capítulo treinta y ocho.

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Recién habíamos llegado a la casa de Julián. Tanto él, como mis amigos, organizaron una cena sorpresa en un restaurante del pueblo. Teníamos que ir elegantes e incluso mi familia estaba allí, fue una noche hermosa y estaba muy contenta al respecto.

Hace años no pasaba uno de mis cumpleaños de ésta forma, tranquila y disfrutando el momento sin ningún mal sentimiento. Me sentí tan contenta que de alguna forma me recordó a mis cumpleaños de pequeña.

Y quizá todo se reducía a él.

Ahora, ya nos encontrábamos los dos solos y tirados en los sillones. Él, con el pantalón desabrochado, en el otro extremo del sillón y yo con el cierre del vestido bajo.

— Comimos una banda — suspiró, haciéndome reír.

— Sí, mal — llevé ambas manos a mi barriga —, hacer competencia de quién comía más empanadas no estuvo muy bueno — admití, generando que él suelte una carcajada.

— Soy el gordo empanadola — rió —, ahora cuando vaya al City no me van a querer más por sobrepeso — disminuyó su tono a medida que iba formando la oración.

— ¿Cuándo te vas? — pregunté más seria, después de reírme por su primer comentario.

— El viernes — suspiró.

Cinco días.

— Qué paja — murmuré, tratando de ignorar el nudo que se había formado en mi garganta.

¿Por qué siempre se tenía que ir justo en el momento en que estábamos tan bien?

— ¿Y si no voy? Me podría quedar, estudiar algo, quejarme de los finales y conseguir algún laburo que no me cubra los gastos — habló con cierto tono de voz risueño, haciéndome reír de la seriedad de su comentario.

— Ésta conversación ya la tuvimos — recordé su cumpleaños número dieciséis, el día antes de que se mudara a Buenos Aires.

— Pero ahora podría ser que sí. Tengo auto, casa, supongo que puedo vivir con eso, ¿no es a lo que todo el mundo aspira? — se encogió de hombros.

— Vos no sos "todo el mundo" y tenés alta carrera por delante, no seas paja, sé que te da miedo pero la última vez que arriesgaste te fue genial — traté de animarlo.

— Ponele — murmuró.

— Basta, me vas a poner de mal humor y es mi cumpleaños — bromeé, mientras me dirigía a su lugar y prácticamente me tiraba encima de su cuerpo —. A veces yo tengo unas ganas de irme a la mierda, no entiendo cómo no aprovechas eso — murmuré, con la cabeza apoyada en su pecho.

— Venite conmigo — respondió al instante, haciéndome reír.

— ¿Eh? Estás loco — negué, alejándome un poco de él.

— Si venís conmigo entonces no me quejaría — me acomodé mejor, para ver su semblante sonriente —. Además, no es tu cumpleaños, ya son más de las doce — acarició mi mejilla.

— Qué me importa — dije, restándole importancia, mientras me levantaba del sillón —. Tengo ganas de bajonear algo dulce, ¿tenés? — pregunté, dirigiéndome a la cocina.

— Te compré algunos chocolates, están en la heladera — escuché desde la otra habitación.

Abrí el refrigerador y en la puerta pude observar algunos chocolates con maní.

Mis favoritos.

Sin poder evitarlo, sonreí. Tomé uno y volví a sentarme junto a él.

— Convidame — formuló, incorporándose, a lo cual negué con la boca llena y una sonrisa traviesa.

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