El fin de manos a la obra Felix | Parte 1

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El tiempo era algo demasiado complejo para un pequeño pecoso que nisiquiera llegaba a una década de vida. Algunas veces los días pasaban demasiado lento, otra veces sentía que un día parecía mas bien una hora, pero había otros casos en donde Felix anhelaba con todo su corazoncito detener el tiempo y apreciar aquellos detalles que muchas veces pasaba por alto. Tal era el caso de lo que estaba viviendo en ese preciso momento, viendo como su vecino prácticamente se estaba arrodillando ante su presencia esperando que él pudiera brindarle su ayuda. Iluso.

Felix se consideraba un niño muy maduro e inteligente para su edad, pero prefería mantenerlo en secreto para continuar siendo mimado como un bebé. Él sabía muchas cosas que los niños de su edad ignoraban, le gustaba permanecer en silencio y sacar sus propias conclusiones, o más bien, sacarle un mejor provecho a las oportunidades que se le presentaban.

Sin embargo, él seriamente se preguntaba si su vecino lo creía un tonto o el tonto era su vecino que no lograba entender sus indirectas.

- No entiendo Minho hyung. - fingió inocencia mientras sentaba a su pollito de peluche sobre una pequeña silla de madera. - ¿Acaso quiere que le ayude a celebrar su primer aniversario con Hannie?

Minho, quien ya llevaba varios minutos de rodillas sobre el mojado pasto del patio trasero de los Lee, fingiendo a su vez ser titiritero de un oso de peluche, asintió efusivamente esperando que el pequeño frente a él por fin entendiera.

- Y a cambio SOLO me ofrece una bolsa de gomitas.

- Sí.

El australiano quería golpearse con su pollito, puesto que ya había repetido lo mismo tres veces y el mayor seguía sin entender que ese no era el "precio" al que que quería llegar. No se le hacía justo recibir un paquete, puesto que el pecoso consideraba sus ideas tan maravillosas que nadie tan ingenioso podría llegar a igualarle.

- Que sean cinco y un nuevo peluche. - pidió directamente Felix a la par que levantaba el mismo número de dedos en dirección al mayor tratando de lucir tierno.

- ¿Cinco? Eso es demasiado, tus padres podrían regañarme, a lo mucho serán dos y sin peluche porque ya tienes muchos.

Felix eliminó su sonrisa.

- Entonces no hay trato. - respondió el pecoso quitando su osito de las manos contrarias para después darle la espalda.

El azabache pasó sus manos sobre su cara tratando de liberar un poco su frustración. Para el mayor era demasiado fácil levantarse y conseguir algo por su propia cuenta, pero era el primer aniversario que iba a tener con Jisung, ese momento nunca se repetiría y quería que fuera único. Quería que el castaño sintiera lo especial que se sentía Minho al poder tenerlo a su lado y sabía que Felix sería una pieza clave porque no pasaba un día en el cual su novio no hablara del pequeño pecoso. Él lograba comprenderlo, pues en su momento, el niño fue la única compañía del castaño al tener a su familia lejos y le agradecía en secreto por haber ocasionado que sus mundos chocaran.

- Bien, serán tres y un peluche pequeño. - suspiró rendido tratando de no sobrepensar las cosas para evitar arrepentirse de pedirle ayuda a un niño.

- ¡Acepto!

Apenas el grito de Felix retumbó en los oídos del mayor, este mismo se lanzó sobre los brazos contrarios haciéndolos caer sobre el pasto.

- ¡Felix! Estás ensuciando las ropas de Minho. - reclamó su madre, quien estuvo observándolos desde el marco de la puerta todo este tiempo pensando que su hijo y su vecino pasaban tiempo de calidad.

Entre risas, el pecoso fue levantado en los brazos del azabache mientras comenzaban a encaminarse en dirección a la casa.

- No lo olvides hyung, sino no hay trato. - susurró Felix antes de ser depositado en el suelo y dejando un pequeño besito en la mejilla contraria a modo de despedida, el cual el mayor no dudó de limpiar con el dorso de su mano.

¡Felix manos a la obra!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora