XV: Todo tiene un precio

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Los días siguientes, Harry se sorprendió al darse cuenta de que cada vez era más el tiempo que pasaba con Olive y que eso le daba paz. Además, ya no tenía que reunirse con ella en secreto. Al parecer, como Harry pasaba mucho del tiempo que se mostraba en público junto a Hermione, alguien había iniciado el rumor de que eran novios. Cuando un día Cormac McLaggen lo enfrentó a la hora del almuerzo y lo acuso de aquello, Olive se acercó al grupo de chicos que esperaba ver una pelea y cuando le preguntaron quién era ella; repuso con frialdad "Soy la novia de Harry". Desde ese día, la noticia se había esparcido como un reguero de pólvora.
Otra cosa que lo sorprendió fue el hecho de que Malfoy desaparecía del mapa del merodeador por extensos períodos de tiempo y de que Crabbe y Goyle se pasaban períodos igual de largos merodeando, cada cual por su lado. A veces se detenían en un pasillo vacío y se quedaban ahí un rato, pero nada más.
Unos días luego de la confesión de Olive, Harry había recibido una carta de Bellatrix quien aseguraba (de manera excesivamente cordial) que no sabía nada sobre los Horrocruxes y que tras una exhaustiva investigación al respecto, no había sido capaz de encontrar nada sobre ellos.
 Todos los estudiantes manifestaron indignación cuando en los tablones de anuncios de las casas apareció un letrero que informaba sobre la cancelación de la siguiente excursión a Hogsmeade. Ron se puso furioso. 

— ¡Iba a coincidir con mi cumpleaños! —exclamó—. ¡Me hacía mucha ilusión! 

—A mí no me sorprende que la hayan suspendido, la verdad —dijo Harry —. Después de lo que le pasó a Katie... —en realidad, tampoco le hacía tanta ilusión desde que se había enterado que a Olive la habían castigado y que, de llevarse a cabo la salida, ella cumpliría su castigo ese día por disposición de Snape. Al chico le enorgulleció saber que el motivo del castigo, era que su novia se había cansado de que sus compañeras la molestasen y las embrujó a todas.
Katie todavía no había vuelto de San Mungo. Y además, El Profeta había informado de otras desapariciones, entre ellas varios parientes de alumnos de Hogwarts.

—Pues lo único que ahora podrá motivarme un poco es esa tontería de la Aparición —refunfuñó Ron —. Menudo regalo de cumpleaños... —Ya llevaban tres sesiones y se estaba demostrando que la Aparición no era coser y cantar; a lo sumo, algunos estudiantes habían conseguido despartirse. Se respiraba un ambiente de frustración y una palpable hostilidad hacia Wilkie Twycross y sus tres D, lo cual había dado pie a varios apodos para el instructor; siendo los más educados, don Desastre y doctor Desgracia. 

— ¡Feliz cumpleaños, Ron! —dijo Harry el primero de marzo cuando los ruidos de Seamus y Dean, que se iban a desayunar, los despertaron —. Toma, tu regalo. —Lanzó un paquete sobre la cama de su amigo, donde ya había un pequeño montón de obsequios que Harry supuso le habían dejado los elfos domésticos por la noche.

—Gracias —contestó Ron, adormilado, y mientras desgarraba el envoltorio, Harry se levantó, abrió su baúl y buscó el mapa del merodeador; siempre lo escondía ahí después de utilizarlo. Sacó la mitad del contenido del baúl hasta que lo encontró debajo de los calcetines, hechos una bola, donde todavía guardaba la botellita de poción de la suerte Felix Felicis. Se llevó el mapa a la cama, le dio unos golpecitos y pronunció: «¡Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas!», pero en voz muy baja para que no lo oyera Neville, que en ese momento pasaba por allí. 

—¡Son fenomenales, Harry! ¡Muchas gracias! —exclamó Ron, agitando unos guantes de guardián nuevos. Harry no le prestó atención, pues buscaba a Malfoy con ahínco, extrañado de no verlo en el gran comedor ni en la sala común o el dormitorio. Sin prestarle mucha atención, Harry repuso:

—Me alegro que te gusten —y siguió escrutando el mapa.

—¿Quieres uno? —le ofreció Ron con la boca llena, tendiéndole una caja de calderos de chocolate. 

Sí, Yo maté a Sirius BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora