Volúmen III

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[ Acepte la ayuda de su amable, inteligente e increíblemente guapo nuevo amigo: Koro-Sensei ]

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—¿Yo?

—Ajá.

—Pff —rodó los ojos solo para volver a posarlos sobre los incriminatorios orbes marrones frente a él—. ¿Yo?

—Gakushū.

—¿Y tú por qué escuchas conversaciones privadas? —reclamó.

Sakakibara abrió la boca, luego la cerró y la volvió a abrir sin lograr que ninguna palabra saliera.

—Pues —dijo al fin— nadie te mandó a estar gritando sobre tus... —Gesticuló con las manos— No sé, experiencias con falta de espacio personal con Akabane a los cuatro vientos.

Casi se sintió enrojecer ante cómo sonaban las acusaciones de su mejor amigo.

—¡Yo no estaba... haciendo eso! —Empujó a Ren y este cayó sobre la cama.

—¿Ah, no? —Lo miró con una ceja alzada—. ¿Entonces qué hacías?

—Pues eso es algo que, claramente, no es de tu incumbencia.

—¡Ajá! —Lo apuntó con el dedo índice, como si acabara de describir algo importante—. Intentas ocultar cosas de mí, Gakushū, pero no te va a funcionar —cantó mientras sonreía con picardía—. Esperaré pacientemente por las respuestas.

—No seas mentiroso, tú y la paciencia no se conocen.

—Entonces tendré que poner manos a la obra —Se levantó de la cama y tomó sus cosas—. Ah, por cierto —Sacó un paquete de su mochila —. Dejaron esto en la puerta y decía tu nombre, así que te lo traje.

—Ahora también husmeas en mi correspondencia —Negó con la cabeza y recibió el paquete que, de hecho, era mucho más pesado de lo que parecía—. ¿A dónde vamos a parar?

—De nada —Se limitó a decir antes de salir de la habitación.

Esperó a escuchar el ruido de la puerta principal para poder dejar la caja rectangular sobre su escritorio.

De pronto, la curiosidad fue demasiada como para contenerse. Retiró la cinta que mantenía cerrado el empaque y sacó con cuidado lo que había adentro. Era un libro. Una enciclopedia gigante, mejor dicho.

Frunció el ceño con desconcierto. No recordaba que la escuela hubiera implementado ningún material didáctico nuevo y si así fuese, no creía que alguien se hubiera tomado la molestia de llevarle libros del instituto hasta su casa sabiendo que era hijo del director. Algo así se lo habría dado Gakuhoū, ¿no? Tal vez no hablaban mucho, pero vivían bajo el mismo techo, después de todo.

Luego de considerar unos segundos la posibilidad de que hubiera sido un error en el domicilio, decidió hojearlo un poco.

Abrió la cubierta amarilla y se encontró con la primera página totalmente en blanco; la segunda, solo contenía una dedicatoria simple:

Cómo comenzar a salir con un delincuente [Asakaru]¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora