28.- Fin de año

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Shirley

Eso de haber aceptado lo que ambos sentíamos nos puso en una situación algo extraña, era más cómodo cuando solo estábamos en esto por mutua cooperación, me sonrojaba de solo verlo y saber que nos atraemos.

Me sentí como adolescente enamorada apenándome por lo más mínimo.

Había dicho que saldría de compras y eso hice, porque un día después tendría lugar aquella fiesta de fin de año, al pedirle detalles, solo confirmó que sería de gala. Era una oportunidad para lucir bonita para él.

Bien valía la pena recorrer tienda tras tienda hasta encontrar ese vestido que cubriera mis expectativas.

...

Arreglarme era un ritual que algunas amamos, es sobre como al producirnos nos confiere un cierto sentido de poder, nos sentimos atractivas, ya sea el peinado, el maquillaje y si además la vestimenta mejora nuestra actitud y hasta la forma de caminar.

Un peinado que lucía desenfadado por dejar mechones sueltos, algo de tonos oscuros en los ojos y una sombra algo azul, fue lo más parecido al color del vestido, el cual era amplio y largo, la falda tenía una abertura que dejaría ver mi pierna izquierda, el escote tenía unas mangas que se detenían por debajo de los hombros, dejándolos a la vista.

Cuando estuve lista, abrí la puerta y en la sala estaba sentado Hermes esperando, tenía las piernas cruzadas y eso daba la ilusión de que eran largas, se veía tan guapo en ese traje, al levantarse y dedicarme una mirada evaluadora, así como yo previamente lo hice.

—¡Te ves hermosa! —por supuesto que eso me saco una sonrisa.

Suspire —Seré clara, te ves muy... ¡cogible! —mi comentario lo dejo con la boca abierta, a la vez que enarco una de sus cejas.

—Podemos quedarnos, si lo prefieres —negué con la cabeza.

Al lujoso hotel llegamos faltando unos 20 minutos para las 8 de la noche, era excitante caminar de su brazo, lo veía de reojo, su sonrisa permanente era algo nuevo, me daba una gran satisfacción saber que yo en cierta medida provocaba ese gesto.

Su fragancia amaderada, tenía loca a mi cabeza, no por ser fuerte, no, era un aroma muy masculino, aunado a su atractivo, de verdad que me arrepentí de no tomarle la palabra para quedarnos.

En la entrada, nos informaron el número de mesa a la que debíamos dirigirnos, porque en breve, según nos explicaron el director general daría unas palabras para proseguir con la cena.

Mesas dispuestas alrededor de la pista que más tarde nos tendría bailando, los colores eran el dorado y el negro, vi árboles adornados con esos colores, todo lucía formal, esperaría que entro de unas 4 horas todos se desinhibieran y entonces si sería una fiesta.

En la mesa estaban colegas de Hermes, la mayoría venía en pareja, alguno que otro venía solo, me agrado que por lo menos este año Hermes tenía mi compañía.

El discurso por supuesto, reconocía el esfuerzo y buen trabajo de todos los presentes, les agradecía por hacer del hospital uno de los mejores en Estados Unidos, al escuchar eso, lleve mi mano a buscar la de Hermes para darle un apretón; si es de los mejores, esas palabras estaban dirigidas a él.

Me volteo a ver y medio sonrió, no pude contenerme y me acerqué para darle un beso rápido.

A punto de terminar la cena, Thomas nos saludó, al parecer nos encontró de camino al sanitario, me hizo levantarme.

—¡Mírate! —tomo mi mano para girarme —a veces pienso que soy bi y no gay —me hizo abrir los ojos de más.

—Que no te escuche tu novio o me podría querer asesinar.

Hermes se levantó y me jalo hacia él por la cintura —muy tarde, suerte para la próxima, —declaro.

De hecho, por eso conocí a Thomas, era guapo, al verlo en una fiesta me atrajo, solo que al hablar con él enseguida me dijo que era gay.

Por un rato nos entretuvimos calificando atuendos, hasta que se fue para seguir socializando, me hacía compañía mientras Hermes hablaba con los miembros del consejo directivo. Las charlas llegaron a su fin cuando la música ambiental fue cambiada para dejar que los asistentes pudieran bailar.

Y yo por supuesto que deseaba bailar, Hermes por su parte regreso a mi lado y así como en Navidad me llevó a la pista, cambiamos parejas con el director médico, quién me dijo, esperaba esa invitación para la boda, incluso cuando él ya no estuviera en el hospital.

Faltaba poco para la cuenta regresiva para dar la bienvenida al nuevo año, las copas fueron llenadas con el espumoso vino.

—¿Pedirás algún deseo? —le pregunté. —Yo suelo tener una lista de deseos y propósitos para realizar el siguiente año.

—No suelo hacerlo, estas fechas yo soy de los que se ofrece para que mis compañeros puedan ir a celebrar con sus seres queridos.

—Entonces, piensa en algo, mentalízate y quién sabe, podría cumplirse.

—Quería algunas cosas, ahora solo espero tenerte en mi vida, lo demás perdió importancia. —me lleve la mano para tapar mi boca, eso era mucho, con la otra mano me aferre fuertemente a su brazo.

—No puedes solo decir eso, me pones mal.

Se escuchó la cuenta regresiva, todos gritaron al llegar a 1, varios estruendos se escucharon por los aparatos que aventaban papelitos, globos cayeron de la red que los sostenía en el techo.

Choque mi copa con la de Hermes y ambos bebimos, tome su copa y las deje en una mesa, extendí los brazos y nos abrazamos. Nos transportamos a nuestra propia realidad cuando él me beso, era algo tierno. Al separarse, me quedé viéndolo, para verlo guiñarme el ojo.

Estábamos en el comienzo de un nuevo año, me sentí aventurera, uno de esos deseos era poder estar con él, que no importará nada más que el ahora.

Se me ocurrió algo, —¿ya terminamos con la socialización? ¡Sígueme!

Lo saqué de aquel salón, nos dirigimos al mostrador del hotel en el lobby, pedí una habitación.

—Hoy no regresaremos a casa —con un movimiento de cabeza le indique que subiera al ascensor, al cerrarse las puertas él caminó haciéndome retroceder, quede pegada a una de las paredes.

—¿Segura que quieres esto? —asentí, algo insegura, porque el semblante de Hermes era el de un cazador, a punto de devorar a su presa, sus ojos me veían con lascivia. Cómo había cambiado radicalmente en tan solo unos minutos.

Pase saliva, él al notarlo se acercó a mi oído —Tienes tiempo, porque en cuanto se cierre la puerta de la habitación... no me voy a detener.

Él irradiaba calor al estar hablando tan cerca de mi oído, su respiración golpeaba la piel de mi cuello y hombro, temblé al sentir como su mano recorrió mi pierna expuesta.

—Sabes cuánto autocontrol necesité para no obligarte a quedarnos en casa y arrancarte este vestido.

Su voz se escuchaba agitada y grave, me erizaba la piel, mandando todos esos estímulos al sur de mi cuerpo, este hombre me estaba excitando con simples palabras.

Las puertas se abrieron y él no tardo en tomar mi mano, me llevo algo tambaleante, mis piernas eran gelatinas queriendo moverse, agarro la tarjeta de la habitación.

Mi estómago y mi pecho sentían una emoción apabullante, a pesar de yo haberlo iniciado, no creí que mi propio cuerpo me traicionara con esta anticipación y ansia que me invadió.


Comenzó en NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora