El mundo lo puede desaprobar, pero mi mundo eres solo tú.
Y si somos pecadores, entonces, esto se siente como el cielo para mí.
Lauren Aquilina, Sinners
El lunes, Mark se encontraba encerrado en el confesionario a las cinco de la tarde. Estaba a punto de acabar el horario establecido para realizar las confesiones por lo que esperaba que no hubiese afuera más que una persona. El hombre que estaba atendiendo acababa de decirle que solía escupir en la comida que servía en su restaurante a todas aquellas mujeres que alguna vez se negaron a salir con él. Mark sintió ganas de gritarle «serás cabrón», pero no podía hacer eso. Le encargó una penitencia especialmente larga y lo dejó ir. De repente le dolió su cuello, ¿cómo podía juzgar a aquel hombre? Él había mantenido actos sexuales sobre símbolos de su religión... lo de aquella persona desagradable a su lado era un juego de niños, aunque para su dios todos los pecados fueran igual de desagradables.
Donghyuck apareció de la nada cerrando la puerta tras él y arrodillándose en frente. El espacio era reducido por lo que apenas cabían ahí dentro.
—¡Dios Sacramentado! ¿Qué haces aquí? ¡Vete! —ordenó en un susurro molesto.
—No puedo. Anoche no hablamos, necesito de ti.
—Estoy confesando, ¡nos van a descubrir!
—Ya no había nadie fuera.
—El señor Jung apenas ha empezado su penitencia.
—¿Ese tipo que estaba contigo? No lo hizo... lo vi irse...
¿Cómo? ¿Se había ido? ¡Aaaaah, ese señor Jung! ¿Debería avisar al Ministerio de Salud para que inspeccionaran aquel restaurante?
Donghyuck recostó su cabeza en el regazo de Mark.
—Pequeño... ¿qué estás haciendo aquí? No puedo darte de mi tiempo los lunes. Trabajo demasiado y...
—Gracias —lo interrumpió—. No sé qué tanto le dijiste a mi madre. Solamente... gracias.
Mark le acarició el cabello y no le importó que unas pocas lágrimas que empezaron a resbalar desde aquellos ojos cafés, mancharan su sotana.
—Todo lo que le dije es que eres maravilloso y fui lo más sincero que he sido en los últimos días.
—Donghyuck levantó su cabeza y Mark le sujetó el rostro limpiando con sus pulgares las lágrimas en sus mejillas— No llores, esa es la imagen de mi propio infierno. No quiero nunca más verte llorar —luego lo besó en los labios.
El joven cerró los ojos y dejó que Mark lo saboreara, que tomará de él todo lo que considerara necesario... No sabría decir si fueron pocos o muchos los minutos que pasaron jugando con sus lenguas hasta que escucharon a las personas empezar a entrar, siendo llamadas por las campanadas que indicaban una pronta misa.
—Va a empezar la misa, Mark, es momento de que salgamos.
—No, quédate más.
—Pero la gente...
—Nadie se asomará al confesionario... Escuchemos la misa juntos.
—¿Taeil no se preguntará dónde estás?
—Tal vez.
Mark levantó a Donghyuck para sentarlo sobre su regazo como si fuera un niño. Este pasó la mano tras el cuello del sacerdote, apoyó la frente en la sien de aquel hombre que lo cuidaba y esperaron el inicio de la ceremonia. No dejaron de participar en aquella misa. En ocasiones hacían pausa entre sus mimos para responder: «Amén», junto al resto de la congregación. En ese momento eran una pareja enamorada, actuando cariñosos como recién casados. Pequeñas caricias, besos cortos y mordidas sin fuerza por todas partes, orejas, boca y cuello, manos entrecruzadas, juegos con los dedos, suspiros, miradas largas, sonrisas atontadas, susurros, cumplidos y de nuevo «amén». Cuando llegó el momento de darse el saludo de la paz, ellos se comieron a besos.
—La misa ha acabado muy rápido —se quejó Donghyuck en el oído de Mark para que nadie lo escuchara. Las personas aún no empezaban a salir del templo. Taeil estaba haciendo algunos anuncios para la comunidad.
—¿Te estás volviendo religioso, pequeño pecador?
—Me estoy sintiendo completamente religioso ahora. Por ti yo me haría monje budista y me condenaría al ascetismo.
—¡Tonto! —exclamó con cariño, antes de besarle la mejilla— Estás mezclando las creencias.
Donghyuck sonrió. Si le iban a decir «tonto» con tanto amor, entonces empezaría a hacerse amigo de Jungwoo, Chenle y Yuta quienes en toda oportunidad lo llamaban así y de peores maneras.
—Sigamos rezando.
Mark nunca escuchó a alguien pedirle algo así de una manera tan sexy. Tal vez tuvo que ver con que Donghyuck se lo susurró al oído antes de introducirle la punta de su lengua en la oreja. Le daría misa toda la noche si se lo pedía.
Donghyuck jugueteó con el crucifijo que colgaba del cuello de su sacerdote.
—¿Cuántas pelotitas tiene este collar?
—El santo rosario tiene sesenta cuentas —respondió antes de depositar un beso sobre el labio inferior del curioso jovencito.
—Hay unas más grandes que otras.
—Cada decenio de cuentas pequeñas se separa por una más grande... ¿Me estás diciendo que quieres rezar el rosario, Donghyuck?
—Sí, pero vamos a hacerlo a mi modo... —el joven cambió de posición para sentarse a horcajadas sobre Mark. Afuera, Taeil terminaba con los anuncios para la comunidad —Te voy a besar una vez por cada cuenta pequeña —advirtió mientras le quitaba el rosario y sostenía una de las bolitas entre sus dedos. —Uno —contó dándole un pequeño beso en la mejilla derecha a Mark—, dos —un beso en la otra mejilla—, tres —en el ojo derecho—, cuatro —en el ojo izquierdo—, cinco —en la nariz—, seis —en la oreja derecha—, siete —en la oreja izquierda—, ocho —en el cuello—, nueve —en la frente—, diez —en los labios.
—Has hecho las oraciones de tu primer decenio, ¿qué harás ahora que llegaste a la cuenta más grande?
Donghyuck empezó a abrir la sotana, luego la camisa y el pantalón del cura quien se resignaba a ser un simple espectador de las intenciones de su compañero.
—En cada cuenta grande voy a dejar que te hundas en mí... cada vez más profundo y con cada decenio, los besos serán más largos.
—No hay aceite aquí —advirtió—. No quiero lastimarte.
—¡Oh, Mark! No te preocupes si me rompes, así como no me preocupé cuando te rompí yo a ti.
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RELIGARE I [Fanfiction NCT- MarkHyuck/JohnHyuck]
FanfictionMark Lee ha respondido al llamado de la fe, por lo que ahora es un sacerdote católico apostólico recién salido del seminario. Después de su segunda misa en la provincia en la que fue llamado a servir, recibe el encargo de una de sus feligresas: «Ayu...