capitulo cuarenta y cuatro.

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— Amor, ¿estás lista? — escuché desde el umbral de la puerta.

Se apoyó en el marco y sonrió, llevaba puesta una camisa blanca junto jeans negros y zapatillas del mismo color.

Desde ayer en la noche, sentía que nos habíamos unido muchísimo más que antes. No podía explicar de dónde venía tal sensación, simplemente lo sentía de tal forma que generaba que cada momento con él se sintiera mucho más puro.

Después de haberme confesado que no me lo quiso decir porque sentía que no le correspondía meterse en nuestra amistad, pude abrirme con él de una forma que, quizá, no lo había hecho con nadie nunca antes. Le conté cada una de mis inseguridades, tanto en cuanto a mí persona, como acerca de mi (ahora ex) grupo de amigos e incluso cómo me marcó que Joaquín estuviera con otra persona mientras a mí me hacía creer que no había nadie más más especial en el mundo que no fuera yo. Por más que no di lo mejor de mí en esa relación porque me costaba aceptar que estaba enamorada de alguien más, sentía que de alguna forma su accionar me perseguía y mucho más ahora cuando la qué creía mi mejor amiga había participado en ello. Sin embargo, Julián me abrazó y me dijo que me iba a ayudar a poder superar eso.

Hubo un momento en que tuve que aclarar que Joaquín me chupaba un huevo porque le hice creer que no lo había superado, lo cual fue un poco incómodo pero, después de hacerle entender que no era él quién me molestaba en sí, sino el complejo de inferioridad que me quedaba al darme cuenta que básicamente me entregué y confié en alguien que no le bastó eso y tuvo que acostarse a quien sabe cuántas minas; incluyendo a Rocío, fue suficiente para mantenerlo tranquilo. De cierta forma me parecía gracioso que piense que no superé a alguien del que jamás estuve enamorada, cuando mi corazón siempre le perteneció a él.

— ¿Vos estás consciente de lo mucho que me gustas de camisa? — pregunté mirándolo, generando que suelte una suave risa y sonriera cabizbajo.

— Si te dijera las cosas que pienso yo viéndote con ese conjunto me pondrías una perimetral — admitió manteniendo la compostura, haciéndome reír.

Mi outfit de la noche se basaba en un conjunto blanco. Se trataba de un top, una pollera y un saquito pequeño que lo complementaba. La noche era fría debido a la lluvia que hubo durante el día y no encontraba mejor opción que ésta.

Se acercó a mí y rodeó sus brazos por mi cintura, quedando detrás mío, viéndonos por el espejo. Continué dándole los últimos retoques a mi rostro, mientras él se limitaba a repartir besos por mí cuello.

— Basta, me da escalofríos — reí, sintiendo su respiración chocar contra mi piel.

— ¿Ah, sí? — respondió con la voz más ronca de lo normal, generando que cierto choque de electricidad recorriera mi espalda.

Su agarre en mi cintura tomó más intensidad, me atrajo aún más a su cuerpo y con su otra mano corrió mi cabello despejando el área en la que se había encaprichado.

— ¿Vamos? — murmuró, sin dejar de repartir besos entre mi cuello, hombro e incluso espalda.

— ¿Querés ir? — pregunté, un tanto divertida.

— No pero si llegamos tarde me van a matar — confesó, separándose en cuanto me giré en el lugar para quedar frente a él.

Sus mejillas habían tomado un leve tono carmesí y tanto su pelo como camisa se habían desacomodado levemente. Sonreí, tratando de arreglarlo.

— ¿No me das un beso? — murmuré, atrayendolo una vez más a mi desde el cuello de su camisa.

Acercó sus labios a los míos, el beso comenzó siendo bastante suave e incluso inocente, de a poco traté de profundizarlo y en cuanto mi lengua hizo tacto con la suya se separó.

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