Una cita

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Mañana será mi cita con Cookie, para ser honesto estoy nervioso.

Y la verdad, ¿Como quieren que me sienta? Pues nunca he tenido una cita de este calibre, pues lad otras que he tenido han sido desastrosas, obligadas, decepcionantes y mil y un cosas más.

Cookie es una chica por la que en verdad siento cosas. Que hace sonreír y que me transmita una paz que me haga olvidarme de los problemas que mis hermanas me causen.

En toda cita tiene que haber un plan, pues en mi opinión, lo peor que puedes hacer es invitar a una chica sin tener nada preparado.

Por eso, necesitaré el apoyo de una mujer que sabe lo que es el amor. O eso espero...

-¡Niños, a desayunar!-

Rita Loud, la matriarca de aquella extensa pero problemática familia era una mujer que se sentía desgastada por la forma en que vive su día a día.

Le carcome el resultado de todos hijos que tuvo.

Las mayores o son molestas e ingenuas, o son problemáticas o el orgullo equivale a su cabeza entera.

Las menores son complicadas, pero ligeramente mejor que las mayores. Estas son caprichosas e irritantes, no aceptan fácilmente un no por respuesta, y sus gustos o deseos convierten sus problemas en conflictos económicos. De hecho, todas contribuyen su grano de arena en cuanto a dinero gastado se trata.

O las acusan de desordenadas o conflictivas, también sus "accidentes" han dañado propiedad ajena, la cual ella junto con su marido se ven obligados a pagar.

Su marido es una buena persona para ella, que le brinda momentos de felicidad a su vida, aunque junto con ella, ambos aceptan que tal vez, y la familia que tanto desearon tener les había salido de las manos.

Y al final esta Lincoln, su único hijo varón. Si le dieran el tiempo del mundo entero para pararse y pensar todas las veces en las que le fallo a aquel chico bajo su cuidado. Tardaría medio día, pero para una madre, eso sería imperdonable.

Trataba de reivindicarse y ser la madre que el chico debería tener, pero era imposible, pues las chicas carcomian el tiempo que ella quería gastar con su hijo.

Ella era una madre que sinceramente, no se sentía como una.

Todos los hijos bajaron al mismo tiempo, apurados por llenar sus estómagos de la comida que sus padres les habrían preparado.

Ya con todos sentados en el comedor se sentaron a disfrutar del tan esperado desayuno. Las chicas empezaban a hablar de sus futuros eventos, conciertos, desfiles de moda, concursos de belleza, demostraciones de poemas, futuros partidos. La lista seguía y seguía, pero no le daban importancia.

Fue un desayuno agradable, no paso nada molesto como una guerra de comida o una discusión entre hermanos, lo cual fue satisfactorio para aquellos Loud que amaban la paz y el orden.

Acabado el desayuno las chicas, junto con el padre se levantaron de la mesa para seguir con sus actividades. Rita tendría que quedarse en la cocina, pues sería su turno de lavar los platos.

Pero, mientras recogía los platos de la mesa, vio como su hijo varón seguía sentado en su asiento.

La matriarca dudo en hablar, pero decidió que, si quería redimirse con su hijo, tendría que ser aquella que empezara con la redención.

-¿Sucede algo Lincoln?- La mujer trataba de no dirigir su mirada hacia el, pues así no tendría que saber si la decepción era una de las expresiones que su hijo le mostraría.

-Verás...mamá- Habló con detenimiento.

Aquella palabra hizo estremecer a la mujer.

-Mañana saldré con alguien, y...-

Mi humeante escapatoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora