26.- Sin audiencia

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Shirley

Varias preguntas fueron contestadas esa noche, debía asegurarme que él conociera todo el panorama al que me enfrentaba, esta necesidad de que no me malinterpretará me rondo la mayor parte de la noche, impidiéndome dormir.

¿Por qué se había vuelto tan importante?, ¿por qué vine corriendo?, ¿por qué...? ¡Argh!

Rompí la regla más relevante de mis viajes, no te apegues a nada, ni nadie. Tontamente bajé mis defensas.

Menos mal que don "honestidad" no me veía más que como el medio para alcanzar el objetivo que se había trazado.

...

El sonido de alguien tocando a mi puerta me despertó, necesitaba seguir durmiendo, tenía como dos horas que apenas cerré los ojos, o eso me pareció a mí.

Hermes asomó la cabeza, me enderecé un poco para verlo —¿te sientes bien? —cuestiono él.

—¡Ah!, es que no pude dormir bien.

—Ya está listo el desayuno, pero si quieres sigue durmiendo, nos vemos en la noche. —Al decir que ya se iba, me pare como de rayo. Pase mis manos por mi desastroso cabello, le indique que me diera un momento.

Lo más rápido posible fui a lavarme la cara y cepillar mis dientes, al abrir la puerta de mí recamará el olor de panqueques, me golpeo.

—Ya son varios días después de navidad, pero debemos abrir los regalos. —mis ojos se iluminaron y la vitalidad regreso a mí, a quién no le gusta abrir regalos.

Fui a recoger todos los paquetes y los traje, formé los suyos en el orden que quería los destapara.

Otros que no conocía, me indico que eran míos, eso me emociono más.

—Tu primero.

Una pluma fuente con su nombre grabado, una cinta para las llaves de su auto con un colgante en forma de corazón, el cual fue difícil conseguir porque yo quería el corazón con venas y arterias. La caja de herramientas de la que carecía, una foto enmarcada de él sonriendo, al verla enarco una ceja —¿cuándo la tomaste? —solo alcé los hombros y no le conté que tuve que satalkearlo un poco para tener algo decente. Me parecía que su hogar no estaba personalizado.

Y el regalo de broma que acostumbramos, era una bolsa de avena —ese es para cuidar de tu corazón y tus arterias —le expliqué, por supuesto, que no pude evitar reírme.

Solo se puso de pie y fue hasta mí, me hizo pararme para darme un abrazo, yo estaba asombrada, le di palmadas a su espalda —no sabía que te gustaría tanto la avena.

—¡Gracias!, de verdad Shirley, puedo ver que todos tus obsequios fueron concienzudamente preparados —no sabía si era bueno o malo, —me gustaron mucho, es la navidad que he recibido más regalos.

Antes de soltarme me dio un beso en la mejilla, todo indicaba que, si fueron de su agrado, me había preocupado, no sabía mucho de él ni sus gustos.

Me animo a descubrir que había en aquellas bolsas de regalo, lo primero fue una variedad de accesorios para el cabello —¿me estás diciendo que no me peino? —sonrió.

—No, solo que siempre los perdías, hace unos días localice unos en mi auto. —¡ah!

Un kit de tratamiento para el cuidado de la piel, desde bloqueador y montón de cremas. Una almohada y una manta, peludita en rosa, que venían comprimidas, —eso es para que estés más cómoda cuando ves tus películas, él señaló la sala.

—No te importará que invadan tu espacio, ordenado y masculino —negó.

En este momento ya se había acabado el desayuno porque entre que abríamos cajas, comimos disfrutando del momento, como él había visto en mi casa.

Me paso una caja pequeña —te falta... este —dentro, encontré un collar, era lo más genial que había visto, era una miniatura de una esfera, con los detalles de estar escarchada y algunos patrones, pequeños cristales, la adornaban.

—Es hermoso, ¿cómo lo encontraste? —aplico lo que yo hice, solo alzo los hombros, hizo ademán de tener sellados los labios., girar la llave y tirarla.

Hermes

Ella se dio la vuelta, recogió su cabello, le ayude a colocárselo, su cuello parecía llamarme, solo me quede en la intención de besarlo, porque al decirle que ya estaba, ella salió disparada.

La escuché gritar, para verla salir del baño cerca del recibidor, venía a toda velocidad, salto hacía mi con tanta fuerza que quede sentado en el sofá y ella encima balanceándose, tomo el collar y me expreso su gratitud con un beso rápido en los labios, para mí todo se desarrollaba en cámara lenta.

No perdí detalle de su emoción burbujeante, no se dio cuenta de lo que acababa de hacer.

—¡Shirley! —detuve sus movimientos, eso, vasto para que se pusiera roja, observo con detenimiento dónde estaba.

—¡Lo siento!, me emocioné, ¿no es así? —asentí, —es que es magnífico tu regalo, ¡muchas, muchas, gracias...!

—Ahora bájate, aunque me encantaría quedarme más tiempo, ya me demoré y debo ir al hospital. Disculpa que te deje a recoger todo esto. —señalé el desorden de la sala.

Me fui a alistarme, al por fin despedirme, ella me siguió hasta la puerta, me dio la impresión de las mascotas que te encaminan. Lo que me pareció totalmente tierno.

—Pórtate bien —tome la manija de la puerta, pero la solté y antes de abrir la puerta regrese un paso, llevé mi mano por detrás de su nuca y la atraje a mí para besarla, mi primera intención había sido un beso fugaz, en vez de ello, ambos nos enganchamos en las sensaciones, mi mano libero el maletín dejándolo caer, para poder tomarla por la cintura.

Sus besos tenían sabor a fresa y yogurth, este sería mi nuevo favorito, paso de las suaves caricias de los labios a involucrar, la lengua. Solo hasta que necesitamos recargar de aire porque el beso se intensificó, fue cuando ambos nos dimos cuenta de nuestra acción.

Solo le sonreí, no pude articular nada acerca de mi anterior acción, al cerrar la puerta pude aspirar hondo, aquí si ya pude limpiar mi boca. ¡Dios! Ella había respondido a ese gesto.

No sabía si esto significaba lo mismo para ella, era inteligente, por supuesto que aquí no había excusas de querer pretender una relación, puesto que no había nadie a nuestro alrededor.

Qué ella no parará aquel beso... no sé, ahora mismo yo solo me sentía con el pecho inflamado, una sensación de bienestar me inundo, ¡ah! Los químicos ya circulaban mi cuerpo y me gusto.

Durante este día no habría algo que pudiera quitarme esa sonrisa que se instaló en mi rostro tan pronto como deje mi departamento.

La mayoría, pregunto sobre qué suceso me tenía de tan buen humor, se me ocurrió responderle a alguien, "son los químicos del amor", le guiñe el ojo a la enfermera en cuestión y me retire, solo hizo falta que fuera dando saltos.

Este estado de ánimo era el ideal, si de por sí mi cerebro funcionaba de forma excepcional, ahora mi mente tenía una revolución de ideas, todas las anote antes de que se esfumaran, ya luego con más calma las exploraría.


Comenzó en NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora