Capítulo 12: Secretos

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En el campo se dice que "Las ovejas pasan toda su vida temiendo al lobo, pero es el pastor quien se las come"

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No me iba a ir a buscar a Leo sin antes pasarme a ver a Colmillo y en aquel momento me acordé de algo no menos importante. Como un cubo de agua fría cayó sobre mi que nos habíamos olvidado por completo del pobre pajarito, yo fui la primera. Entonces empecé a comprender mejor a Leo, algo muy chungo estaba pasando para que todo esto tuviera lugar.

Para mi sorpresa mi prima estaba con el pajarito, el cual tranquilo dormía entre un hueco que hizo a modo de nido mientras ella adormilada tenía la cabeza en la mesa. Una taza de café aun no empezado estaba a su lado.  Colmillo seguía igual, sin despertarse pero sin empeorar. A veces eran esos los momentos mas críticos.

Salí en busca de Leo y fui al sitio donde nos habíamos separado, aun veía al matalobos mecerse con el viento. Me quité el recuerdo de la mente y me centré en recordar por donde había salido corriendo él. Por un momento apliqué lo que me enseñó sobre el seguimiento de huellas de animales pero en un momento dado desaparecieron y me encontraba aun mas perdida de lo que estaba al principio. de vez en cuando escuchaba ruidos pero eran las ardillas que revoloteaban por los árboles. Di unos cuantos pasos mas y escuche un sonido distinto que bien rápido me hizo estar colgando boca abajo sobre uno de los árboles. Era más que obvió que aquella trampa estaba hecha por Leo, al menos esa idea tenía yo para  tranquilizarme un poco. Se escuchaban unos cascabeles amarillos cada vez que intentaba moverme. Esperaba que él también se hubiera enterado de ello. La situación no parecía más que empeorar ya que no muy lejos se podía oír un aullido. No tenía muchas ganas de comprobar si un lobo en busca de comida podía llegar hasta a mi de un salto y disfrutar de un manjar tan fácil. Empecé a moverme aun más rápido haciendo sonar las campanitas más fuerte y me puse a gritar su nombre. Notaba la cabeza muy pesada, empecé a tener náuseas y el corazón me iba a mil, eso sin nombrar que respirar boca abajo me dejaba con una sensación de fatiga impresionante. No sabía cuánto tiempo había pasado ahí pero me parecía eterno y si seguía más iba a acabar muerta, bien por la presión en mi cerebro o por la jauría de lobos. ¿Y si a Leo le habían despedazado? ¿Y si había quedado preso de una de sus trampas al huir sin rumbo debido al shock? Hice un último intento de liberación inutil. Cerré los ojos para pensar. Entonces algo se acercó, me daba miedo abrirlos pero lo hice poco a poco. Era Leo con los ojos como platos y jadeando.

- ¡¿Qué haces aquí?!
- ¡Estás vivo! ¡Menos mal!
- Pues claro que estoy vivo, vamos a sacarte de aquí.

Se fue a la cuerda para cortarla, lo tenía todo bastante bien enmascarado. Intentó soltarme de manera delicada pero un aullido le hizo estremecerse y soltar la cuerda de modo  que acabé por darme un buen golpe contra el suelo. Con la nariz ensangrentada y llena de tierra me cogió rápido en brazos.

- Vámonos - dijo.

Iba bastante rápido no cabe duda pero no tenía ni idea de a donde y cuando se me pasó un poco el dolor, mareo y náuseas no me hizo falta ni preguntar. Nos encontrábamos en frente de una cabaña bastante nueva. Me dejo en el suelo con delicadeza ya abrió la puerta. Había velas por todas partes alumbrando, y por lo que vi bastante usadas algunas. También había muchos papeles desparramados en una mesa, en la cama, en el suelo. Por todas partes.

- Que... ¿Qué sitio es este?
- Bueno.. sabes.. era un secreto aun.. quería enseñarte pero aun no estaba terminada.. la empecé hace bastante tiempo. Digamos que es mi nuevo hogar.
- ¿Lo has hecho tú? ¿Todo?

Me sonrió y afirmó con la cabeza.

- Entonces por esto huías tanto al bosque, yo creía que vivías en una tienda de campaña y estabas en modo supervivencia total.
- Bueno al principio sí, sí que me tocó estar en ese modo.

Le eche un vistazo y vi un rincón donde había una cama pequeña y unos juguetes para perros, indudablemente era la cama de Colmillo, una punzada me quitó la ilusión por el lugar tan acogedor que había creado. Entonces me acerqué a la mesa y los restos de lo que tenía de ilusión se desvanecieron de inmediato. Eran libros de la abuela, indudablemente se trataba de escritos sacados de su puño y letra.

- Pero esto... ¡qué haces con los libros! ¡Son de la abuela!
- Flora, hay cosas que tienes que saber.. me daba miedo contártelo pero obviamente ya no me queda otra opción.
- ¿Cómo?

Osea que las sospechas sobre Leo eran reales. Fue él quien robó la hoja. Le eché un vistazo a los libros más de cerca mientras el silencio se apoderaba de la estancia. Leo prefirió esperar a que ojease todo antes de empezar a soltar lo que sea que tenía que contarme. Cogí un libro, luego otro y vi que no se trataba de tratados de salud sino sobre venenos. La imagen que tenía de mi abuela siempre había sido buena, ni en sueños me podía haber imaginado que esa señora le hubiera deseado el mal a alguien. Se me había descubierto un rasgo totalmente desconocido sobre ella y sobre Leo. Pero no quería sacar conclusiones precipitadas, no antes de que él me contara lo que de verdad estaba pasando y el por que de los libros ahí. No me gustaba este juego.

Me di la vuelta clavando mi mirada en sus ojos, él se acercó, intentó cogerme de la mano pero no me dejé. Me ofreció apartando la silla a que me sentara a lo que accedí con desconfianza. Él se sentó al lado pero no muy cerca y empezó.

- Tu abuela tenía muchos secretos y no te ofendas pero algunos no los podía compartir ni con su propia familia.
- ¿Y contigo si? No me digas que estabais enamorados en secreto y teníais una especie de relación.
- ¿Qué? ¡No! Flora porfavor no digas esas cosas. Simplemente yo no era de su sangre, y si mi imagen sobre ella cambiaba no iba a afectar a los que más le importaban.
- No lo entiendo.. ¿Entonces este sitio que es? ¿Tu picadero? ¿No me digas qu ehas tenido sexo aqui.. porque a decir por las velas has pasado bastante tiempo?
- Shh - me calló.

La verdad que la idea de Leo con otras chicas me revolvía un poco las entrañas pero le hice caso y reprimí todo.

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FLORA: El legadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora