Capítulo 42

17 1 0
                                    

Eleonor y su padre habían escuchado que Jhon fue de gran ayuda para descubrir lo que Charles quería hacer en el polo sur. Querían agradecerle por ese gran apoyo, pero él no había ido a trabajar esa mañana, y según algunas personas, ya llevaba una semana sin presentarse en su puesto de trabajo. Por ello, Clive decidió que iría a visitarlo y su hija se unió a él.

Viajaron rápidamente a casa de Jhon y lo llamaron un par de veces. Era poco común que los sureños no dejaran abiertas sus cercas. De ese lado del mundo no había ningún peligro del cual resguardarse, solo las cerraban cuando no estaban dispuestos a recibir visitas o querían evitar que algún animal pasara por sus jardines durante la noche.  

Mientras seguían llamando a Jhon, una vecina salió de su casa y se acercó a ellos.

—Oh, señor. Jhon no ha salido de casa desde hace unos días, tampoco ha querido hablar con nadie— dijo la mujer con preocupación, llamando la atención del padre y su hija. 

—¿Y nadie sabe por qué está así? —preguntó Clive.

—Su esposa murió... —musitó triste.

Los dos estaban impresionados, era una noticia muy lamentable.

—¿Cuándo?

—Hace más de una semana... Cuando volvimos del funeral, no quiso salir más.

Clive y Eleonor intercambiaron miradas de preocupación. Después, agradecieron a la mujer por la información antes de que regresara a su casa. Sin duda, Jhon estaría muy abatido como para querer visitas. Por eso, Eleonor pensó que era hora de irse y dejarlo pasar su duelo, pero descubrió que su padre tenía planes diferentes.

Clive tomó impulso y saltó para pasar al otro lado. La cerca de Jhon no era tan alta, así que solo hacía falta poner un poco de esfuerzo para estar adentro de su jardín.

—¡Papá! ¿Qué haces? —susurró ella, sorprendida por verlo hacer aquello.

—Los amigos nunca se abandonan. ¡Ven, sígueme! —respondió ofreciéndole sus manos para ayudarla a pasar.

Eleonor se rió por la ocurrencia de su padre, pero terminó aceptando entrar al jardín con él. La cerca le llegaba casi hasta la cintura, por eso tuvo que dar un pequeño salto para poder impulsarse y llegar al otro lado. Tomó las manos de su padre para mantener el equilibrio al caer y  siguieron caminando.

Descartaron tocar la puerta, porque  probablemente él no querría abrirles. En su lugar, buscaron una ventana, y hallaron una en la que se podría escuchar su toque. Tocaron varias veces hasta que al fin les respondió.

—¡No estoy recibiendo visitas! —exclamó sin abrir la ventana.

—¿Ni siquiera de un amigo? —preguntó Clive junto al vidrio.

Al parecer Jhon lo había reconocido, porque inmediatamente abrió la ventana.

—¡Santo cielo! ¡Volvieron! —dijo asombrado— Lamento haberlos ignorado, no es buen momento.

Se veía muy demacrado, como si no hubiese dormido ni comido bien en varios días. Su barba había crecido mucho más y tenía los ojos hinchados, probablemente después de tanto llorar.

—Nos contaron lo que sucedió...

Jhon pensó por un momento.

—Vayan al frente, les abriré para que podamos hablar de forma decente —pidió y  se dirigió hacia el interior de su casa. 

Clive y Eleonor caminaron hacia el frente de la casa y Jhon les abrió en cuestión de segundos. Se adentraron en el lugar, oliendo un extraño aroma que no sabían cómo identificar, solo sabían que era algo desagradable. Todo estaba desordenado, había un adorno roto en el suelo y muchas cosas regadas en distintos rincones.

ENTRE LA PAZ Y LA GUERRA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora