VI: Caminos separados

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Bellatrix despertó la mañana del dos de septiembre con una extraña mezcla de curiosidad y tristeza. Se vio sola y aburrida, sin varita y sin alguien con quien compartir su soledad. Desayunó apesadumbrada y permaneció sentada en la cocina durante cerca de dos horas hasta que por fin se puso de pie para tomar un baño.
Luego de vestirse, se decidió recorrer la casa en busca de algo que hacer. Caminó por largos pasillos y visitó las desiertas habitaciones, fantaseando. Sus cavilaciones la llevaban a su juventud y de vuelta al presente, pasando siempre por Azkaban. Se detuvo, no obstante, al recordar a Harry y un desagradable pensamiento la hizo fruncir el ceño: Ginny. Esa mocosa traidora a la sangre no le daba buena espina, claro que no. No le hacía especial gracia pensar que Harry estaría pasando tiempo con esa. El chico Weasley y la sangre sucia no le parecían relevantes pero Ginny... se la tenía jurada.

Paseó un rato más por la casa y fue grabándose en la mente los defectos y problemas que iba viendo, así como las cosas que a ella no le agradaban. Volvió constantemente a los lugares marcados, sólo para estar segura y fue luego a buscar una pluma, tinta y un trozo de pergamino para anotarlo todo. En algo debía ocuparse, o si no, el estrés y el aburrimiento iban a acabar con ella. Se dejó caer en una butaca en la sala y repasó varias veces sus notas, mientras mordía el cabo de la pluma.

— ¡Kreacher!— llamó entonces. El elfo apareció con un fuerte crack y la miró con atención.

— ¿Sí, señorita Bella?

— Quiero hacerte una pregunta.

— lo que quiera, señorita Bella— replicó este, gustoso.

— ¿Tienes el poder para cambiar cosas de esta casa? Me refiero, por ejemplo, al empapelado de las paredes y cosas así.— Kreacher meditó unos instantes, parecía algo conflictuado.

— Creo que lo tengo, ama.

— Un "creo" no me basta. ¿Puedes corroborarlo?— insistió ella. El elfo se acercó a la pared de la sala y chasqueó sus dedos. Una franja del raído y mohoso papel tapiz se fue despegando, al tiempo que se enrollaba sobre si mismo, para luego pararse grácilmente contra la ahora desnuda pared.

— Pues sí lo tengo, ama— dijo él entonces. Bellatrix sonrió y le pidió a Kreacher que la acompañase, para mostrarle todo lo que había anotado y recopilado de su recorrido por la casa. El elfo la escuchó con atención y se fijó en cada cosa que Bella le decía.

—... Las lámparas, debes pulirlas y sacarles las telarañas. Lo mismo para los candeleros y candelabros. Por supuesto que también deberás lustrar los muebles y encerar los pisos.

— ¿Y el papel tapiz?

— Compraré nuevo papel. Este está viejo y sucio y... Ya verás, Kreacher. Le daré nueva vida a este lugar.

— Usted dígale a Kreacher todo lo que necesite y Kreacher lo hará por usted, señorita Bella. Claro que sí.

— Así me gusta, Kreacher. ¡Ah! ¡Casi lo olvido! hay un tramo de cañerías que suena espantosamente mal en el baño al final del pasillo del primer piso.

— ¡Kreacher puede, Kreacher puede!— respondió enérgico el elfo con su voz ronca y grave, dando un saltito que le costó horrores dada su avanzada edad—. Será un poco más complicado que reemplazar el papel tapiz, pero Kreacher puede hacer eso.

— Excelente, porque como sabrás yo no tengo varita así estoy con las manos atadas. También quiero que acondicionemos dos estancias que no se usen.

— ¿Para qué las quiere utilizar?

— Como despachos, uno para mí y el otro para tu amo.

— Con gusto, señorita Bella. Déjelo en las manos de Kreacher. Tomará algún tiempo, pero estará listo antes de que Harry Potter vuelva para navidad.

Sí, Yo maté a Sirius BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora