XVIII: El recuerdo de Slughorn

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El paso del tiempo parecía estarle dando la razón a Hermione, pues cada vez eran más los días que Harry y Olive pasaban enojados el uno con el otro. Bellatrix seguía enseñando al chico que progresaba muy rápido y se había convertido en un gran estudiante, transformándose lentamente en el gran mago que todos creían que podía ser y todos los profesores estaban gratamente sorprendidos con su rendimiento.
Con el buen clima, los tres amigos estaban sentados en un rincón soleado del patio, después de comer. Hermione y Ron leían juntos un folleto del Ministerio de Magia: Errores comunes de Aparición y cómo evitarlos, porque esa misma tarde iban a examinarse, pero en general los folletos no conseguían calmarles los nervios. Ron dio un respingo e intentó ocultarse detrás de Hermione al ver que se acercaba una chica. 

—No es Lavender —dijo Hermione con fastidio.

—¡Uf, menos mal! —resopló él, y se relajó.

—¿Harry Potter? —preguntó la chica—. Me han pedido que te entregue esto.

—Gracias... —Harry se puso nervioso al coger el pequeño rollo de pergamino. En cuanto la muchacha se hubo alejado, susurró—: ¡Dumbledore me advirtió que no habría más clases particulares hasta que hubiera conseguido el recuerdo!

—A lo mejor sólo quiere saber si has hecho progresos —observó Hermione mientras él desenrollaba el pergamino. Pero en lugar de encontrar la pulcra y estilizada caligrafía de Dumbledore, vio una letra de trazos grandes y desgarbados, muy difícil de descifrar debido a las manchas de tinta que emborronaban el pergamino. 

Queridos Harry, Ron y Hermione:

Aragog murió anoche. Harry y Ron, vosotros lo conocisteis y sabéis que era extraordinario. Hermione, sé que te habría caído bien. Me gustaría mucho que esta noche asistieseis al entierro. He pensado oficiarlo hacia el anochecer porque ésa era su hora preferida del día. Como sé que no os dejan salir del castillo a esas horas, tendréis que utilizar la capa. No debería pedíroslo, pero no tengo ánimos para hacerlo solo. 

Hagrid

—Mirad esto —dijo Harry, y le pasó la nota a Hermione.

—Qué barbaridad —comentó ella tras leerla rápidamente; se la tendió a Ron, quien la leyó con cara de incredulidad.

—¡Está como una cabra! —exclamó—. ¡Ese bicho animó a sus congéneres a devorarnos a Harry y a mí! ¡Les dio permiso para que se nos zamparan! ¡Y ahora Hagrid pretende que bajemos allí esta noche para llorar sobre su repugnante y peludo cadáver!

—No es sólo eso —añadió Hermione—. Nos está pidiendo que salgamos del castillo por la noche, y sabe que han endurecido las medidas de seguridad y que si nos pillan se nos caerá el pelo.

—Pero no sería la primera vez que vamos a ver a Hagrid por la noche —alegó Harry.

—Ya, pero nunca por una cosa así. Nos hemos arriesgado mucho para ayudarlo, pero... en fin, Aragog ha muerto. Si se tratara de salvarlo...

—Si se tratara de salvarlo, te aseguro que yo no iría —dijo Ron—. Tú no lo conociste, Hermione. Créeme, lo mejor que podía hacer ese monstruo era morirse. 

Harry cogió la nota y se quedó mirando las manchas de tinta. Era evidente que unas gruesas lágrimas habían caído encima del pergamino.

—No estarás pensando en ir, ¿verdad, Harry? —dijo Hermione—. No vale la pena que nos castiguen por una cosa así.

—Sí, ya lo sé —dijo él soltando un suspiro—. Supongo que Hagrid tendrá que enterrar a Aragog sin nosotros.

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⏰ Última actualización: Mar 23 ⏰

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