«Llueve»
Extiendo la palma permitiendo que gotas caigan sobre ella para empaparla.
«Es fría, helada y constante»siento el agua sobre mi piel aun deslizándose.
Una llovizna que podría calar los huesos a cualquiera si te quedabas debajo mucho tiempo.
Alzó la cabeza. Grandes edificios grises, cielo gris y nubes igualmente grises.
«Todo es gris»contemplo apoyando ambas manos incorporándome. «Siempre lloviendo»no recordaba el calor del sol ni su resplandor.
Colocó el sombrero de paja en mi cabeza, estiro los brazos e inclinó el cuerpo atrás rumbo al precipicio.
Era mi oportunidad, sin nadie más.
Inicio a caer, las gotas de agua me acompañan con el viento helado golpeando en el rostro creando una intensa ráfaga.Tras cada segundo, los latidos de mi corazón están tranquilos, en calma, en paz.
«No mas...»cierro los ojos girando el cuerpo y aferrar una de las manos con chakra a la pared.
Aterrizó mis pies en otro edificio y salto al siguiente para terminar descender tocando rápidamente el suelo repleto de charcos. Admiro lo que he acabado de hacer contrayendo mis puños y negando la cabeza con derrota.
«Aún no soy capaz...»es mi único pensamiento.
De pie prosigo a caminar en las calles, las personas igual a siempre andan ignorantes a lo sucedido en el callejón, llevan consigo paraguas para protegerse o máscaras para respirar.
«A pesar de que la Aldea de un aspecto lúgubre y triste, puedes ver a gente sonreir al menos una vez»
Apresuró los pasos sin desear llamar la atención de nadie en mi recorrido.
Era tan distinta a ellos desde la blanca piel, el color de mí cabello y los peculiares ojos en el rostro, nadie era como yo en cualquier aspecto y eso no podían saberlo, era la regla. Los forasteros o extraños siempre traían problemas por lo que no eran bien recibidos aún después de tener el permiso apropiado.Detengo el caminar ante un local iluminado al público, es pequeño, a la orilla de la calle y con la mujer sentada frente a él. El tejado impide que me siga empapando cuando entro.
—Okaa-san, ¿Como has estado?
Sonrie—Bien niña, ¿Y tú?
Asiento—Bien.
Examina las prendas que llevo, el rostro y directamente a los ojos que en ella parecen arrugarse a su alrededor.
—Niña te he dicho que no debes venir siempre a verme —toca mis mojadas prendas—. Deberias descansar, solo mira lo roja que está tu nariz y mejillas, los raspones de tu abrigo y rostro —toma la toalla del regazo para frotarla contra mí cara—. De verdad que eres inquieta como descuidada mientras juegas, te he dicho que es peligroso —reprende.
Era inevitable para ella actuar así conmigo.
Tomo mis manos entre las suyas, cálidas al contrario de las mias.
Niego—No diga eso Okaa-san, yo siempre vendre a verla cuando pueda, me gusta pasar el tiempo con usted.
Después de todo ella estaba siempre sola sin familia y yo...
—Decirle eso a una mujer como yo... Ven toma una silla y sientate.
—Si —aparto las manos y corro.
Tallo mi rostro lo suficiente. Pocas personas me colocan atención, no me reconocían ni yo a ellas. La rutina en eso era la misma mientras no me quitará el sombrero y las prendas.