Capítulo 25: Imposible

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Llaiyaraaja pensaba que "La vida no es lo que esperas, ella se compone de giros y vueltas inesperadas"

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Para mi desgracia la que me apresó también se había fijado en mí y de manera sutil pero perceptible empezó a seguirme. Mientras tanto insegura y muy nerviosa comencé a dar vueltas en busca de Beth. Cuando la encontré estaba intentando hacer un baile y en una de sus manos llevaba impregnado el blanquecino polvo que haría enfermar de mentira al pobre Amynthas, con muy poco era más que suficiente. Con una sacudida de su muñeca y unas pocas motas de polvo en su copa bastaría pero tenía que acercarse mucho. Obviamente era buena en lo suyo pero me tenía a mi de ayudante lo cual dificultaba su labor notablemente. Yo presa del pánico fuí corriendo con la cara tapada al lugar donde estaba Beth pero acabé chocando con alguien, tropecé descoordiné a Beth y ambas acabamos en el suelo. Ella se encontraba cerca de la mesa en la cual había una gran fuente de alguna bebida que no habría probado ni aunque me pagaran y un monton de queso. Todo el mundo empezó a reír aunque si hubiera sido alguno de ellos no estaría tan contenta. Su mano, en el momento de la caída soltó el polvo por todas partes, incluyendo esa fuente de bebida, lo cual significaba drama colectivo a la mañana siguiente.

Beth me miraba fijamente y muy roja, presa de la ira o vergüenza, no lo supe descifrar. Mientras tanto la mujer que me iba persiguiendo alcanzó su objetivo. Me quitó el velo y acabó gritándole a todo el mundo que yo era una espía y a saber qué cosas más, las risas y música del banquete cesaron para acabar en murmullos, todo el mundo nos observaba y la tensión era palpable. Lo que no notaron fue a Beth escurrirse entre la gente y desaparecer. Parte de la gente de los Caristeas empezó a rodearnos con miradas poco amigables dirigidas a mi persona. La tensión iba aumentando, en cualquier momento alguien iba a sacar un cuchillo o cualquier objeto con la intención de hacerme daño y todo acabaría en un potente baño de sangre. Fue la mujer quien lo sacó, un puñal de afilada y mortal hoja brillante se encontraba en su mano, mi memoria empezó a trabajar y reconocí el objeto, era el mismo que se hundió en el cuerpo de Leo. Tenía ganas de quitárselo y clavarlo a ella misma igual que hicieron sus hijos pero Amynthas intervino, se acercó a ella y la cogió de las manos susurrando alguna palabra que no llegué a escuchar. Tenía mucha labia ya que consiguió que soltara el puñal y s elo entregase a él. Yo también me controlé. Entonces uno de sus guardias se acercó y junto con él desaparecimos haciendo que el festejo y la música volvieran a sonar de nuevo. Seguro que esa mujer era la futura prometida de la que hablaba Beth , la madre de los hermanos que desapareció en su época porque vino aquí ¿Esa era su manera de destruir nuestra familia? Robándole a nuestra antepasada a su amor legítimo. Es patético y no lo conseguirá Parecía un juego de niños pero muy enrevesado y la cosa se iba complicando más. Tenía ganas de maldecirlo todo y a todos pero una cosa me enseñó la abuela y es que la paciencia y la espera dan sus frutos y quería hacerle caso. Estaba en la tesitura de improvisar antes de que fuera demasiado tarde, era mi momento ya que el anterior lo habíamos desaprovechado de la peor y más patética manera.

- Amynthas, no me conoces pero sí a Panacea ¿verdad?

Me miró extrañado pero suavizó la mirada.

- ¿Sabes algo de ella? Hace tiempo que no me escribe, solíamos ser buenos.. amigos.
Igual deberías visitarla tú mismo.
- No sé si sería lo adecuado.
- Yo creo que sí, podría recomendarte alguna cosa para mejorar tu fuerza o algo por el estilo, no solo cura enfermos- Le guiñé el ojo arriesgándome a que me malinterpretara pero no lo hizo, esbozó una sonrisa y se despidió en la puerta.
- Será mejor que abandones este sitio antes de que estalle algo peor.
- Amynthas - le dije mientras se giraba - no deberías aceptarlo, no vale la pena.
- Si no hago lo que tengo que hacer se perderán vidas innecesariamente.
- Y si lo haces perderás a Panacea y su familia.

FLORA: El legadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora