capitulo treinta y cuatro.

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Camila.
Presente.

En los últimos días lo único que hacía era estudiar y ver a Julián, quien había decidido quedarse en mi casa para ayudarme con los quehaceres. Mientras pasaba mis tardes llenas de apuntes, él me cebaba mates y jugaba con su celular junto a mí o distraía a Cucurucho para que no rasguñe a Ñoqui y Bostero, quienes también convivían con nosotros. Me hacía compañía y hasta cocinaba, lo cual agradecía enormemente porque, si no fuera por él, estaría comiendo una vez al día.

Me estaba preparando para ir a rendir, el exámen anterior lo aprobé y sólo me quedaba éste para poder sacarme la materia de encima.

Los nervios me carcomían.

Una vez que estuve lista, bajé a la cocina para servirme un poco de agua. Julián se encontraba apoyado sobre la mesada con el celular en sus manos y el entrecejo fruncido.

— ¿Qué te pasa? — dije risueña.

— Nada, nada — negó rápidamente, guardando el dispositivo en el bolsillo trasero de su jean —, ¿ya estás lista? — preguntó.

Ayer tuvimos una pelea en la que insistió en llevarme hasta la facultad y, después de varias negaciones por parte mía, decidió hacerlo igual.

Jamás aceptaba un no.

Asentí: — Y, si no me queda otra — bufé.

— ¿Hablas de rendir o de que yo te lleve? — preguntó, cruzándose de brazos, con una sonrisa divertida en su rostro.

— Ambas — bromeé mirándolo cómplice.

En un segundo, se acercó a mí y comenzó a hacerme cosquillas.

— ¡Basta, basta! ¡era mentira! — grité, casi sin aire, generando que se detenga. Me robó el vaso de agua que me había servido y lo tomó —, no puede ser que seas la única persona que me hace cosquillas.

— Porque soy una máquina yo — dijo serio —, además tiene mis dos cosas favoritas; molestarte, y escucharte reír — admitió, dejando el vaso en la mesada una vez más.

Negué con una sonrisa en mi rostro y volví a servirme agua.

— Como te tomaste mi vaso de agua, me vas a tener que comprar una hamburguesa — amenacé, haciéndolo reír.

— ¿Por un vaso de agua? — preguntó incrédulo y asentí —, ni en pedo. ¿No trabajas vos? — continuó jocoso, ganándose un manotazo en el hombro que lo único que generó fue hacerlo reír —. ¿Vamos?

Asentí y, luego de tomar mi mochila con varios apuntes, finalmente salimos.

— Gracias por todo lo que estás haciendo, es un montón — dije ya en el asiento del copiloto, una vez que salimos de Calchín, considerando los últimos días.

— No lo hago gratis, sabés la de fideos con tuco que me tenés que hacer — bromeó, haciéndome reír —, ¿hablaste con Joaquín?.

— Sí, viene mañana — conté, relamió sus labios y pude notar cómo se intensificó su agarre al voltante.

— Entonces voy a tener que esperar a que se vaya otra vez para volverte a ver — dijo, más para sí mismo, con una risa irónica — que paja — suspiró.

Decidí no opinar al respecto. Tanto él como yo sabíamos que no estábamos haciendo las cosas bien pero, ¿qué más podíamos hacer? no queríamos separarnos el uno del otro y, con la vida que ambos estamos llevando, vernos a escondidas es prácticamente lo único que nos queda.

— ¿Sabés cuándo se va? — preguntó y negué.

Volvió a suspirar.

Odiaba ésto.

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