Pecado XXI

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Sin perder una parte de mí alma,

¿cómo voy al cielo?

Sin cambiar una parte de mí,

¿cómo voy al cielo? 

Troye Sivan, Heaven

     Tal vez Donghyuck no debió decirle aquello, llegó a esa conclusión cuando estuvo en su propia recámara, después de haber tenido que aplicarse sus pequeñas medidas de primeros auxilios ante el desgarre que había conseguido en su ano. Intentó arrepentirse sinceramente, pero si no lo hacía por haber mantenido sexo en un altar, mucho menos iba a intimidarse por un desgarre... Un trasero adolorido no era un precio nada alto que pagar por haber vivido aquella experiencia. No sabía cómo, pero sentía que Mark se ponía más duro cada vez que notaba que sus conteos con las pequeñas pelotitas de aquel rosario se empezaban a acabar para llegar hasta la más grande. Luego, él se hacía empujar más al fondo y el sacerdote le mostraba un gesto de dolor y placer entremezclados que lo volvían loco.

     La tortura de tener que soportar sus sensaciones en el más calmo silencio dentro de aquel reducido espacio era a la vez excitante. Donghyuck se empujaba más fuerte mordiendo su labio mientras las gotas de sudor resbalaban por el rostro de Mark. Habían logrado alcanzar hasta el final del rosario y con la última cuenta el sacerdote lo soltó todo dentro de él, mordiéndolo en el hombro para evitar gritar y que lo oyeran hasta en el cielo. Él se empezó a masturbar como un espectáculo visual para el otro y terminó mojando el pecho de Mark con su semen. Luego, se cercioraron de que no había nadie afuera para poder salir.

     Recordando lo que había pasado hace tan solo un par de horas volvió a tener una erección. Donghyuck sabía que no le hacían daño a otros teniendo sexo entre ellos, aun si empezaban a compartir un amor desesperado tampoco lastimarían a nadie; sin embargo, estaba esa moral en medio de los dos como si fuera un muro, era tan grande y tan pesada que se hacía casi imposible de traspasar incluso a pesar de su aparente invisibilidad. ¿A quién le importaba si Mark le ayudaba a dilatar su próstata introduciéndole en el ano un crucifijo? Si alguien de un país lejano y una religión distinta lo observara, posiblemente no se espantaría tanto, pero si cualquier persona en esa comunidad lograra atisbar, aunque sea con letras ese pensamiento, él sería señala- do, excluido y le dirían que se iría al infierno. ¿Cómo podían ellos saberlo? ¿Cómo depositaban una fe tan grande en un trozo de madera? ¿Por qué a pesar de alimentar sus almas con palabras sagradas no hacían nada más que lastimar a las personas distintas?

     Por las venas de Donghyuck prácticamente no corrían prejuicios. Si cualquiera deseaba hacer lo que sea con su propia vida, él estaba bien con eso. No era religioso, no creía en dios, le daba igual cuánta gente fuera a misa, ni le importaba el bien común de esa provincia y aun así era mejor samaritano que muchas de las personas que se golpeaban el puño contra el pecho todos los domingos en el templo. Si había un dios en el cielo, debería de comprender eso, debería de saber que él nunca quiso dañar a su familia ni a Doyoung ni tampoco a Mark, tan solo deseaba ser él mismo sin inhibiciones ni hipocresías, amar y ser amado. ¿Y qué mejor forma de vivir el amor que demostrándolo mediante el cuerpo? ¿Qué pensaba esa gente que había querido su dios al crearlos siendo capaces de experimentar pasiones tan intensas, sensaciones tan sublimes? ¿Por qué no lo consideraban como un don más y, en cambio, lo volvían un aspecto a satanizar?

     Le gustaba sentir placer, no era ningún mojigato. También le gustaba que otros sintieran placer por medio de él. Siempre estaba deseando que Mark se dejara llevar un poco más y que viviera sus pasiones sin miedo. Se había involucrado con ese hombre tanto y de una forma tan intensa que le hubiera gustado que sus vidas fueran vividas como un orgasmo constante, llena de deleite; sin embargo, en su contexto la religión más que un apoyo emocional, era un mecanismo de control: «No hagas esto porque dios no quiere», «a dios no le gusta que...», «dios te va a castigar». ¡Joder, que así no daban ganas de amar a dios!

     Había hablado lo suficiente con Mark como para saber que este sí tenía fe. El sacerdote insistía en la sensación de plenitud que guardaba en su corazón gracias al amor de su dios. Cuando le decía ese tipo de cosas, sus ojos brillaban con alegría. Primero, Donghyuck creía que solo intentaba convencerlo, pero con el tiempo supo que ese no era el propósito. Cuando Mark hablaba de sus propias experiencias cumbres teñidas de espiritualidad y religión, no mentía, en verdad era feliz. Por Mark había movilizado sus creencias contundentes contra dios. Si Él existía o no realmente no era algo que le importara, pero había gente en este mundo a la que ese pensamiento de un Ser–Todo– poderoso–que–te–acompaña–para–siempre–amén le daba fuerzas para seguir adelante en medio de todas sus mierdas o era la excusa perfecta para hacer el bien a los demás. Donghyuck pensaba que eso era conveniente, muy conveniente de hecho, aunque no era su modo de vivir la vida.

     Él nunca fue de medias verdades ni de sueños inexplicables, trucos de magia o arrepentimientos; él nunca fue de los que ocultaban sus vergüenzas o dolores; él nunca fue el de la pose perfecta, el que miraba por arriba del hombro, el que señalaba, el que se negaba el amor. Pero todo mundo pensaba que era extraño, todo mundo pensaba lo contrario y Donghyuck no entendía por qué.

     Al siguiente día mientras almorzaba en la universidad con Johnny, la única persona que se le acercaba sin sufrir los inconvenientes del acoso —tal vez tenía que ver con sus músculos y su gran altura—, le comentaba algunas de sus filosofías religiosas y sobre lo injustas que le parecían a veces las personas practicantes.

     —Creo que tienes razón, Donghyuck, pero se te escapa una cosa. Escucha, ¿irías desnudo a dar clases de música en un kinder garden?

     La sola imagen provocó que el más bajo riera. ¡Ese Johnny era una cosa! Siempre acababa por hacerlo reír.

     —No, claro que no. No creo que los niños deban ver el cuerpo humano con morbosidad, sin embargo... supongo que no es el contexto adecuado para estar desnudo.

     —¡Exacto! No puedes meterte tres crucifijos y una pelota de hostias en tu ano porque estás descontextualizando la fe de muchas personas. Es decir, tampoco deberías ofrecerle cerdo y vino a un musulmán ni vomitar sobre el kipá de un judío... Debes respetar a quienes piensan diferente. Sus creencias son tan válidas como tus no creencias, es un derecho humano.

     —Pero, Johnny, las cosas por las que me juzgan forman parte de mi individualidad... Nadie sabe si me masturbo frotándome con un kipá, eso no ha sido necesario para que me den su odio. Y nunca me he acostado con un imām.

     —Bien, no tengas sexo con esos padres musulmanes... podrían flagelarte o algo así...

     —Entonces, ¿qué hago? Es decir, nunca me metería un crucifijo en el culo frente a toda una congregación... —Johnny escupió su bebida y Donghyuck siguió con su idea— pero si lo que la congregación odia es mi propia existencia, ¿qué hago? ¿Si mi ser es lo que les hace sentir insultados? Soy gay, va contra sus reglas. ¿Debería largarme para que ellos vivan felices? No puedo desaparecer mi orientación sexual como si fuera una media vieja, no puedo curarme de algo que no es una enfermedad... ¿Debo negarme el placer y el amor para que ellos me consideren sujeto de derechos?

 ¿Debo negarme el placer y el amor para que ellos me consideren sujeto de derechos?

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RELIGARE I [Fanfiction NCT- MarkHyuck/JohnHyuck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora