes.
- La última vez te dio por buscar setas al tun tun. Parece irónico que sepas sobrevivir una semana en el bosque pero en el momento en el que te da por cocinar mueras.
-¡Que no han sido las setas! Fue la harina que me diste, que seguro tenía matarratas. ¿Lo vas a probar o no?

Tuve que hacerle el favor a mi amigo y darle un bocado. El sabor era celestial y con las vistas creaba un recuerdo único, pero no podía dejar que se le subiera a la cabeza.

- ¿Y bien?
- Bueno esta.. comestible, diría yo.
- Eso está bien.

Al final no leí, nos quedamos hablando de todo un poco, recordando viejos momentos y compartiendo risas.

- Entonces ¿sabes cuando vas a volver? - me preguntó tras un largo silencio.
- Supongo que cuando decida que estudiar, mi prima me va a ayudar con eso.
- ¿Tu prima la influencer esa? ¿Esa te va a ayudar? Si solo sabe hablar de ligues y maquillaje.
- Si, pero se está sacando la carrera de biología y prometió que iba a orientarme.
- Yo creo que eso no te hace falta.
- Eso díselo a mis padres, si me quedo aquí me van a taladrar el cerebro y solo serán un par de meses, que me enseñe el campus, las opciones, la preparación para las pruebas. Si no va conmigo me mudo al bosque.

Leo suspiró y estiró sus brazos.

- Si haces eso nos hacemos un perfil en instagram sobre supervivencia, vamos a ser famosos a nuestra manera.
- Eso si no vuelvo siendo ya una celebrity.
- ¿Sabes Flora? Hay una cosa que no echaré de menos cuando te vayas.
- ¿Cuál?
- Tu estupidez.

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FLORA: El legadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora