capítulo veintisiete.

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— Sí amor, recién llego a casa — dije, cerrando la puerta detrás de mí, con el celular en mi oreja.

Apenas había vuelto del funeral, Francisco me dejó en mi casa después de llevar a Enzo y a Julián a la suya. El clima no había cambiado, por lo cual éste fue más rápido de lo que debería.

Recién eran las diez de la mañana pero tenía el cansancio de un mes entero.

— Me alegro, ¿cómo estaba Julián? — preguntó —, le mandé mensaje de que si necesitaba algo que cuente conmigo viste, porque es un bajón — explicó.

— Mal, viste que te conté que ayer me quedé con él, me da cosa que esté tan sólo. Además en el hospital no paraba de llorar, me rompió el corazón — admití.

— Pero si Enzo está con él, los chicos fueron todos y también está su familia. Osea, solo no está.

— Si, ya sé — suspiré —, es complicado, qué sé yo — concluí, sacándome los zapatos mojados junto al resto de mi ropa.

— Me imagino — murmuró — ¿estás segura que no querés que vaya? — preguntó.

— No amor, está bien, vos hacé tus cosas tranquilo que de todas formas después volvés — respondí segura.

— Sí, eh... — vaciló.

— ¿Qué? — pregunté con el entrecejo fruncido, abriendo la heladera.

— Capaz que tarde un toque más de una semana, ayer me llamaron del Inter que tengo que dejar los estudios de los últimos dos meses para que puedan ver el progreso y qué sé yo — explicó —, es para ver si puedo empezar a jugar en marzo — concluyó.

— ¿Posta? — repliqué retórica, tomando un pote de helado y una cuchara.

Estaba enojada, demasiado. Y me enojaba aún más entenderlo. Es decir, desde que nos conocimos me contó cosas por el estilo, se supone que sabía a lo que me enfrentaba.

¿Por qué no podía ser un tucumano normal que me haga empanadas y duerma la siesta todos los días?

— Sí, seguro sea una semana y media o capaz dos porque, entre que me dan los estudios del corazón y después los lleve allá, va a tardar — suspiré —, ¿no querés acompañarme? — preguntó.

— No puedo, me estoy haciendo la boluda porque hace rato tendría que haber empezado a preparar finales pero ya dije que el lunes arranco — me llevé una cucharada a la boca, mientras me sentaba en el sillón —, a fin de mes rindo y no tengo un choto todavía — me quejé.

— Qué paja — se escuchó un golpe —, te va a ir bien vas a ver — concluyó.

— Sí — murmuré —, ¿qué se te cayó? — pregunté curiosa.

— La mermelada — rió.

No estaba segura de querer que mi primera relación fuera a distancia. Si bien quería muchísimo a Joaquín y amaba estar con él, no sabía cómo confrontar la situación. La odiaba.

¿Cómo se supone que sería el resto del año? ¿estaría de novia con alguien que jamás vería?

— Creo que voy a dormir, desde que te fuiste habré dormido seis horas no más y pasó hace tres días ya — traté de bromear, aunque mi voz conservaba un tono tajante.

— ¿Estás bien? — preguntó.

— Sí, tranqui — mentí —, hablamos después.

— Te quiero mucho, ¿sabés?

— Te quiero mucho más — respondí, tiré un beso al aire y finalmente corté.

Tiré mi celular junto a mí pero éste vibró. Haciendo caso omiso, prendí la televisión. Totalmente en vano porque, al poner Harry Potter y el Cáliz de Fuego, me dormí.

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