capítulo cuarenta y ocho.

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— ¿Y cómo supo que vos habías vuelto? — preguntó Ori, desde el otro lado del teléfono.

— Ni idea, fue más raro — admití —. Igual después cuando le conté a Fran lo que pasó me dijo que Martu todavía le hablaba a Rocio así que seguro ese día le dijo que me fueron a buscar al aeropuerto — conté inequívoca, mientras terminaba de cerrar la última caja.

— Dios, la odio, la próxima vez que la cruce la acribillo — exclamó con desprecio, haciéndome reír.

— Te dejo loca, tengo que terminar unas cosas antes que me vengan a buscar — avisé manteniendo una sonrisa en mi rostro, aunque ella no pudiera verme.

Hablar con Ori era lo más parecido a un mimo al corazón, no sólo me escuchaba y me aconsejaba sino tambien no se guardaba nada de lo que pensaba. Si yo era la equivocada, me lo decía y, si la persona que me lastimó lo era; lo odiaba a muerte. Me parecía muy gracioso y tierno, a decir verdad.

— Buen viaje amiga, sabés que te quiero mucho. Cuando lleguen mándame fotitos de tu nueva casa — concluyó, haciéndome reír.

— Dale, dale, no me olvido. Te quiero — se escuchó el ruido de un beso y finalmente cortó.

Comencé a repasar mi departamento con la mirada para asegurarme de no olvidarme nada, estaba lleno de cajas con nombres y los muebles estaban cubiertos por mantas para que no se estropeen con la tierra y el tiempo. No iba a llevarme todo, sólo aquellas cosas que eran indispensables para mí y las demás; las dejaría guardadas por si en algún momento vuelvo.

Después de verificar todo lo que quería en mi cuarto, me dirigí al que usaba en su momento Julián cuando se quedaba las primeras veces a dormir acá. Revisé todos los cajones para garantizar que había guardado todo y un papel arrugado al fondo del escritorio llamó mi atención.

Pude reconocer su letra desprolija al instante.

Hoy estoy donde quiero estar porque vos estás conmigo, sin importar de la forma que sea. Y si de algo estoy seguro, es que, no importa cuánto tiempo más sigas con él, no le van a alcanzar los años ni el corazón para amarte de la misma forma en la que yo lo hago.

Al instante, sonreí. Algunas frases eran indistinguibles o estaban tachadas, por lo cual eso fue lo único que pude descifrar en cierto modo. Sin embargo, me parecía maravilloso el hecho de que Julián escriba cada emoción que le surge en el momento, pienso que es una buena forma de plasmar esos sentimientos y resguardarlos en el tiempo. Más cuando se trataba de nosotros.

Doblé con cuidado la hoja descuidada y la guardé en mi bolsillo trasero del jean. Apagué todas las luces del piso superior y bajé con las valijas que llevaría.

Había pasado una semana desde que volví de Buenos Aires, la cual fue bastante agitada. Renuncié a mi trabajo, no pude lograr conservar las materias que había cursado en mi carrera para tener la posibilidad de continuarla en Manchester y pasé cada minuto del día con Martu, Emi y Fran. Sin mentir, habían comenzado a quedarse en mi casa todos los días, sin desaprovechar un solo momento. Sentía que estaba dejando todo lo que conocía atrás y, por primera vez en mi vida, no tenía miedo.

Sonreí, nostálgica, al ver a Cucurucho acostado en el sillón junto a Ñoqui y Bostero; en el último tiempo podía notar cómo se habían vuelto más unidos, aunque costó, lograron adaptarse muy bien entre ellos.

La primera vez que vi a Julián después de años se me vino a la mente de inmediato, la noche no había sido tan oscura como ese día y sin embargo el tacto en nuestro primer abrazo pudo arrasar con cualquier sentimiento de vacío que habitó en mi pecho por años. Siempre había sido él, aquél hábito que no podía romper, ¿cómo es posible que la misma persona que rompió por completo mi corazón fue quien lo arregló?

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⏰ Última actualización: Apr 04, 2023 ⏰

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