13.

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—Bo’ Cuti, ¿y qué pasó con la muchachita? ¿La traés a comer con la barra?

—Nada.

—Epa, desde hace rato que andás así chinchudo, ¿qué pasó?

Uno tenía el cuerpo orientado al lado izquierdo mientras llevaba la punta del botín lo más atrás que podía. El otro, para la derecha, hacía lo mismo. Trataban de mantener el equilibrio porque sólo un pie sostenía todo el peso. Mutuamente se agarraban del hombro.

El entrenamiento empezaba a ser más suave. Ya llevaban dos horas y empezaron a elongar aunque después seguirán con un par de ejercicios livianos. Le daba tiempo a Rodrigo y a Cristian para hablar y comentar un par de cosas.

—No me pasa nada, Lolo, estoy cansado no más.

Cambio de pierna a elongar. Al mismo tiempo, los sudamericanos se giraron, ahora mirando para el otro lado.

Desgracia –o premio– para el cordobés que ahora tenía de frente al que lo tenía hecho un tonto. Bueno, de frente, frente no, pero estaba en su campo de visión. Hoy, recién hoy había vuelto a entrenar con el grupo y hasta le hacía doler la panza tenerlo otra vez.

Si Rodrigo lo hubiera notado, entonces tenía motivos para preocuparse. Desde el día anterior que venía así, raro, que aunque se sentía bien, no terminaba de acostumbrarse a sus sentimientos. Pensativo lo tenía el coreano que ayer hizo un movimiento en el tablero que casi lo tira al piso.

Literalmente. Para escapar se olvidó atarse los cordones de los botines.

¿De dónde había salido tanta cercanía? ¿Era porque le dio de comer? Tipo, los perritos.

Tanta cercanía de la nada lo abrumaba. Eran sentimientos difíciles de llevar, mucho más sabiendo que Heungmin solía ser así de amistoso y pegote, no sabía qué hacer. Sus pensamientos lo abrumaban y esas ganas de besarlo ayer se habían quedado picando por ahí, sólo para molestarlo aún más.

—¿Seguís con eso de no darle bola a la chica? Seguro. Sos un tarado vos —le decía amablemente Rodrigo.

—Lo que pasa es que es compañero. —Estaba por seguir hablando hasta que se dio cuenta. —Compañera— se corrigió —Viste de esas que están con todos así haciéndose el amigo. Bueno. así.

—Dejate de joder —Se reía sin disimulo, aunque medio se tapaba la boca. Cristian no respondió, ofendido, aunque no había entendido bien qué quiso decir.

Otra vez salieron a trotar, formando el grupo grande ese que solían hacer cuando rodeaban la cancha. Romero iba al medio; no tan atrás, no tan adelante. A Rodrigo lo había perdido allá adelante, iba hablando con los otros. No le prestó mucha atención, en realidad, cuando su cabeza estaba hecha una salsa de preguntas y límites que lo molestaban.

Entonces, un picoteo en las costillas. Su corazón latía tan rápido que pensó que podía detenerse.

Giró durante el trote para encontrarse con heungmin sonriéndole con broma después de haber hecho exactamente lo de siempre para llamar su atención. No pudo evitar sonreír con él para después tratar de darle un manotazo, aunque no lo alcanzó.

El trote paró cuando dieron la vuelta entera. Cuando Cristian detuvo sus pasos, automáticamente sintió un peso en sus hombros. Heungmin, otra vez, con sus dos manos encima de él, sosteniéndose.

—¿Qué pasa, Sonny, que andás atrás mío hoy? —Le tiró del pelo que tenía al alcance.

Heungmin le dijo algo más que Cristian no entendió. No era algo muy relevante ya que después se rió sólo para tirarle del pelo también.

Arrivederci | Cutison.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora