Capítulo 43

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Luka había llegado a Ciudad comunal. Ya había estado antes en esa ciudad, cuando Drako lo llevaba a reuniones con gente de la élite social, pero nunca había ido él solo. Esta vez sería una experiencia única, porque tendría que pasar por las calles militarizadas sin la inmunidad a la que estaba acostumbrado.

Las restricciones para acceder a la ciudad eran exageradas, pero no le sorprendía.  Para nadie era un secreto que la dictadura pretendía mantener el control hasta de lo más mínimo, sobre todo si alguien trataba de introducir algo que pudiera despertar en su pueblo algún pensamiento revolucionario.

Prometieron beneficiar a los más desfavorecidos, logrando disfrazar un plan para manipularlos y tenerlos sometidos bajo su poder. Solo las mentes más racionales advirtieron lo que estaba ocurriéndole a la región, pero fueron rápidamente acallados por el aplastante talento para convencer de los políticos, y luego fue demasiado tarde para evitar lo que se desató después.

En ciudad comunal, al igual que en Buddart, el sector militar era prácticamente idolatrado. Sin embargo, no tenían la misma prosperidad económica, pues su nivel de corrupción había ascendido hasta las nubes, y era más sencillo encontrar políticos despilfarrando riquezas, que niños de la calle con calzado. Nada de lo que se prometía en ese entonces se cumplió, y los que más sufrieron las consecuencias fueron los inocentes.

Habían rumores de que traían personas de la alianza del este y los hacían trabajar en condiciones horribles, algunos siendo engañados con la idea de que su vida sería mejor y otros simplemente forzados por medio de la violencia. Eran rumores, pero todos sabían que se trataba de algo cierto.

Las otras dos ciudades miembros de su misma alianza no tenían el mismo sistema político, pero apoyaban cada decisión inhumana que se practicaba allí, así que, como bien le había dicho Níkolo Zariv unos meses atrás, ellos eran igual de culpables.

Luka odiaba conocer personas como esas cuando iba a las reuniones con su padre; personas que nada más se preocupaban en sí mismos y solo fingían querer hacer algo bueno por su pueblo. Lo peor era que nadie podía detenerlos, porque con todo el poder que acumulaban año tras año, era imposible hacer algo en su contra.

Estar en medio de tanta farsa le hacía sentir que en cualquier momento le salpicarían un poco de su inmundicia, si no es que ya lo habían hecho... A veces se preguntaba si ese sería su destino; ser igual a ellos. Se juraba a sí mismo que si la respuesta se acercaba a ser afirmativa, lucharía hasta la muerte por evitarlo.

Luka llegó hasta donde le indicaba la nota, siguiendo las calles al pie de la letra. No obstante, se sorprendió al conseguirse con una zona industrial abandonada, lo cual era bastante común de conseguir, pues muchas empresas habían abandonado la ciudad luego de que el gobierno pretendiera quitarles su autonomía, pero no era precisamente un lugar muy normal para planear una reunión.

Por un momento, sintió que haber ido hasta allí había sido una mala idea. Se sentía como si se tratase de una broma, porque por más que se esforzara por detectar a alguna persona en los alrededores, no veía a nadie.

—¿Buscas a alguien?

La voz de un niño se escuchó a su espalda y se sobresaltó. Luka se dio la vuelta para ver de quién se trataba. Era un niño de al menos unos doce años, tenía los ojos más celestes que había visto y un rostro angelical. Se preguntaba cómo era que no lo había escuchado acercarse a él.

—¿No hablas? —inquirió cuando Luka no le respondió.

—Sí, me dijeron que viniera a este lugar —respondió mostrándole la nota.

No estaba seguro de si podía confiar en el niño o si se trataría de alguna trampa. Pero a esas alturas de su vida, ya no le importaba nada demasiado.

ENTRE LA PAZ Y LA GUERRA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora