8.

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Cristian supo que algo no andaba bien desde el primer día. Quizás se dio cuenta demasiado tarde, pero ahora que lo pensaba, lo abrumaba mucho.

Todo fue distinto después de aquella práctica. Silbatazo final, partido terminado y todos se empezaban a saludar por el buen partido. Mano y mano estrechaba con sus compañeros hasta que le tocó saludarlo.

Buen partido —le decía su compañero asiático, sonriéndole con amabilidad.

En una fracción de segundo se sintió morir, como si le bajase toda la sangre a los pies y se le inmovilizara el cuerpo. Dio un respiro para volver a la realidad e hizo lo primero que le salió.

—Salí —le respondió, cacheteando la mano a un costado. Había hecho el estúpido.

Vio la confusión en la cara de Sonny, pobrecito; había sido demasiado rudo con él. Enmendando su error, lo tomó entre sus brazos y lo pegó en su cuerpo, abrazándolo.

Exactamente en ese instante supo que sus sentimientos por Son habían pasado la raya. Lo supo cuando sintió el cuerpo del otro y su corazón latir desbocado, aún más cuando los brazos del otro tomaban su tiempo para abrazarlo también con tal suavidad que lo hizo suspirar. Sentir su calor, su olor, su cercanía. Sí, lo supo bien. Fue en ese momento.

Le palmeó los hombros y, luego, la mejilla derecha, sintiendo la suavidad de su piel. Iba a decir algo, no iba a decir nada, no sabía qué hacer con su presencia delante. Sintió morirse una vez más cuando sus ojos se conectaron con los suyos. Justo ahí supo que sus sentimientos estaban ahí. Sólo que, a veces, esos son sentimientos difíciles de aguantar.

Esa noche mientras se cambiaba para irse sentía su mente moviéndose como un remolino que giraba alrededor de la misma imagen. Estaba perdido en sus pensamientos, casi desconectado de la realidad. Hacía tiempo que no admitía 'gustar' de alguien. Realmente no era un problema el hecho que le guste alguien, sino, más bien, que sea su compañero de equipo en la mayor liga de fútbol.

Le molestaba la manera tan espontánea que había sucedido. Apenas entró se sentía ajeno a cualquier jugador que no sea el uruguayo y su compatriota lesionado que venía a verlo de vez en cuando. Ambos trataron de integrarlo al plantel. Después, de la nada, llegó Sonny con su presentación bajo el solcito de la tarde y se quedó sin palabras. Sólo vio a uno de los jugadores estrellas del fútbol ahí, delante suyo. Él, siendo él. Sólo con eso fue suficiente para robarle una sonrisa a Cristian antes de dormir.

Conocía muy poco a Son para decir que le gustaba. Eso le molestaba. Apenas habían hablado y si podría decirse que lo hicieron. Aunque quisiera conocerlo, la barrera lingüística sería un reto. Tener algo más serio con él sería más difícil de lo que suele ser este ritual en sí.

¡Adiós, Romero! —exclamó Harry, quien solía saludarlo todos los días. Tardó un rato en responderle y sólo levantó la mano para después volver a sus pensamientos.

Esperá ¿ya estaba pensando en algo serio? Se cacheteó mentalmente por ser tan pelotudo.

Trataba de volver a la realidad miró al suelo. Ahí estaban sus zapatillas, desatadas. Se las había puesto pero se había olvidado de atarselas. Cabecita de novia. Subió uno de sus pies al banco para atarse los cordones. Repasó mentalmente lo que tenía que hacer para irse: ducharse, cambiarse, agarrar sus cosas, atarse los cordones y salir al estacionamiento donde seguramente estaría Sonny esperándolo para saludarlo.

Su estómago dio un vuelvo cuando pensó en eso. Sus latidos eran inestables, su pecho apretaba y hasta sus manos parecían temblar. Iba a ver a Son, iba a hablarle. Sabía que no estaba bien sentirse así, pero la ansiedad que le generaba en sólo pensar verlo, hablarle, tener su presencia delante suyo era incontrolable.

Arrivederci | Cutison.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora