IX: El recuerdo de Bellatrix

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No sólo Dumbledore no había llegado a su clase del sábado, sino que Harry se encontró a solas (O casi a solas, pues los retratos de anteriores directores seguían allí) con Bellatrix en el despacho del director. La bruja se hallaba de pie junto al escritorio y se sobresaltó cuando Harry llegó.

— ¡Harry! —exclamó con sorpresa —. Hola

—Buenas noches —replicó el chico. Escrutó la habitación y al no encontrar al profesor, se decepcionó un poco. Bella lo miraba en silencio, comprendiendo lo que ocurría. No sabía muy bien qué hacer o decir, por lo que se limitó a mirarlo, esperando a que estuviera listo. Phineas Nigellus carraspeó sonoramente y se dirigió al muchacho.

—Me parece —dijo con impaciencia —que el director no saldrá de los cajones de su escritorio, señor Potter. —Harry volteó hacia el retrato, pero eligió no responder nada. No habría sabido qué decir de todos modos.

—El viejo me envió a buscar con Shacklebolt —se atajó Bellatrix, cuando Harry se ponía cara a cara con ella —. No lo veo hace días.

Claro que no, él no esperaba algo diferente. El director no aparecía por el colegio, menos iba a aparecerse por Grimmauld Place. Asintió abatido y se dejó caer sobre una silla. Bella lo imitó y se quedó mirándolo atenta. Hacía un tiempo que la bruja quería hablar de tantas cosas con él, pero no sabía cómo iniciar una conversación como las que planeaba iniciar. Quería contarle, o más bien mostrarle la noche en que había huido de Voldemort, explicarle cómo funcionaba mucha de la magia que los mortífagos usaban, enseñarle hechizos y técnicas poderosísimas de defensa... pero no podía. No era capaz de introducir nada de aquello y menos en aquel momento en que la "estrella" de la noche era Dumbledore y ni siquiera había aparecido.

Finalmente se decidió y fue a buscar el pensadero. Esa especie de palangana poco profunda de piedra con inscripciones alrededor. La dejó sobre el escritorio y se llevó la varita a la cabeza, sacando una hebras de pensamiento finas como telarañas y dejándolas caer dentro . Se arremolinaron en la masa plateada e hicieron formas en la superficie del pensadero.

— ¿Qué...?

—Ven —lo llamó Bella. Él se acercó y juntos metieron las cabezas al pensadero. 

Como otras veces, Harry sintió sus pies despegando del suelo y todo a su alrededor comenzó a dar vueltas. Cayó luego de pie en una habitación oscura y fría, cuyo piso era de piedra. La bruja no tardó en aterrizar junto a él y lo tomó por el brazo, guiándolo a través de la oscura habitación hacia donde un grupo de individuos encapuchados se hallaba de rodillas en torno a otros dos que se retorcían en el suelo ante otra figura, alta y de rasgos como de una serpiente que apuntaba a aquellos con su varita.

Bellatrix se estremeció y tomó instintivamente el brazo de Harry. Voldemort lanzaba chispas de odio a través de sus ojos amarillentos y gritaba improperios mientras seguía torturando a los dos que tenía a sus pies. La primera figura, Lucius Malfoy, trataba de incorporarse atajándose con los brazos; pero rápidamente se volvía a precipitar al piso, retorciéndose de dolor.

—Me decepcionaste, Lucius... otra vez. ¡Crucio! —murmuró Lord Voldemort, arrancando nuevos gritos de dolor por parte de Malfoy —. Y tú, Bellatrix...

—Señor por favor... —suplicó la otra figura que yacía en el suelo.

—La desilusión más grande me la llevé por tu culpa. ¡Torpe! —espetó con su fría voz, volviendo a torturarla —. ¡irreflexiva! ¡Incompetente!  —coronaba cada insulto con un nuevo movimiento de varita que hacía que la bruja gritara más fuerte.
Harry estaba atónito: si así se comportaba con sus seguidores, el chico no tenía idea de cómo sería con sus víctimas. Bella contemplaba la escena en silencio, conmocionada por tener que revivirlo.

Sí, Yo maté a Sirius BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora