Capítulo 27: Resistir

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"No reces por una vida sencilla, reza por la fortaleza de resistir una vida dura" dijo una vez Bruce Lee

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Pasamos un buen rato en silencio, intentando procesar lo que había dicho y hecho Arlene. Beth no podía controlar sus manos que empezaron a tiritar y se notaba como todo su ser empezaba a desmoronarse. Tenía que coger el testigo de esa carrera de fondo.

- Beth, tú puedes irte - calculé las palabras para no esfumar mi ya de por sí débil historia Panacea me ha contado que no eres de aquí.
- Yo.. no.. no puedo hacer nada, es mejor que todo acabe ya - su voz temblorosa y llena de pesadez me dejó sin más palabras que dirigirle.

A partir de ahí todo fue caos y destrucción. Una explosion enorme fue escuchada y con ello vino el calor. Un potente fuego que arruinaba todo lo que tocase. Un soldado entró corriendo a por nosotras. No estábamos para protestar y parecía que intentaba ayudarnos así que confiamos nuestra vida en él mientras apresurado cortaba las cuerdas con su cuchillo para liberarnos de su áspero agarre. El cobre de su armadura brillaba aún más a medida que esas llamas se acercaban y su cara no era reconocible pues llevaba puesto un casco. Sin embargo recordé como si lo hubiera vivido yo, aquella marca de su hombro. El día en el que Calanthe cayó directa en medio de la zona de lucha y Amyntas la defendió fue el que vió esa cicatriz, destacaba entre las otras por presentar mucho más tejido fibroso dejando un color aún más distinto en contraposición al de su piel y con un relieve bastante pronunciado. No dije nada, quería mantener el anonimato de Amyntas en esa situación. No entendía muy bien por que lo hacía pero nos estaba ayudando. Quizás por fin quería coger las riendas de su vida y no dejar que todo pasara a merced de lo que otros le fueran a dictar. Me parecía digno de admiración, si sobrevivía nunca iba a olvidar a ese hombre.

Una vez fuera de la fortaleza y reunidas con un pequeño grupo de soldados salimos todos escopeteados a caballo hasta una zona segura. Beth al borde del caos mental pronunció lo que yo no me atreví una vez puesto un pie en tierra.

- ¡Amynthas! ¡Se que eres tú! ¡¿Por qué lo haces?!

Desmontó del caballo y se acercó con el filo de su espada apuntandonos a nosotras. Más a Beth que a mí. Ella ni se inmutó.

- ¡¿Y tú?! ¡¿Por qué lo haces eh?! - gritó muy molesto.

He de decir que nunca le había visto tan enfadado hasta entonces. Al menos guardó su espada y se quitó el casco. El sudor le caía por la cara y unos rizos largos de castaño cenizo que no estaban sujetos revolotearon al viento, algunos se le quedaron delante de la cara tapando sus grisáceos ojos, pero no los apartó.

- ¡Mujer! - gritó por última vez - me vas a llevar a la muerte un día de éstos - suavizó su voz hasta el punto que empecé a sentir que sobraba en el lugar, al igual que todos los demás.

No entendía qué estaba pasando sin embargo aunque Beth estuviera en las mismas no intentó parecer confusa.

- ¿Crees que no sabía que la autora de las cartas eras tú y no Panacea? ¿Esperabas que tu huida esa noche no hubiera sido vista? ¿Que los cuchillos que robaste te los dejaran coger así sin más? Crees que vas un paso por delante de todo y tú misma caes en tus propias trampas.

De reojo la miré y estaba respirando de manera un poco más acelerada.

Nos va a matar aquí mismo.

- ¡Apartaos! - ordenó a su guardia, yo no me atreví a moverme.

Me miró pero no dijo nada.

- Solo dime una cosa - habló apenas en un susurro - lo que escribiste a nombre de Panacea - pausó el discurso un tiempo razonable -  ¿lo pensabas de verdad? Podrás vivir hasta mañana digas lo que digas, solo quiero la verdad, lo juro.

FLORA: El legadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora