Capítulo 20: Pesar

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"Todo pesar va acompañado de una alegría que lo ilumine. En este mundo nada es perfecto por completo, ni nada por completo insoportable" decía Georgette Heyer

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Acabé durmiendo ahí la noche, no me importaba si aparecía algún animal o cualquier ser vivo de la época. Sentía tanta debilidad que no podría levantarme. Al menos tuve un rato de desconexión donde tan solo miraba el cielo estrellado dejando que un aire cálido, como el de las noches de verano, despejara las ideas de mi mente. Reconocí muchas de las constelaciones, de hecho me las había enseñado Leo. Una punzada en el corazón volvió a hacerme retroceder destrozando el poco avance que había hecho cuando reconocí la constelación que hacía honor al nombre de aquella persona que tanto añoraba.

Entre sueño y vigilia y nuevamente sueño permanecí hasta el amanecer, un mar de embravecidas emociones que al final no servía tanto para el descanso como sí para una fatiga constante. La última vez que me quedé dormida tuve una pesadilla que culminó con un dolor demasiado real que me hizo despertar . Notaba algo duro que me estaba dando repetidas veces en distintas zonas de mi cuerpo y al abrir los ojos pude vislumbrar el objeto de mi ligera tortura, se trataba de un palo de madera que sujetaba un muchacho bastante jóven pero lleno de utensilios y bolsitas colgadas. A primera vista parecía un mercader y se exaltó cuando me vió mover las manos en acto de protesta.

- Oh, pensaba que estabas muerta.
- Ojala.. - lo había pensado pero brotó directamente sin filtro de mi boca.
- ¿Necesitas ayuda? Puedo ofrecerte cosas para la hinchazón, creo que este campo te ha dado alergia.
- ¿Alergia?

Entonces asocié mis ojos hinchados de tanto llorar y lamentable aspecto con su argumento.

- Eh no en eso no.. pero.. ¿podrías decirme dónde estamos?
- En los campos fronterizos de los Floros y los Caristeas. Has tenido suerte, te dejaste caer en la parte de los Floros.
- ¿Suerte? ¿por qué?
- Porque no son tan brutos como los Caristeas aunque posiblemente caigan en desgracia si no se forjan alianzas estables. Su bondad no durará mucho si los ejércitos de Caristeas deciden usar la fuerza. Todo depende de Calanthe y Amyntas, aunque se dice también que tiene ojos para otras - me miró e hizo un gesto hacia el supuesto campo vecino, como no reaccioné prosiguió - se nota que eres una forastera, todo el mundo lo sabe, después del desastre que montó Calanthe al entrar en la palestra el descontento del general ha sido enorme tanto que ya está deshaciendo y rehaciendo alianzas. Pero lejos de todo esto ¿a dónde te diriges?

Dada la primera mala experiencia al nombrar a Panacea me dio temor hacerlo de nuevo pero aquella mirada joven y su mano alzada para ayudarme condujeron ese sentimiento en algo parecido a la confianza.

- Busco a Panacea.
- Pues es tu día de suerte, soy uno de sus aprendices más hábiles, si me ayudas a recoger unas semillas te llevaré sin problemas allí. Pero antes toma.
- No tengo nada con que pagarte.
- No te preocupes no pensaba cobrarlo, como mi gran maestra me enseñó, siempre que vea a alguien necesitado ayudale, sea rico pobre o raro, como en tu caso.

Me miré las pintas que llevaba, obviamente no concordaban con la época. Entonces cogí el bote que me ofrecía y leí lo que ponía en la etiqueta. "Para la pena" Ya no me importaba nada así que lo bebí rápido y sin concentrarme en lo que llevaba la mezcla.

Mientras el tiempo pasaba inadvertido cuando recogíamos esas semillas tan extrañas con forma de corazón, mi nuevo amigo me iba poniendo al día de lo que ocurría en aquel lugar. Un entramado entre dos imperios, entre dos familia y las dos consecuencias históricas que podrían resultar de tomar un camino u otro. Entendí que Panacea era ese pilar tan importante que conseguía mantener esos campos con vida, de no ser por ella ya habrían desaparecido hace mucho con el uso tan bruto que le daban. La nombraron administradora y era la única que podía distribuir a la gente los productos. No hacía distinción entre ricos, pobres y esclavos y cobraba lo que era justo para cada uno. Por otro lado, los Caristeas iban arrasando los cultivos y como no poseían los conocimientos de Panacea en cuanto a la siembra y mantenimiento de esas semillas y cultivos, la única solución a su escasez era conquistar tierras vecinas, como ya hicieron con anterioridad. Me contó que hacía mucho tiempo descubrieron esos campos, nadie había plantado nada ahí, ya existían por sí solos, que mucha gente intentó dominarlos pero nadie lo consiguió y cuando vieron que las cosechas empezaron a mermar apareció Panacea. Algunos incluso la veneraban y comparaban con una diosa con la capacidad omnisciente de predecir algunas cosas a lo que ella les decía que no fuera exagerados con tantos elogios.

- ¿Y tú qué piensas? - le pregunté
- Si te comentara lo que pienso acabaría encerrado en una cueva - me miró de reojo pero no se le veía con ganas de abandonar la charla -  puesto que nuestro sistema está íntimamente ligado a todo un sin fin de divinidades cada una más vanidosa que la otra - volvió a observar mi reacción y cuando le pillé se hizo el despistado- Pero me pareces de confianza así que te lo voy a decir - prosiguió con su trabajo - He sido discípulo de muchos de los sacerdotes del templo de las curaciones y todo era mucho espectáculo y plantas alucinógenas en cada sesión. Obviamente engañar así a la gente común es muy fácil. Conmigo no resultó y fui vagando de un lugar a otro en busca de algo varadero, de una fe distinta y una cultura más auténtica, más justa. Así que pienso que aunque Panacea no sea una diosa ni mucho menos tiene en las manos una chispa de gracia divina y esa chispa es algo que no se puede explicar. Así que lo único que me queda es aprender de ella todo lo que pueda. ¡Ah! - se asustó y dio un salto hacia mi al ver una serpiente.

Observó el ondulante cuerpo alejarse cuando al fin me atreví a hablar.

- No te preocupes, no es venenosa.
- Venga ya hemos terminado - se apresuró - ahora la conocerás. Os parecéis un poco ¿No serás su hermana o algo por el estilo?
- ¿Entonces tú te consideras un filósofo que va más allá de la  ontología? -hable refiriéndome a su visión del mundo.
- No se.. quizás algún día entienda ese termino del todo, hasta ahora no te puedo asegurar nada.

Estaba nerviosa por conocerla, era el único nexo que tenía para que me respondiera a todas esas preguntas o que al menos consiguiera decirme donde estaba mi abuela. Encima estaba ese detalle del sueño, ese grandioso y horrible detalle cuando la supuesta Panacea tenía mi físico. Ya se elevaron las sospechas cuando el muchacho me preguntó si era su hermana. Así que el mejunje de nervios siguió durante todo nuestro viaje, y aumentó exponencialmente cuando pasé por esa puerta, vi las mismas plantas que en el sueño y escuché cómo la gente agradecida le daba las gracias a Panacea. Entonces mi nuevo amigo que en el camino al fin me desveló su nombre se dirigió a una sala más tranquila donde me ofreció un poco de comida y agua. Le di un buen trago a ese agua mientras él presentaba los manjares del plato compuestos por una selección de quesos, unas olivas, higos y pan. Una voz familiar sonó.

- Hipócrates ¿ya recogiste lo que te pedí?
- Si, voy para allá. Te tengo que presentar a alguien - sus palabras se desvanecían cuanto más se alejaba de mi estancia.

Los nervios me despertaron aún más el hambre y mientras devoraba pieza a pieza cada suculento alimento me di cuenta de que ese pesar y tristeza estaban disminuyendo en mi. Aún quedaban fragmentos pero no tenía esa sensación desgarradora que me impulsaba a llorar desconsoladamente. Su mejunje había funcionado bastante bien. Y mientras divagaba con esos pensamientos ni cuenta me di de los pasos que se escuchaban venir cada vez más próximos a mí ni de la voz de Panacea resonando con cada vez más fuerza.

Cuando me di la vuelta asustada por un fuerte ruido de algo que había impactado contra el suelo la ví, ahí estaba ella. Con los ojos como platos antes de que los mios se pusieran igual de grandes. Se me parecía mucho que no quepa duda pero no era yo exactamente.  Entonces exclamó.

- ¡Flora! ¡Por Dios! ¡¿Qué haces tú aquí?!

Aún más me sorprendió que me reconociera pero el hecho de que no fuera exactamente yo como en mi sueño me dejó sin habla.

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FLORA: El legadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora