Mi iglesia no ofrece ningún perdón,
ella dice que la venere en el dormitorio.
Al único cielo al que voy a ser enviado
es cuando estoy a solas contigo.
Hozier –Take me to church
Martes en la noche, Mark cerraba la puerta del templo, listo para buscar su propio descanso. Había celebrado unos bautizos por la mañana y a esa hora se encontraba agotado. No usaba la habitual casulla verde con la que celebraba las misas sino su sotana negra, la que vestía para asistir a cualquier sitio e identificarse como un fiel servidor del dios en quien creía. Siempre cerraba por dentro y se iba a la casa cural donde vivía, ubicada al lado del templo.
—Linda bata negra. —Escuchó una voz dentro de la iglesia, justo cuando había cerrado.
—¡Mierda! —Dio un sobresalto. Donghyuck salió de entre las bancas, riendo con satisfacción— ¡Perdóname, Señor Jesús! A veces uno pierde la paciencia— oró Mark, santiguándose.
—Seguro que se va a ir al infierno por hacer alusión a defecar en la casa de su dios.
—¿Qué haces aquí? ¡Bendito, me has dado un susto terrible!
—¿Me está bendiciendo, Mark?
—Es lo menos que puedo hacer después de que probaras así la fortaleza de mi corazón. —A Donghyuck se le ocurrieron como siete modos más interesantes para probar la fortaleza del corazón del sacerdote y le regaló una sonrisa torcida, nacida de sus pensamientos retorcidos—. Ya estaba cerrando. Debes irte —dijo cuando recuperó el aliento.
—¿Es su casa? No. Es la casa de su dios. ¿Por qué me corre de una casa ajena? ¿No soy lo suficientemente bueno para estar aquí? ¿Es porque no uso bonitos vestidos negros como otros? —Lo miró de reojo.
—Por milésima vez, se llaman sotanas, Donghyuck. Y no te estoy corriendo, solamente estoy cerrando el templo.
La única luz encendida provenía de las lámparas sobre el altar. Ellos estaban algo lejos, Donghyuck en la nave central y Mark cerca de la puerta principal, observando al joven acercarse con lenteza en medio de aquel ambiente sombrío.
—La casa de su dios debería estar abierta para la comunidad a toda hora. Uno nunca sabe cuándo podría guarecer a un alma sin techo.
—Si hago eso, es posible que los ladrones se roben las cosas.
Donghyuck pasaba sus dedos traviesos por las bancas que se encontraba en su perezoso camino hasta Mark.
—Oh, vamos, el Vaticano tiene mucho dinero, podría reponer una que otra banca robada —sonrió.
—Podría, pero no si tiene que hacerlo cada semana en todo el mundo.
Donghyuck se detuvo y rio.
—Imagine, Mark, que usted es convencido por mis palabras, deja la puerta abierta y un buen día, ¡se roban una banca!
—¡Bájate de ahí! —le interrumpió cuando observó a Donghyuck subirse a una de las bancas y empezar a caminar a lo largo de ellas, pero el joven lo ignoró y siguió hablando.
—Imagine ser llamado para confesar a un enfermo de la comunidad y que cuando usted llega a esa casa, ¡descubre en ella la banca que se han robado! —El cura estuvo a punto de atraparlo, pero Donghyuck brincó hacia la banca de adelante y luego una y otra más, riendo como un niño mientras el sacerdote lo seguía con el ritmo más rápido con el que podía conservar su dignidad— ¿Qué haría, Mark?
—Tendría que denunciarlo por robo —respondió dando manotazos en el aire mientras el universitario se le escapaba una y otra vez.
—¡Pero aguarde! Usted se da cuenta de un detalle: no hay más muebles en ese hogar, la larga banca del templo es el único sitio donde el enfermo puede descansar... ¿Qué haría, Mark?
El clérigo detuvo su persecución. Estaba en un dilema ético.
¡Demonios! ¡Es decir! ¡Dios me ayude!
—En ese caso no denunciaría.
—En tal caso usted encubriría un crimen, ¿sería pecado?
—Sería cosa de Dios juzgarlo.
—Entonces deje la puerta abierta de ahora en adelante.
—¡Se robarían las cosas, Donghyuck! —refunfuñó cesando la persecución y cruzándose de brazos.
—Nadie con mucho dinero robaría una de estas horribles bancas... Puede estar seguro de que serían usadas por personas con gran necesidad.
Mark bajó sus brazos. ¡Santo cielo! ¡Qué prueba más difícil ese Donghyuck ! (Tampoco iba a decirle que en la iglesia había cosas con más valor que esas bancas. No quería darle más ideas).
El joven supo que había ganado y rio tan abiertamente que el sonido fue golpeando cada esquina del templo y replicándose en un hermoso coro. Ese ruido rompió la oscuridad y la calma de aquel sacrosanto sitio. El sacerdote se sintió embelesado, lo observó brincar de un lado a otro mientras él, en lugar de detenerlo, solo sonreía tímidamente, como si observara a un querubín jugar... pero no, Donghyuck estaba muy lejos de ser un querubín, lo supo en el momento en que lo vio correr hasta el Sagrario y tomar la vela roja que simbolizaba que justamente ahí estaba la presencia del Señor.
—¡Deja eso, muchacho blasfemo! —se apresuró Mark.
—Está muy oscuro aquí, esa cajita no necesita de la luz como yo.
—Tú necesitas otro tipo de luz. «Esa cajita» es el Tabernáculo. Debes ser más respetuoso —aleccionó mientras lo alcanzaba y tiraba de su brazo, causando que la espelma se vertiera en su mano por lo que se quejó del dolor. Donghyuck lanzó la vela al suelo, la cual se apagó de inmediato mientras se dedicaba a revisar la mano de Mark. El aire olía ligeramente a humo.
—Lo siento, Mark, no quise hacerle daño. ¿Está bien?
—Estoy bien —respondió muy cerca de él.
Donghyuck levantó su cabeza para encontrarse con los ojos del sacerdote, con la mirada inocente de quien se había convertido en objeto de sus fantasías prohibidas. Lo sujetó del rostro y se sostuvo en la punta de sus pies para atrapar su labio inferior entre los suyos. El mismo que días atrás había tocado, el que soñaba todas las noches sobre su cuello haciéndolo despertar bañado en sudor.
Con que así era... el sabor de lo prohibido... Suave, dulce, húmedo, tibio... Y quería más.
A partir de esa noche la puerta del templo era cerrada pero no con llave porque Mark no sabía cuándo ese lugar podría servir para guarecer un alma en pena...
dontwnncry
ESTÁS LEYENDO
RELIGARE I [Fanfiction NCT- MarkHyuck/JohnHyuck]
FanfictionMark Lee ha respondido al llamado de la fe, por lo que ahora es un sacerdote católico apostólico recién salido del seminario. Después de su segunda misa en la provincia en la que fue llamado a servir, recibe el encargo de una de sus feligresas: «Ayu...