Rodillas tiemblan, brazos se doblegan.
Respirar se volvía tormentoso.
—Que ojos más temibles, para vencer a Haku y ver de esa manera, sin duda deben serlo —rie.
«No puedo escapar, no soy demasiado rápida, no poseo mucho chakra»los oidos me zumbaban, la garganta ardía, los músculos duelen.
—¿Tienes miedo niña? Por qué tus ojos blancos no me dejan verlo claramente.
La tierra envuelve mis tobillos, el suelo se acerca a mi rostro. Los latidos de mi corazón incrementan, el oxígeno en el cuerpo no es suficiente.
—Acaso... —la espada rozaba ya sobre mi cuello. Lo percibía.
Milímetros y segundos.
Un recuerdo lejano resplandece, una figura, unos movimientos precisos, una última esperanza.
«¡No moriré, no aún!»chakra es esparcido por cada tenketsu del cuerpo al tiempo que giro sobre mi propio eje intentando imitar esa sombra del pasado.
El sonido de metal contra tierra va a mis oídos al chocar de la misma forma.
Pisadas—Un intento desesperado, nada mal.
Percibo su presencia adelante, acechando.
Un total fracaso.
«¡No moriré!»aprieto uñas y dientes determinada a darlo todo.
—Pero temo decirte que matarte no está dentro de mis planes.
Palabras que suenan mentira, en su lugar desprenden verdad.
Giro admirando al niño extendiendo su mano. La niebla se dispersa permitiendo verlo a más detalle, ver nuestro entorno.
—No temas —invita amablemente.
Debajo de esa capa de polvo con moretones, su sonrisa destacaba opacando cualquier suciedad.
El largo cabello, una piel linda, la viva inocencia.
«Esos ojos»aferro su mano para incorporarme.
Desactivo el doujutsu siguiendo al hombre que ha regresado con la Kubikiribōchō en mano.
Es inevitable observar la gran espada y no recordar todo lo que dijo ese viejo vendedor.
—Hermosa, ¿No es así?. Las espadas poseen muchas ventajas en la manos correctas —dirige el arma atrás de su espalda—. Lastima que Haku no le gusten —reclama.
Retiro la mano, sin entender la calidez persistente de alguien que ha usado hielo.
Aire fresco se filtra dando escalofríos. Admiro los picos de hielo derritiendose hasta ser charcos de agua.
«Tan solido»muevo la mano, nudillos raspados en recordatorio.
—Zabuza, te he dicho que no van con mi habilidad —replica naturalmente.
Una atmósfera tranquila se transmite, los ruidos del bosque vuelven.
El enfrentamiento parecer no haber sido, tan confuso.
—Etto... —llamo su atención—. ¿Que es lo que buscan de mi habilidad? —interrogo sin miramientos.
Gira divertido—Niña lista, iré directa al grano ya así que lo deseas.
Ojos inyectados de sangre miran, segundos de suspenso para elegir las palabras.
—Busco cambiar el curso de esta aldea.
Un silencio espectral, dónde del sonido de graznidos distantes hacen eco en mis oídos.
Más que ser una respuesta, sonaba a un enigma.