V: Regreso a Hogwarts

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Harry omitió a propósito lo ocurrido con Draco y Narcisa, pues no creyó oportuno molestar a Bella con esa información. El tiempo siguió corriendo hasta que el 31 de agosto por la mañana, debió despedirse de Bellatrix. Prometió que pasaría tanto navidad como semana santa con ella y que le escribiría siempre que pudiera. Ella lucía algo apagada de saber que estaría casi todo el tiempo sola, pero aún así puso su mejor cara cuando tuvo que despedirse del chico.

En la madriguera, el ajetreo era el habitual para esas fechas. Harry ya tenía todo listo hacía unos días, por lo que dedicó casi todo el tiempo a ayudar principalmente a Ginny, pues esta se hallaba bastante alterada por la presencia de Fleur y todavía tenía cosas que hacer. El chico, no obstante, seguía turbado por Malfoy: estaba seguro de que se había unido a la causa y lo habían iniciado como mortífago. Como buena noticia, gracias a la información propiciada por Bellatrix, habían atrapado al padre de Draco el día 30 de agosto y se había armado gran revuelo porque todos suponían que Lucius llevaba en Azkaban meses. El ministro recién nombrado, Rufus Scrimgeour, parecía carecer por completo de interés en el profeta, por lo que las declaraciones allí presentes siempre eran de Fudge.
El muchacho tenía demasiadas cosas en la cabeza y sin embargo todo lo que ocupaba su mente de a ratos era Bella. Esta, por su parte, también pensaba en Harry y estaba muy enojada con Dumbledore por no permitirle ir a despedirlo a la estación el 1 de septiembre. Claro que el chico entendía que eso era muy arriesgado, pero aún así le parecía muy difícil imaginarse volver a Hogwarts donde no tendría oportunidad de ver a la bruja oscura.

Harry salía de la habitación de Ginny con un montón de ropa sucia y ella venía subiendo con otro montón de ropa limpia.

—Yo en tu lugar no entraría en la cocina en este momento —le avisó—. Está inundada de Flegggrrr. 

—Iré con cuidado para no resbalar —replicó Harry sonriendo. Y en efecto, cuando entró en la cocina, encontró a Fleur sentada a la mesa en pleno discurso sobre sus planes para la boda con Bill, mientras la señora Weasley, con cara avinagrada, vigilaba un considerable montón de coles de Bruselas que se limpiaban solas. 

—... Bill y yo casi hemos decidido que sólo tendgemos dos damas de honog. Ginny y Gabgielle quedagán monísimas juntas. Estoy pensando en vestiglas de colog ogo clago; el gosa le quedaguía fatal a Ginny con el colog de su pelo...

—¡Ah, Harry! —exclamó la señora Weasley, interrumpiendo el monólogo de Fleur—. Quería explicarte las medidas de seguridad que hemos adoptado para el viaje a Hogwarts. Volveremos a tener coches del ministerio, y habrá aurores esperándonos en la estación... 

—¿Irá Tonks? —preguntó Harry, y le dio la ropa sucia. 

—No, no lo creo. Me parece que Arthur comentó que la han destinado a otro sitio. 

—Esa mujeg se ha descuidado tanto... —caviló Fleur mientras examinaba su deslumbrante reflejo en una cucharilla—. Un gave egog, si quiegues mi opinión... 

—Sí, gracias —la cortó la señora Weasley—. Más vale que espabiles, Harry. A ser posible, quiero que los baúles estén preparados esta noche para que mañana no haya las típicas prisas del último minuto. 

— Ni se preocupe por mí, mi baúl está listo hace días. Ayudaré a Ron y a los otros para que lleguemos bien de tiempo.— Molly le dirigió una sonrisa de gratitud y lo dejó marcharse.

Y la verdad es que, al día siguiente, la partida fue más tranquila de lo habitual. Cuando los coches del ministerio se detuvieron delante de La Madriguera, ellos ya estaban esperando con los baúles preparados; el gato de Hermione, Crookshanks, encerrado en su cesto de viaje; y Hedwig, Pigwidgeon (la lechuza de Ron) y Arnold (el nuevo micropuff morado de Ginny) en sus respectivas jaulas. 

Sí, Yo maté a Sirius BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora