Pecado XXV

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Si lo arriesgo todo, ¿pondrías fin a mi caída?

¿Cómo vivo? ¿Cómo respiro? Cuando no estás aquí, me sofoco.

Quiero sentir el amor recorriendo mi sangre.

Dime, ¿es aquí donde renuncio a todo? 

Sam Smith, Writing' song on the wall

     La palabra «estupefacto» solo era un eufemismo cercano a describir el modo en que Mark se sintió en ese momento. Donghyuck no solamente estaba en el templo sino que se había desnudado y sus manos estaban amarradas con un santo rosario, ambas colgaban desde el marco del confesionario mientras él, dándole la espalda, aguardaba. A cada lado suyo, un cirial tenía una vela roja encendida.

     —¿Qué es...? —Ni siquiera pudo terminar su pregunta.

     —Te he visto intentarlo, pero esta será la última vez. Si te resistes a mí, tu fe lo soportará todo.

     —¡Vade retro, Satanas! —exclamó Mark en latín intentando expulsar los demonios que en su imaginación empezaban a empujarlo hasta aquel hombre. Donghyuck respondió con las únicas palabras en latín que sabía.

     —Carpe diem —luego sonrió, pero como estaba de espaldas, Mark no pudo notarlo.

     La situación era descabellada. El sacerdote sentía en su interior todo el fuego del infierno y toda la luz del cielo, en medio de una lucha encarecida. Tomó el cirial izquierdo para apagarlo, estaba tan tenso que sus movimientos eran torpes y en cuanto volteó la vela sujetada de aquel largo palo, el espelma roja que se había acumulado en ella resbaló cayendo por toda la columna vertebral de Donghyuck hasta terminar de solidificarse justo en la entrada de sus glúteos. El joven soltó un quejido debido al inesperado dolor y este retumbó por el templo, esa vez sin ser coreado por los cantos gregorianos, solo era un gemido en toda su crudeza, explotando en el corazón de Mark y provocando sin piedad cada una de sus hormonas y emociones. El material rojo endureciéndose sobre la piel blanca al igual que la condensación de todos sus pecados.

     El sacerdote soltó el cirial, dejándolo caer al piso, causando que la vela se apagara, se pegó al cuerpo de Donghyuck sosteniéndolo por las caderas y presionándolo contra sí mismo, empezó a comerse el cuello de aquel delgado hombre que se estiraba para permitirle mejor acceso, lo rodeó con su mano hasta que alcanzó el miembro del otro y empezó a subir y a bajar la delgada piel que lo envolvía. Introdujo un dedo en el ano de su compañero sin dejar de masturbarlo hasta que Donghyuck tuvo el pene tan humedecido que Mark se sirvió de esa miel para dilatar más los músculos anales. Después de tortúrarlo con dos dedos, el sacerdote levantó su sotana, dejó caer sus pantalones y ropa interior, y se introdujo en él, provocando un grito que resonó por todo el lugar y aquellos ángeles del techo, de haber podido hacerlo, se hubiesen cubierto los oídos con las manos. El joven no estaba sostenido demasiado fuerte pues se había amarrado por sí mismo, por lo que pronto se vio empujado hasta dentro del confesionario gracias a los agresivos embistes de Mark.

     La piel de Donghyuck brillaba con una fina capa de sudor, mordió su labio causando que sangrara, de no hacerlo hubiera gritado tan fuerte que el eco de su voz escaparía de aquel lugar y espantaría las aves que dormitaban en lo alto del campanario hasta resonar por toda esa maldita comunidad. Mark le volteó el rostro y en un exigente y posesivo beso bebió su sangre.

     El orgasmo llegó para Donghyuck con una mezcla de dolor y placer, todo fue lo más crudo que posible. Mark se vació poco después dentro de él y el más bajo sintió que el semen tibio era como una pomada que aliviaba su ardor.

Alea iacta est, Donghyuck —le dijo Mark—. La suerte está echada.

 La suerte está echada

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RELIGARE I [Fanfiction NCT- MarkHyuck/JohnHyuck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora