capítulo diecinueve.

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Martes.

Al igual que ayer, pasamos todo el día en el río. Ya estaba anocheciendo, por lo cual todos nos estábamos bañando para poder cenar limpios. Habíamos comprado patys para tirar a la parrilla y hacer hamburguesas así que, realmente no teníamos apuro ni mucho menos problema.

— ¿Be? — pregunté al salir de la ducha pero, Joaquín no me contestó. Decidí salir del baño y la habitación se encontraba vacía.

Me dirigí a su bolso para sacar un buzo con el logotipo de Budweiser junto a un pantalón azul. Afuera estaba fresco, por lo que tenía que estar un poco abrigada y asimismo cómoda y, ¿qué cosa más cómoda que usar ropa de hombre?

Dejé mi cabello suelto, secando al aire, y finalmente decidí bajar.

— ¿Hace falta algo? — le pregunté a Ori, entrando a la cocina, quien estaba cortando los tomates para los sanguches.

Ori era el tipo de amiga que tomaba cierto papel de "madre" en el grupo. Ella te hacía el desayuno, te daba tafirol si te dolía la cabeza, te hacía trenzas en el pelo para que estés más cómoda, te cocinaba y todo ésto sin ningún tipo de reclamo ni interés de por medio. Es como si ser tan amorosa y servicial fuese parte de ella.

Quién pudiera.

— Si querés, lava la lechuga y corta únicamente las que son muy grandes — indicó, apuntando la fuente.

Me posicioné junto a ella a hacer lo que me había pedido y, una vez que estuvo todo listo, lo dejamos en la heladera.

Ambas salimos afuera, donde únicamente estaba Joaquín con Paulo junto a la parrilla.

— Ura, pásame el coso ese asi prendo más el fuego — le dijo a Paulo, de espaldas a mí.

Me acuerdo cuando la primera vez que nos conocimos, yo estaba tan preocupada por hablar bien y causarle una buena impresión pero, después de haber hablado con él casi un mes entero, solo podía reírme de ello.

Fui corriendo hacia él y lo abracé por atrás. Al verme, sonrió.

— Ah bueno, qué bombón — halagó.

— Quería estar cómoda — me encogí de hombros, ya rodeada por sus brazos.

— Estás hermosa — murmuró, para después darme un beso en la frente.

— Qué raro que no vino ninguno todavía — dijo Paulo, con el entrecejo fruncido.

— Se deben estar bañando — dijo Ori —, o capaz se acostaron un toque a hacer fiaca — concluyó.

— Esa es la más probable — dije refiriéndome a lo último que había dicho, haciéndola reír.

Divisamos a Julián caminando hacia donde nos encontrabamos nosotros y con Joaquín nos miramos extrañados. Él desde que llegamos está un poco aislado, solo habla con Emilia y si alguno lo invitaba a hacer algo, era para que él tuviera quilombo con ella. No le veía sentido gastar plata en unas vacaciones tan de mierda.

— ¿Ayudo en algo? — preguntó, con ambas manos en los bolsillos delanteros de su bermuda y un tono de voz bajo.

— Por ahora no Ju, a esto le falta un toque pero si querés, quédate acá con nosotros — invitó Paulo.

Me sorprendía lo amable que era éste chabón, siempre, sin importar cómo, cuándo ni con quién.

— Dios, sí — suspiró, mientras se apoyaba en la mesada junto a él.

— ¿Problemas en el paraíso? — preguntó Ori, con cierto tono sarcástico y risueño.

— Nunca hubo paraíso — negó éste, utilizando el mismo tono que ella.

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