4.- Benevolente

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Hermes

Ser el mejor, debería darme algunos beneficios, como, por ejemplo: faltar a estas reuniones, yo creería que no necesito socializar para desempeñarme bien en lo que hago.

Son inconscientes, aparte de todo, revisar pacientes, consultas externas, dos cirugías y aun así el director no se siente lo suficientemente contento.

Él y la junta directiva me mantienen en constante monitoreo, primero me alababan para traerme a su territorio y ahora que me tienen aquí, desean moldearme según sus gustos.

Pero requiero de la aprobación del presupuesto que pedí para el siguiente periodo, mi investigación no puede avanzar sin ese dinero, además fue una de las cosas que me prometieron.

Sin mucho ánimo me puse en camino, lo único atractivo de esto era el poder salir del bullicio de la ciudad, porque la reunión me comentaron sería a la orilla de la playa.

Tan solo llegar soy abordado por varias personas, que no conozco más que de vista, a pesar de llevar varios meses viviendo aquí, aún soy incapaz de recordar sus nombres, no por falta de capacidad, sino por no querer almacenar datos que no me son útiles.

Mi intención es solo hacer acto de presencia, fingir que algo urgente requiere mi atención y salir, por lo menos le dirán al director médico que si asistí.

Pero resulta que no es tan fácil como me lo había planeado, paso de un grupo a otro, hasta que se dan cuenta de que no soy nada sociable. Las personas encuentran difícil tratar conmigo, no suelo ir mintiendo y complaciendo a la gente con conversaciones vacías y fingidas.

Mi raciocinio desde siempre me ha traído vicisitudes, desde golpes hasta el aislamiento.

Tal vez por ello encuentro diversión y algo interesante que hacer mientras finjo escuchar una disertación de un neurólogo.

Una mujer a la que he observado ir platicando con distintas personas, sonriente y desenvuelta, intento descubrir cuál es el motivo de ir cambiando de interlocutor, hasta que veo que uno de los pocos con quien si he hablado le hace señas.

Me parecen muy divertidos, desde mi perspectiva da la impresión de ser una escena caricaturesca, lo que aumenta mi grado de intriga, así que no los pierdo de vista.

Mi diversión está a punto de estropearse ante un sujeto que a leguas deja ver sus oscuras intensiones. No soy un caballero en armadura plateada que guste de ir salvando damiselas, pero ya que me ha servido de distracción, lo encuentro apropiado.

Paso al costado de la mujer y le advierto de forma rápida, me alegra y alivia que no es de esas testarudas, porque con prontitud se va, pero dado que esta más que ebria no sé da cuenta que irse a un lugar apartado no es lo más inteligente.

No pretendía entablar conversación con ella, solo me aseguraría que nada raro le pasará, solo que verla hablar, me recordó que aún no resuelvo el misterio de qué demonios hacía platicando con medio mundo.

Algo que debí evitar a toda costa porque desde el momento que no la deje sola, estaba siendo responsable por su seguridad.

Mi suerte empeoró cuando a media conversación se quedó dormida, no podía ir a buscar a su amigo y dejarla aquí afuera, así que la levante en brazos y la lleve al interior, Thomas al verme con ella, se apresuró a ir a mi encuentro.

Con una facilidad magistral me hizo traerla a mi casa, porque él no podía llevarla dado que no llevaba auto, en la casa donde se celebraba la reunión era de renta, así yo solo y mi caballerosidad me llevaron al embrollo.

Comenzó en NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora