Capítulo 7: Oro

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La sabiduría dijo ''Cuando hayas cortado el último árbol, contaminado el último río y pescado el último pez, te darás cuenta de que el dinero no se come''

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- Que guapa vas - me dijo Amerisis.
- Tu también te has vestido de época, veo - me daba la sensación de haber sonado incómoda.
- Si, todo ha sido idea de Danilo, os presento, ella es F..
- Si, nos conocemos- habló él - eres la prima de Iris.
- Nos conocimos el día que vine aquí.

Mientras tanto estaban muy cerca la parejita del momento. Kai saludó despreocupado, como siempre pero al ver la cara de Amerisis se quedó petrificado, luego pasó a mirar a Danilo. Se notaba un ambiente muy pero que muy tenso. No quería estar ahí, quería correr adonde fuera y como si mis pensamientos hubieran sido escuchados me cogió del codo la profe de mi prima y me llevó a dar una vuelta.

- Así tu prima puede ganar sus puntos extra y mientras te enseñaré el puesto del que te he hablado.
- Genial - mi alivio se notaba a kilómetros.

Pasamos por todo tipo de tenderetes que aún no había llegado a ver. La profe se paraba y me contaba sobre lo artesanos que eran unos y sobre lo bien que sabían hacer telas otros, sobre dulces como galletas, música que hacían con instrumentos antiguos y el  mucho folclore del lugar.

Al fin llegamos al puesto que me había prometido, estaba casi al final del todo y era extremadamente grande. Se componía de una mesa gigante en comparación a los otros chiringuitos, llena de cestas y una carpa que de no ser iluminada con velas alrededor dejaría todo en completa oscuridad. Velas que en un descuido podrían hacer arder todo y echar a perder tanto esfuerzo y conocimiento y cestas en las cuales había todo tipo de medicinas ancestrales. Había hierbas secas, otros tenían mezclas específicas para cada dolencia. Mientras la profesora se quedaba mirando alguna cesta en concreto yo seguí adelante. No hacía mas que leer los carteles: para la tensión, para el colesterol, para el sistema urinario, para los nervios, para las infecciones, para los resfriados, para la digestión.. Tampoco podían faltar las plantas por separado: abrotano, raíz de achicoria, flores de amapola.. Había muchísima variedad. Tampoco escaseaban los aceites esenciales, un sin fin de inciensos, tés, especias e incluso cremas, maceraciones y tinturas, geles de baño y champús para el pelo. Extrañamente no había nadie vigilando así que me atreví a echarle un ojo más a fondo. Cogí un puñado de hierbajos al azar y dejé que mi imaginación hiciera su trabajo. 

Me imaginé un juicio y tras éste otro y otro más pero nunca se celebraron bajo un árbol de copa generosa que desprendía un aroma peculiar. Sagrado para muchos y fruto de miles de leyendas, para unos allí vivían los duendes mientras que para otros era símbolo de resurrección. Con flores colgantes muy olorosas de un blanco cremoso. Siempre en paz y en armonía con todos. Indudablemente se trataba del árbol del tilo por ende en mi mano lo que tenía era tila. Me emocioné al leer el cartel y haber corroborado lo que mi mente me estaba diciendo a través del tacto de ese puñado. Aun conservaba mis dotes. Tan solo de pensarlo me entraron ganas por probar una vez más, ésta vez con una de esas mezclas.
Cogí otro puñado al azar. Primero me vino la imagen anterior asi que si o si la mezcla iba a tener tila. La siguiente escena contaba la historia de una joven muchacha que iba a ser desposada con el sultán. Días antes, al venir un arquitecto a decorar la cámara nupcial y ver a la princesa, quedó prendado. Pasaron pocas tardes para que el arquitecto le declarara su amor en secreto y propusiera que se vieran esa misma noche en el jardín. La muchacha accedió y fruto de la pasión que coincidía con los naranjos amargos en flor se creó un aroma específico que inundó toda la ciudad. Al amanecer se despidieron entre lágrimas pues sabían ambos que no se volverían a ver. Así fue, habiéndose enterado el sultán que muy dolido, herido y lleno de locura  mató a la princesa y ordenó esparcir sus cenizas entre los rosales. Intentó como pudo librarse del olor pero fue imposible, incluso matando con furia al horrorizado amante no pudo quitarlo. Azahar.

Entonces estaba observando la antigua Grecia. Todos parecían muy ajetreados y nerviosos y sin excepción todos llevaban un ramillete tejido en la cabeza. Se trataba del romero.

Me encontraba observando una planta con flores delicadas de color rosa muy pálido, mientras la mecía el viento apareció un gato, totalmente embriagado por ella. Tras uno otro y otro más.Todos como prendados daban vueltas, la olisqueaban, querían comérsela, ronroneaban y se acostaban a su lado. Se sentían muy felices porque se trataba de la valeriana.

Por último estaba observando el rol de un apicultor que mas por joven que por tonto estaba deseperado. Ninguna abeja quería venir a verle hasta que probó una infusión que le había preparado su mujer, sabía a limón y miel y la dejó en un cuenco mientras observaba su panal intacto. Tras un rato mirando su ruina se dispuso a dar un trago de la infusión pero su sorpresa fue grandiosa al observar una abeja merodear por su cuenco. Fue corriendo a su mujer a preguntarle que había hecho a lo que ella contestó. Melisa.

Repasé en voz alta.

- Tila, azahar, romero, valeriana y melisa.
- ¡Bravo! - me sobresaltó la voz de un hombre.

Miré asustada a un hombre encapuchado. Entonces mis ojos pasaron rápidamente al cartel de la mezcla pero solo ponía "Para los nervios"

La profesora y él intercambiaron un saludo y el hombre me propuso pasar al otro lado. Accedí pero con un ligero temor.

- Te enseñaré una planta a ver si consigues saber que es.

Me entregó una especie de semilla en forma de corazón y un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. El brillo cegador de una moneda a la luz del sol me dejó cegada temporalmente de un ojo. Con el otro vi al causante, un soldado de armaduras igual de relucientes en las que perfectamente podía ver mi reflejo como si de un espejo se tratara. No tardó mucho en jugar con la moneda y tirarmela. La cogí con una mano y cerré los ojos para que su armazón tampoco me dejase deslumbrada del otro ojo. Tras poco tiempo al abrir los ojos me fijé que la moneda tenía un dibujo de una planta en una de sus caras, era bastante pesada, podría decir que se trataba de oro. En un abrir y cerrar de ojos me encontraba  en un campo, una brisa y silencio aterradores dominaban el lugar. En breves ante mis ojos se estaban peleando dos bandos a sangre fría. Hubo sangre derramada por todas partes pero no escuchaba ningún grito. En otro abrir y cerrar de ojos veía una planta de flores amarillas pequeñas parecida a la grabada en la moneda de la cual brotaba una gota de sangre. Cerré los ojos una última vez y al abrirlos el campo donde estaba es planta quedó desértico, no quedaba ni una de ellas.

Me sentía muy pesada tras haber visto aquello. Era como despertar de una siesta inesperada de horas por lo tanto  el cansancio se apoderó de mí y la sensación de haber envejecido diez años también. Notaba que ésto se trataba de la premisa de un gran caos pasado que podría formar parte del presente.

- ¿Qué es esto?- le pregunté alargando las palabras.
- Eso es lo que quiero que tú me digas.

Mi teléfono sonó y de inmediato miré quién era. Para mi grandiosa sorpresa se trataba de Leo.

- ¿Sí?
- ¡Flora! No se que le ha pasado a Colmillo pero está muy débil, siento que si no vienes de inmediato se morirá.
- ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué ha pasado?
- Pues.. fuimos al bosque a pasar los meses pero de repente con cada día estaba mas cansado, mas perezoso hasta que tuve que traerlo cargado en hombros a tu casa porque apenas puede andar ya. Tienes que venir a verle.
- Si, claro.. Buscaré un billete de tren lo antes posible.

Salí corriendo del puesto en busca de mi prima.

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FLORA: El legadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora