16.

2.1K 331 171
                                    

"Fua", musitó. Estaba sorprendido cuando las puertas de las habitaciones se abrieron frente a ellos. Su cara de sorpresa brillaba maravillada y contrastaba con la cara de aburrido de su compañero a su lado.

—En Italia eran más lindas las piezas.

—Bue, dale, Cuti, ponele onda —dijo cansado.

Rodrigo corrió a una de las camas, aquella que estaba más cerca del ventanal, y se tiró de un salto a ella.

—¡Esta es la mía!

Con pesadez se movieron los pies de Cristian hasta la cama. Era la más cercana a la puerta pero a él le tomó horrores de segundos llegar. Su compañero de cuarto le miraba a cada paso forzoso que daba hasta que finalmente se dejó caer en ella, panza arriba.

Cristian miraba el techo. Se dejaba perder en sus pensamientos hasta que volvía cuando por la mente se le cruzaba ese recuerdo. Ese. Le daba cosquillas en la nuca y un nudo en el estómago, haciéndole doler. Estaba tan abrumado con el golpe de emociones que se golpeaba la cara. Otra vez sus manos golpeando su rostro y su aire –ahora caliente– de su cuerpo saliendo de un sólo soplido tan pesado como sus pasos.

Todo eso sumado a que Heungmin ni siquiera lo miró ese día, en todo lo que habían viajado en el micro, en toda la cena y ni siquiera estuvo presente a la hora de irse a las habitaciones, donde los veintiocho se despedían. La culpa le recorría el cuerpo entero y odiaba la tensión que empezaba a afectar. Había hecho un desastre

—Re cómoda la cama. —Alargaba la o. Rodrigo se revolvía en las sábanas, enrollándose para disfrutar de la suavidad de estas. Cuando ya estaba todo enrollado, se encontró de frente con la deprimente imagen de Romero, hecho una estrella doblada mientras miraba el techo. —Eu, en serio, ¿estás bien?

—Te dije que sí.

—No, me dijiste "uhmjmm" —imitó el sonido con exageración, también con un poco de burla, haciendo una mueca así. El Cristian de siempre –mínimo– le hubiese tirado un almohadazo, pero este ni se movió. —Dale, tonto, contame. Así no vas a jugar ni a la bolita.

—No me pasa nada —suspiró —. Sólo estoy cansado.

Rodrigo se sentó en la cama, desenrollándose de las sábanas.

—No te conozco mucho, Cuti, pero vos no sos así cuando te cansás. —Recibió un quejido del otro cuando siguió insistiendo en el tema. —¿Qué es? Contame.

—No.

Almohadazo.

—Contame.

—No me pegués con eso, cortala.

Otro almohadazo.

—Contame te dije. —Amenazó el uruguayo, levantando la almohada.

Al recibir una respuesta silenciosa pero negativa de Romero, Bentancur le dio un almohadazo pero para cuando la almohada llegó a golpear algo, se encontró con el colchón ya que Cristian había hecho un movimiento veloz para levantarse. Se miraron desafiantes.

—Si te cuento, ¿no le contás a nadie? —El dedo acusador de Cristian apuntaba a Rodrigo.

Hizo la del cierre en la boca y lo tiró por ahí.

—Una tumba tenés que ser —insistía Romero. A este punto Rodrigo se veía atraído por el secreto, asintiendo con energía y tirando su cuerpo para adelante, dando toda su atención.

Cristian se sentó al borde de la cama, mirando a Rodrigo, su oyente, que lo miraba con atención esperando por el secreto.

—¿Te acordás de lo que te conté de esta chica?

Arrivederci | Cutison.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora