Pecado XVIII

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     El joven miró hacia el presbítero expresando horror y reprobación en su gesto. El clérigo sintió la necesidad de justificarse.

     —Es un cilicio —explicó Mark.

     —Es un aparato de tortura —lo contrarió—. ¿No estaban prohibidos esos...?

     —¡Es la manera de espiar mis pecados! No puedo seguir siendo un indulgente, Donghyuck.

     —¡Estás sangrado! —reclamó al notar las pequeñas gotas escarlatas— ¿Hace cuánto usas esto?

     —Lo coloqué hace un rato —murmuró avergonzado.

     La voz del más joven se quebró cuando citó nuevamente el libro del cantar de los cantares al mismo tiempo en que se apresuraba para quitar el cilicio que aprisionaba al sacerdote.

     —«Yo soy de mi amado y mi amado es mío; él apacienta entre los lirios...»

     Una vez que lo liberó de ese suplicio, se inclinó para besar su pecho desnudo que estaba adornado por el rosario que sobre él caía. Mark le acarició la cabeza y cuando el más bajo levantó la mirada, recibió otro dulce beso justo en la boca. Donghyuck entrelazó sus brazos alrededor del cuello de Mark mientras este lo empujaba contra sí mismo sosteniéndolo de la cintura. Se estaban besando más profundamente de lo que nunca habían hecho. El sacerdote había dejado caer con el cilicio sus últimas restricciones y ahora estaba bebiéndose a su pecador por completo. Un pequeño gemido salió de sus labios cuando fueron mordidos.

     —Soy el único que puede lastimar tu carne, Mark —habló sin dejar de besarlo.

     El hombre gimió una vez más cuando el universitario empezó a besar su cuello. No eran en realidad simples movimientos, más bien estaban combinados con succiones y lametazos que habían conseguido darles a ambos una erección. La ropa del sacerdote fue empujada por su acompañante quien pasó las manos por sus hombros, obligando la tela a caer colgando de su cintura y llevándose con ella las pocas gotas de sangre que el cilicio había provocado. Donghyuck tocó el pecho descubierto y bajó hasta introducirse en los pantalones para acariciarlo a la vez que seguía devorando su cuello. Mark estaba derritiéndose, sintió la necesidad de tocarle la piel a su acompañante y empezó a sacarle las faldas. Donghyuck no se hizo esperar y él mismo comenzó a desnudarse, alternaba para ayudar al propio sacerdote hasta que tuvieron que ponerse de pie para acabar con sus pantalones y calzoncillos.

     El joven al fin logró ver el cuerpo de Mark al descubierto. Su hermosa piel extendida y firme como una invitación al pecado. Pensó que, con sus perfectas proporciones, solo podía tratarse de una maldita broma el que un Adonis como ese estuviera enclaustrado bajo una sotana y continuara siendo virgen. ¡Vaya desperdicio! Aquel cuerpo no estaba diseñado para llevar cilicios, ¡no, señores! Estaba hecho para sufrir de maneras más placenteras... como ser torturado por su lengua y sus dientes, como ser rasguñado y apresado por sus uñas y piernas. ¡Pobre cuerpo inmaculado! ¡Tantos deseos ha de haber reprimido!  Donghyuck se encargaría de que Mark nunca más sintiera un apetito físico que no pudiera satisfacer. Se acercó para pasar su lengua por la manzana del clérigo y este levantó su cabeza con el fin de darle un mejor acceso. Así era justo como él lo quería: cooperativo. Luego, mordisqueó su clavícula mientras empezaba a masturbarlo.

    —¡Dios mío! —exclamó Mark excitado— ¡Ten misericordia de mí!

     El sacerdote levantó al más pequeño y en un arranque de locura lo subió a la mesa del Altar y lo recostó para besarlo por completo, causando que la cruz procesal que había estado puliendo, se enterrara en aquella pequeña espalda. Donghyuck estaba crucificado. Su cuerpo era estrecho y su piel blanca como una hostia. La luz de los vitrales lo iluminaba y el humo del incienso le daba un aspecto algo etéreo a toda aquella situación. Mark mordió uno de los pezones oscurecidos y la zona alrededor se tornó color rosa. Pasó su lengua desde el pecho hasta el ombligo y luego más abajo, sorbiendo un poco de la piel de la cadera. Manchas de cerezo iban naciendo por aquí y por allá cada vez que él mordía o succionaba. Era como un blanco y perfecto lienzo, como un árbol de sakuras floreciendo con sus toques...

RELIGARE I [Fanfiction NCT- MarkHyuck/JohnHyuck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora