Trepándome en un árbol vi una parte del cielo
esperando impacientemente por mí,
y estaba corriendo muy lejos.
¿Podré algún día escapar del mundo?
Nadie lo sabe.
Aurora, Runaway
Mark ya había iniciado con el rito de la comunión y le estaba siendo muy difícil concentrarse en el proceso. Esa persona en primera fila lo miraba fijamente de una manera extraña. Parecía como un poseso a punto de que su demonio empezara a manifestarse. Era su segunda misa desde que había llegado a esa comunidad. Tan solo estaba empezando.
Después de su preparación privada, mostró a los fieles el pan eucarístico, invitándolos a comulgar, a celebrar ese sacrificio sagrado; sin embargo, tenía que aceptar que se sentía distraído desde que inició la liturgia de la Palabra. Aquellos ojos cafés que lo miraban como taladrándolo se habían convertido en toda una prueba de fe. Para cuando inició el rito de conclusión —a los cuarenta minutos— se sentía anímicamente cansado. Mientras brindaba la bendición sacerdotal y la despedida, se cuestionó cómo el padre Pío fue capaz de dar misas tan extendidas, soñaba con llegar a tener una fe igual de fuerte con el paso del tiempo.
Al final, se acercó a la puerta de la capilla para despedir a los feligreses, era el nuevo sacerdote de la comunidad, por lo que todos estaban curiosos, querían hablar con el nuevo padre, averiguar si llenaba los zapatos del antiguo, Lucas, quien había sido llamado a la presencia de dios unos días atrás. La congregación se había visto muy afectada al perder a un guía que siguieron desde hace más de veinte años; por suerte, los últimos dos contaron con la ayuda del sacerdote Moon Taeil, un joven que había sido convocado para encargarse de las cosas que Lucas ya no podía y para que la comunidad se acostumbrara a él hasta que llegara el momento en que se convirtiera en el principal sacerdote de esa iglesia, si su dios lo quería. Y lo quiso.
Mark había recibido la llamada del obispo para que se trasladara desde la capital hasta aquella provincia en donde un solo sacerdote no daba abasto ante la demanda comunitaria. Taeil le había solicitado a su dios que enviaran a Mark a quien había conocido cuando era un estudiante en el seminario. En orden de mover cada una de sus influencias hizo ayuno para que la mano divina guiara los actos de los hombres. Él no había comentado sus deseos con nadie más que con dios y creía merecer el buen visto del cielo ya que había sido una prueba realmente difícil el trabajar con monseñor Lucas, estricto y firme como un anticuado Papa. Ahora que la iglesia estaba a su mando, quería una persona joven, alguien recién salido del seminario que le ayudara a levantar la fe en aquella comunidad, que participara de manera activa en distintos proyectos junto al pueblo y de ese modo —si su dios lo tenía a bien— más y más personas jóvenes se acercarían a misa. Se quedó dos días enteros sin comer para que se le hiciera el milagrito y su dios no le falló, Mark ya era parte de la comunidad religiosa del pueblo.
—¡Padre!, bendígame, padre. —Escuchó Mark a la mujer que, con voz afectada, se acercaba a él.
—Dios la bendiga —respondió haciendo con su mano la señal de la cruz.
—Amén— dijo mientras ella misma se santiguaba—. Este es mi hijo. El padre Moon me dijo que hablaría con él hoy, después de la misa.
La creyente empujó a un joven hacia adelante, casi haciéndolo chocar contra el pecho del sacerdote. Mark reconoció en él al hombre que había estado enviándole mala energía desde el inicio de la misa. El muchacho de similar estatura, piel pálida, delgado se rehusaba a mirarlo a la cara, contrario a su comportamiento durante la ceremonia religiosa, y estaba cruzado de brazos en un gesto que dejaba entrever su molestia.
—Entiendo, lamentablemente el padre Moon Taeil hoy no se encuentra, él tuvo que...
—¡Ya sé!, nos dimos cuenta que por la mañana falleció su prima y tuvo que irse a la capital. —¿En serio? ¿Cómo podían saber eso tan rápido? Mark pensó que en ese pueblo las noticias volaban. —¡Pero me ha sido difícil traerlo hasta aquí! Mi hijo en verdad necesita hablar con alguien, esperaba que usted pudiera escucharlo. ¡Ayúdelo, padre! ¡Por favor!
El joven en cuestión, suspiró audiblemente, lleno de exasperación. Mark no podía empezar con el pie izquierdo en aquella comunidad. Anhelaba ser querido y aceptado por los feligreses y Taeil estaba siendo muy amable con él. Le correspondía cumplir con todo hasta que su guía regresara, y lo haría de buena gana, aunque significara iniciar con el exorcismo de un muchacho enojado.
Terminó de despedir a los fieles. La señora Cruz, quien ayudaba con el mantenimiento del templo, le entregó las llaves y junto al joven que lo esperaba, pasaron a una mediana y elegante oficina. La madre se despidió depositando un beso en el dorso de la mano de Mark y dándole a su hijo una última mirada, llena de súplica y un algo muy similar a silenciosas advertencias.
Mark se acomodó en el sillón más amplio y frente a él, en un asiento más sencillo —e incómodo— se sentó el joven, siguiendo la primera indicación del guía espiritual. La casulla verde que usaba el sacerdote, le producía calor estando en esa oficina cerrada, le pesaba y empezaba a sentir comezón. Él tenía el deseo de que esa charla fuera rápida. Había corrido con responsabilidades todo el día por lo que ansiaba ducharse e ir a descansar.
—Y bueno... ¿cómo te llamas? —preguntó después de notar que el joven no hacía más que mirar un punto fijo en el suelo.
—¿Cómo se llama usted? —respondió con cierto tono de reto en su voz, a Mark le pareció que aquello no iba a ser tan rápido como quería.
—Soy el sacerdote Mark L...
—¡Ya sé que es sacerdote! —interrumpió— Su bata verde me dio una pista... Lo dudé hasta que lo vi repartir las hostias allá afuera.
—No había terminado de hablar. Te decía que soy el sacerdote Lee, pero puedes llamarme padre Mark. ¿Ahora me vas a decir tu nombre?
—Donghyuck Lee. ¿Seremos familia o solo tiene usted la mala suerte de cargar con el mismo maldito apellido?
—Veamos, Donghyuck. Está bien si te llamo Donghyuck, ¿cierto? El apellido Lee es bastante común, pero no por eso creo que esté maldito. Charlemos de lo que realmente nos atañe, ¿en qué puedo ayudarte?
El aludido sonrió por primera vez; sin embargo, no era por alegría ya que contenía todo el sarcasmo posible en un simple gesto. Miró directamente a los ojos del sacerdote a pesar de su corta estatura y habló con voz ronca.
—Esa es una buena pregunta, yo también he estado pensando, ¿en qué carajos usted podría ayudarme?
Un escalofrío recorrió por completo el cuerpo de Mark. Había algo en aquella voz, tal vez era la mirada penetrante o la actitud altiva, que lo hacía sentirse muy nervioso. Y apenas estaba empezando...
«¡Qué Dios me acompañe!» —pensó.
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RELIGARE I [Fanfiction NCT- MarkHyuck/JohnHyuck]
FanfictionMark Lee ha respondido al llamado de la fe, por lo que ahora es un sacerdote católico apostólico recién salido del seminario. Después de su segunda misa en la provincia en la que fue llamado a servir, recibe el encargo de una de sus feligresas: «Ayu...