capítulo uno.

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Podría hablar horas de lo mucho que me molesta ir a trabajar pero, para mí suerte, hoy es viernes y empiezan mis vacaciones. Por ende, la tenía a mi amiga, Rocio, rompiéndome las bolas para salir a la noche.

Rocio era pelinegra, no llegaba al metro sesenta, tenía muchos tatuajes tanto en sus brazos, piernas e incluso en su abdomen. Tenía un carácter fuerte para el gusto de cualquier persona pero, aún así, era una persona muy dulce y especial. Es mi mejor amiga desde que tengo uso de razón, nos criamos juntas prácticamente y jamás nos separamos. Es como la hermana que nunca tuve ya que, en mi familia soy la única mujer y aunque tenga dos hermanos varones, no es lo mismo.

— No sé boluda, no tengo muchas ganas — admití enviándole un audio —, además ya salimos la semana pasada y, ésta medio que, me quiero quedar en casa tranqui — concluí.

Sabía que ella no iba a dar el brazo a torcer y, también sabía que, nunca podía decirle que no a una salida. Así que inevitablemente la tarde pasó y acá me encontraba, arreglándome para salir.

— ¡Cambia el tema! — gritó desde el baño mientras se maquillaba, agarré su celular y puse "Marisola" de Cris Mj —, oaaaaa — celebró, haciéndome reír.

Me senté en el sillón con mi celular, esperando que llegara la hora para irnos. En realidad, esperando que Rocio termine de prepararse. Yo ya estaba lista, me había puesto un catsuit negro, con mis borcegos del mismo color y había atado mi pelo en una colita alta con gel.

Iba pasando las historias de Instagram, hasta que una en particular me llamó la atención.

— ¿Y? ¿qué opinas? — me preguntó mostrándome su maquillaje. Al cual no le di bola, ya que no podía desviar mi vista de la pantalla. No podía dejar de ver esa foto.

Estaba atónita.

Ella se acercó, vió la pantalla de mi celular y por unos minutos ninguna habló.

— Listo, me quedo acá, no pienso salir — dije revoleando el celular en el sillón, aún sin mirarla, mientras me cruzaba de brazos.

— Ay boluda, vamos, no te lo vas a cruzar — insistió.

— Amiga, es Calchín, podría cruzarme hasta a mi abuela en el boliche  — dije obvia, levantándome del sillón para caminar hacia la cocina y servirme un vaso de agua.

¿Por qué me había puesto tan nerviosa?

— Sí, es verdad, este pueblo de mierda — admitió haciéndome reír — pero ya fue, mirá si no vas a festejar que estás de vacaciones por el boludo ese — argumentó, posicionandose junto a mí.

Dudé.

— Sabés que necesito que vayas conmigo — prácticamente suplicó, y acepté.

Hace menos de un mes se había separado de su novio, con el que estaba desde los quince años, el cual no solo la dejó por mensaje sino que también al otro día blanqueó en Instagram (y en el pueblo) su relación con la mina que le puso el cuerno a Rocio. Y ya pueden imaginarse cómo se siente ella.

— Mmm bueno pero, te aviso que en la primera que me pudra; me voy — la amenacé con el dedo.

— Si, si, ya sé. Vamos, que los chicos nos están esperando en la casa de Rodri para hacer la previa — me apuró.

Tomé mi cartera con plata y las llaves de mi departamento, me cersioré de que todo estuviese bien y finalmente nos fuimos. La casa de Rodri no quedaba a más de cinco cuadras de la mía así que caminamos hasta allí.

Una vez que llegamos, saludamos a todos con un abrazo y comenzamos la previa. Después de varios temas y tragos de por medio, decidimos que ya era hora de irnos. En el grupo éramos siete, por lo cual nos dividimos en dos autos y finalmente nos marchamos.

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