XVI: Fidelio

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A primera hora del lunes, Harry y Ron salieron de la enfermería completamente recuperados gracias a los cuidados de la señora Pomfrey. Ya podían disfrutar de las ventajas de la fractura de cráneo y el envenenamiento, respectivamente, y la mejor de ellas era que Hermione volvía a ser amiga de Ron. Bajaron a desayunar hablando animadamente, bueno; al menos Ron y Hermione. Harry estaba pensando qué maleficio le echaría a McLaggen cuando lo viera en el comedor. Estaba muy dispuesto a ser castigado y cumpliría orgulloso, feliz de haberse desquitado.
Llegaron abajo y traspusieron las puertas para dirigirse a su mesa. Lavender Brown estaba allí, de pie junto a una silla, mirando a Ron con aparente consternación.

- ¡Hola! -murmuró Ron con apuro cuando llegaron ante ella.

- ¡Vamos! -le dijo Harry a Hermione por lo bajo, y siguieron andando, aunque oyeron cómo Lavender preguntaba: «¿Por qué no me dijiste que hoy te daban el alta? ¿Y por qué estabas con ella?» Ron se fue con Lavender después de un rato. Lucía bastante malhumorado, y aunque se sentó con Lavender, Harry no vio que se dirigieran la palabra. Dean Thomas entró casi en el mismo momento caminando detrás de Ginny y esta lo apartaba continuamente, dispuesta a no hacer nada estúpido en presencia del profesorado. Hermione fue a sentarse, pero Harry siguió caminando, pues acababa de distinguir a su objetivo: Cormac McLaggen se levantó en cuanto lo vio acercándose y se dirigió hacia Harry con paso decidido. Al llegar ante él, quien no podía creer su suerte al ver a su presa aproximarse tan mansamente, le flaqueó la sensación de seguridad y se mantuvo a una distancia prudencial del muchacho.

-Potter, veo que te encuentras bien -balbuceó el chico, mucho más alto que Harry, pero evidentemente intimidado. Harry sacó su varita sin ningún tipo de disimulo y apoyó la punta en el pecho de Cormac, que tragó saliva trabajosamente y comenzó a sudar.

- ¡Flipendo! -conjuró Harry y tras un fogonazo de luz azul, McLaggen voló, cuan grande era, a través del comedor para aterrizar sobre unos estudiantes que se hallaban sentados en la mesa de Hufflepuff. McGonagall, Slughorn y Flitwick se pusieron de pie, buscando al causante de aquello y Harry se dirigió solícito adonde Ginny seguía forcejeando con Dean.

- ¡Potter! -bramó la profesora McGonagall y corrió seguida de los otros dos profesores, mientras los alumnos se empezaban a poner de pie. Snape contemplaba la escena con la misma expresión inescrutable de siempre y Hermione corrió hasta su amigo, mientras Ron hacía como que no pasaba nada.

- ¡Oye, Dean! -llamó Harry, a sabiendas de que no le quedaba mucho antes de que lo castigasen.

- ¡Harry! -exclamó este sorprendido. Más y más alumnos se ponían de pie producto de la conmoción por el ataque a McLaggen y los profesores estaban teniendo dificultades para llegar hasta Harry. Ginny lo comprendió y sacó también su varita.

-Déjala, ¿quieres?

- No te incumbe ¿Desde cuándo la defiendes?

- ¿Yo? No. Ella se defiende solita. Yo solamente te advierto -repuso Harry y lo apuntó. La menor de los Weasley lo imitó y se subió a una silla.

- ¡Luna Lovegood es mi novia! -gritó tan fuerte como pudo y se volvió hacia Dean, que la miraba ahora desconcertado.

- ¡Bien! -la felicitó Harry y ambos lanzaron sus hechizos al mismo tiempo, impactando a Dean que salió como una bala hacia el gentío y cayó encima del profesor Flitwick.

- ¡POTTER, WEASLEY, A MI DESPACHO! -gritó una enfurecida Minerva McGonagall. Ginny y Harry intercambiaron sonrisas de complicidad y chocaron puños por lo bajo, al tiempo que se encaminaban sin chistar hacia el despacho de la jefa de su casa.

Como iban solos, comentaban lo que acababa de ocurrir entre risas y al llegar al despacho, aguardaron un par de minutos y llegó también McGonagall. Sin hablar, abrió la puerta y los hizo entrar con un gesto de la mano. Tomó asiento tras su escritorio y les dirigió una mirada severa, cargada de ira. Aguardó unos momentos, escrutando los rostros serenos y hasta alegres de sus alumnos (lo que pareció enfurecerla aún más) y luego preguntó con dureza:

Sí, Yo maté a Sirius BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora