15.

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Heungmin se rindió a regañadientes. Era tarde y no logró encontrar a Cristian. Caminaba por los pasillos de vuelta al vestuario en busca de su bolso que había olvidado por andar distraído.

Si no tuviera la cabeza pegada al cuerpo, seguramente también la hubiese perdido. Su mente andaba dando tantas vueltas por otro lado que se olvidaba de cosas importantes. Eso le molestaba.

Por ejemplo, olvidaba la concentración del día siguiente. Había quedado en la lista de los veintiocho, como era de esperarse, para jugar el primer partido de la temporada. Y si iba a quedar en la concentración –valga la redundancia– tenía que estar concentrado; no podía perder el foco de que estaba por empezar de cero. No había luchado tantos años para no tomarse su trabajo en serio.

Ay, pero Romero se había ido sin despedirse. Carita triste.

¡Vamos, no seas tonto! Ya sabemos las vueltas que romero hacía. Decidió que no le daría más hilo al tema; agarró su bolso con brusquedad y salió, pisando pesado. Era el último en irse de todo el plantel.

Caminando por el pasillo trató de no pensar, de no revolver el lío que tenía en la cabeza. Ya basta. Quizás tenía que irse temprano, quizás tenía que prepararse para la concentración... ¡Claro! Romero también había quedado entre los veintiocho. Sólo era eso. Esperaba.

Si no, ¿por qué más Cristian se iría temprano? ¿Acaso se estaba... escapando de él? No sería la primera vez. En realidad ya había escapado tantas veces que parecía que Cristian estaba incómodo con él ya que poco respondía a sus acercamientos, como siempre. Empezaba a frustrarse.

¿Valía la pena todo lo que estaba haciendo? ¿Acaso estaba exagerando?

A lo mejor, era él y sus sentimientos fuera de lugar, porque ahora que lo pensaba, el mundo del fútbol no podía ser el mejor para tener sentimientos hacia alguien, mucho más si es un compañero.

O simplemente el mundo lo quería así, porque si habían nacido tan lejos uno del otro, con culturas tan distintas y formas de pensar tan diferentes, simplemente debía ser así.

Odiaba vivir pensando en si Cristian le correspondía o no, porque podía vivir sabiendo con certeza que era no, pero no dudando que era sí. Sólo necesitaba una señal más, una segura. Necesitaba saber si estaba pisando en tierra firme o si se hundiría para siempre. Sólo eso. Un sí o un no. Una bienvenida o un adiós.

Pensaba mientras salía al estacionamiento, en busca de su auto. Con los ojos perdidos, sacó sus llaves, dejándose llevar por la ola de ideas. Se detuvo un segundo en medio de la playa, con llaves en mano.

Silencio en el lugar, frío en el aire y un sentimiento extraño en el pecho.

Pegó un grito al aire. 

Sintió el cuerpo temblar y el corazón casi explotó al tenerlo a mil por hora. Sintió la necesidad de escapar, de correr, de... de darse vuelta.

¡Ah! ¡Te agarré! Viste que a vos tampoco te gusta.

Romero.

Todavía trataba de entender qué estaba pasando mientras Cristian se reía en su cara.

Claro, le había pegado el susto de su vida. Le había devuelto los picoteos en los costados.

Arrivederci | Cutison.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora