16.-Corriendo al incordio

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Hermes

Shirley de alguna manera noto de inmediato la mala vibra que desprendía mi hermano, estaba también el hecho de que él era bastante mal intencionado con sus comentarios, de alguna forma para mí eran deslices sin el afán de ofender, pero ese era su principal objetivo de Hardy cada que abría la boca.

Ella me hacía querer aplaudir cada una de sus acciones, él no daba crédito a lo que experimentaba.

—Tal para cual —expreso él.

—Gracias por el cumplido —replico ella, yo tomé su mano y la vi, negué levemente con la cabeza.

Hardy tuvo que abandonar su sitio y venir cerca de nosotros dónde se encontraban los demás platillos, el aderezo y los panes.

Shirley y yo comimos en silencio —¿suelen ser así de aburridos?

—Estoy así de seria... porque mi plan era una cena romántica —le dirigió una mirada molesta.

Hardy solo se burló, disfrutaba meterse con la gente y hacerlos enojar.

Al terminar, él dijo que deseaba hablar conmigo en privado, Shirley me detuvo y susurro en mi oído —deja la puerta abierta, llámame si quieres que le rompa su bonita cara.

Por alguna razón me nació darle un beso en la frente —recuerda que también me sé defender.

Lo llevé a mi estudio, él no perdió tiempo y se puso a husmear, me entrego una carta de parte de mis padres, no la leí, solo le dije que no era necesario que viniera nunca más, no era bienvenido. Él por supuesto me amenazo, —abandona la idea de siquiera volver, no te necesitan, me tienen a mí y a Debra.

Mi hermana menor que no era más que una superflua que se la pasaba gastando lo que Hardy le daba, por eso la controlaba y no la veía como un enemigo.

Deslizo por mi escritorio una carpeta y una tarjeta, —esto te lo envían nuestros padres, no quieren que sufras de precariedades, te depositaran una cantidad mensual, suficiente como para que dejes tu puestecito de doctor.

No se lo regrese, porque igual no llegaría a sus manos, ya luego me encargaría de regresárselos.

Shirley recogía la cocina cuando regresamos a la sala, la vi secar sus manos y vino a mi lado —¡pues que te vaya bien! —dijo.

Hardy solo fue al recibidor y trajo su maleta, la cara de ella lo decía todo —qué malos anfitriones son, le contaré a nuestros padres. —Shirley arrugó la nariz.

—Como si les importará —solté.

—Solo dime... ¿Dónde dormiré? —le señale la habitación más alejada de la mía.

—¿Por qué no te vas a un hotel? Arruinas nuestra noche —le sugirió Shirley, eso solo lo incentivo más, le gustaba ser un incordio.

Que Hardy se quedará no me agradaba, así que fui a cerrar todas las habitaciones, incluso en donde nosotros dormimos, apagué el gas, no quería morir prematuramente, lo creía capaz de eso y más.

Por su parte, Shirley, me cuestiono si las habitaciones dejaban pasar sonidos, nunca había tenido problemas respecto a eso, porque yo vivía solo.

Al tener que compartir mi cama con ella, tuve que usar un pijama, ella volvió a ponerse el camisón de hace un rato, la vi con clara desaprobación.

—No, no te quiero seducir, bueno, solo un poco —no la entendía.

Nos acostamos, apagué las luces, pasado un rato no podía dormir igual que ella, de un momento a otro ella empezó a jadear, luego gimió, sentí como se incorporó y se puso encima de mí, estaba oscuro, pero ojalá pudiera ver mi cara y mis ojos desorbitados.

—¡Oh!, más... más... Así Hermes, no pares —ella seguía produciendo sonidos bastante sexuales.

La jalé cerca de mí —¿qué haces? —le cuestione, en un susurro.

—Tú sígueme la corriente, si nosotros no podemos dormir, menos tu hermanito.

Sonaba loco, pero le seguí el juego, encendí la lámpara de mi lado, la hice a un lado y empecé a hacer movimientos para empujar la cama y esta hiciera ruido.

Ella continuo con los gemidos y yo estaba que moría de risa, Hardy se estaría jalando los pelos por todo el ruido.

Se me ocurrió, darle unas palmadas a mi mano para que sonara como una nalgada, me uní a ella haciendo gemidos, ella se sorprendió y sonrió, con un pulgar arriba me mostró su aprobación.

La llevé cerca de la puerta —a ver muéstrame un gemido genuino —ella aceptó el reto y caray que bien le salía.

La cargué y la puse en una encimera cerca de la puerta y la empujé contra la pared, de tanta pantomima ambos sudamos.

Nos rendimos, ambos ahogamos nuestras risas con las almohadas, cuando mi pulso se controló ya estábamos de vuelta en la cama.

Luego de aquella misión quedamos dormidos sabiendo que nuestra travesura le crispó los nervios al odioso de mi hermano.

...

La alarma de Shirley sonó primero, ella no quería hacerle caso hasta que termino apagándola, se fue a acurrucar a mi costado, enterró su cabeza en mi pecho y me abrazo, yo, que ya había despertado, la moví.

—¡Uy! Lo siento, —se fue corriendo al baño.

Cuando salí de la habitación, Hardy sacaba su maleta al pasillo, me vio con el afecto que siempre me ha tenido.

—¿Te vas?

—Claro, he pasado la peor noche en bastante tiempo. Deberías mandar a insonorizar las habitaciones.

—Qué te vaya bien, saludos a la familia.

Lo vi irse molesto y con una cara de zombi, no era por los sonidos, ¡oh, no! Yo sabía perfecto que le taladro el pensamiento verme feliz, viviendo bien, con una mujer que está de mi lado.

Cuando salió Shirley, le conté que su plan había funcionado, el huésped se había ido por propia voluntad, ella llegó hasta mí dando brinquitos y se lanzó a mis brazos.

—Esto merece una gran celebración, ¿qué te gustaría que hiciéramos? Cena, visitar algún lugar.

—Por mí cualquier cosa está bien, básicamente no conozco nada aquí en Cleveland.

—Muy bien, desde ahora hasta que estemos colaborando deberás tomarte un día a la semana, ¿es posible?

—Podría arreglarlo.


Comenzó en NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora