Epílogo.

45.5K 2.4K 1.1K
                                    

¿Plan?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¿Plan?

28 de diciembre

Al despertar, observé por la ventana cómo era una mañana soleada y bastante bonita, la brisa fresca, los árboles moviéndose al compás, los pajaritos cantando, todo parecía indicar que sería un bonito día.

Me fui tranquilamente al baño donde hice mis necesidades, incluyendo cepillar mis dientes. Me miré frente al espejo, aprovechando la posición.

Usaba una camisa blanca y holgada que me bajaba hasta las rodillas, mi short de pijama casi no se veía. Tenía el cabello en una trenza mal hecha y por suerte ya no tenía ojeras bajo mis ojos, ni mucho menos palidez en mi piel.

Era como si hubiese vuelto a ser yo, aunque nunca lo fui.

Sonreí

Levanté un poco la prenda de mi torso, observando mi abdomen plano y justo allí abajo una pequeña cicatriz que no era muy notoria, sin embargo, era la prueba de esa época que marcó mi vida. La que ya no iba a volver.

Sacudí mi cabeza para no desviar mi mente por esos pensamientos, mejor me centré en lo importante. Estaba viva, estaba sana y estaría bien. Eso era lo único que valía la pena pensar.

Me lavé el rostro, secándolo con una toalla a un lado. Revisé que mi aspecto no fuese malo y entonces salí del cuarto, de camino a la salida de la enorme habitación.

Caminé por el solitario pasillo tratando de no hacer ruido con mis pies descalzos. No se oía ni una sola respiración en la estancia, lo que me hizo pensar que estaba sola.

Entonces, cuando estaba a punto de caminar con más tranquilidad, escuché una especie de maldición acompañada de un estruendo, como un golpe. Me detuve por instinto, pegando mi oído a la pared de la cocina con tal de escuchar

—Mierda —susurró, bajito—. Mi madre no mencionó que esto podría quemarme.

Sonreí con más ganas.

Sí, ese es Elliot.

Me asomé por el umbral solo un poco para no ser vista, noté su espalda ancha y la forma en la que sus hombros se tensaban cuando hacía las cosas. Tenía el torso desnudo y una pantaloneta cualquiera cubría el resto de su cuerpo. Me centré en su altura e imponencia. Lo que me hizo saber que estaba justo detrás del hombre más guapo de esta tierra.

Sin esperar más, y sin ánimo de alargar la situación, salí de mi escondite, ingresando. Pasé mis brazos por su torso, abrazándolo. Al principio se tensó, al percibir que era yo, se relajó en menos de nada.

Apoyé mi mejilla en su espalda

—Hola —murmuré

—Se supone que estarías dormida.

—¿Por qué? —me puse de puntitas para poder asomarme sobre su hombro y así observar lo que estaba haciendo. Fruncí el ceño—. ¿Un pastel?

—Arruinaste la sorpresa.

El brillo de las estrellas✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora