Capítulo 7.

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Después de varias semanas, el plan de rehabilitación para los reclusos del polo norte se había puesto en marcha, resultando ser exitoso. La paz había vuelto al polo sur y todo funcionaba como debía ser. Pero, aunque el sueño de todo sureño era vivir una vida en armonía y tranquilidad, seguían estando rodeados de problemas externos que pronto volverían.

—Bauttpur no puede acceder a esa petición —dijo la madre de Eleonor.

La joven acababa de llegar a casa luego de haber salido a visitar a una de sus amigas más queridas, y al adentrarse en la sala fue muy fácil oír la conversación de sus padres.

El palacio central era el lugar de reunión de las juntas del consejo, así como el lugar de trabajo de los funcionarios del gobierno y el sitio en el que las decisiones más importantes eran tomadas. Pero este no era el hogar de Eleonor y su familia. Ellos tenían su propia casa, una modesta morada al igual que todos los sureños.

Estaban sentados cada uno en un sillón, tal y como acostumbraban a hacerlo al hablar de un tema en particular. En la mesita que estaba en medio reposaban unos vasos con jugo; probablemente llevaban un largo rato platicando.

—Es algo que le compete decidir a Gregorio con su grupo de consejeros... —respondió su padre, tranquilamente.

—¡Es inaudito! Aceptar propaganda norteña en nuestras ciudades, sería permitir que sus ideologías terminen entrando en las mentes de nuestro pueblo.

Ambos pueblos estaban incomunicados por completo, no había propaganda, ni publicidad y mucho menos mensajería que relacionara un polo con el otro. Era como si cada lado estuviese en su propio mundo.

—Tranquila, Diana. No es un hecho inminente —la calmó Clive y bebió un poco del jugo—. Dudo que Gregorio acepte la propuesta.

Clive se percató de la presencia de Eleonor y le sonrió.

—No confío en la firmeza de Gregorio tanto como tú... —comentó cruzándose de brazos. Su vaso de jugo estaba intacto—. Primero será Bauttpur, luego todo el polo sur aceptará sus aberrantes ideas... No sería la primera vez que cometemos ese error, solo por un beneficio económico. Así fue como perdimos la ciudad de Cátilo.

Cátilo fue una de las ciudades del polo sur. En el principio, el polo sur era únicamente una gran región llamada Crisarm. El sistema original consistía en una sociedad que pretendía mantenerse unida, pues la idea de paz consistía también en la hermandad. Sin embargo, luego de unos años de estabilidad algunos miembros del liderazgo aceptaron, sin el consentimiento de sus homólogos, la entrada de propaganda y prácticas norteña a la región. Se desataron así innumerables conflictos internos que terminaron por disolver la estructura que los mantenía firmes; Fueron tiempos difíciles para el polo sur.

Este conflicto, lleno de protestas y discrepancias, fue lo que provocó la formación de las ciudades que Eleonor conocía, cada uno con sus respectivos líderes y diferentes formas de pensar. Las ciudades cerraron sus puertas a las ideologías del polo norte, con excepción de Cátilo, la cual fue olvidada por sus hermanos vecinos tras la firma de diversos contratos donde se cedía la ciudad al polo norte a cambio de riquezas y poder, pasando a formar parte de la llamada alianza del sur, que tristemente fue devastada luego de la quincuagésima guerra del norte.

—Esa vez nadie pensó en las consecuencias —le recordó, viendo a su hija acercarse a ellos—. Son otros tiempos y otros gobernantes.

—Tampoco son los mismos enemigos... Te recuerdo que en el polo Norte también hay nuevos líderes muy persuasivos.

—El error es asumirlos como nuestros enemigos. Ellos nunca nos han obligado a cambiar la manera de hacer nuestras cosas.

—No es como si no quisieran poder sacar provecho de este lado del mundo también.  Lo único que los detiene es el tratado de la tercera guerra mundial.

Eleonor tomó asiento junto a su madre. Quizá en otra familia ambos habrían guardado silencio con su presencia, pero en esa casa los debates sobre diversos temas eran casi un pasatiempo. Podrías unirte a cualquiera y solo escuchar, o dar una opinión al respecto; tal vez se debía al hecho de tener tan presente la política en sus vidas.

—Y no los culpo... Su sistema de creencias no los frena de hacer lo incorrecto. A diferencia de nosotros, ellos no tienen una base real para lo que hacen. Son como ciegos que se guían de sus instintos más bajos para sobrevivir.

—Para mí siguen representando una amenaza a nuestras buenas costumbres.

Diana era una mujer con principios y valores muy fuertes. Solo habían dos cosas que la podían afectar: que atacaran a sus creencias o a su familia. Tal vez haber vivido en el polo norte la ayudaba a comparar entre ambos lados, con base en sus propias experiencias.

—Yo sinceramente no me preocupo por ellos... Las leyes terrenales los frenarán y solo podrán actuar si se los permitimos. Nuestra lucha no es contra los norteños, sino contra los grupos rebeldes que se levantan en contra nuestra.

Jacob llegó a la sala y se les unió, pero antes tomó una rebanada de pan destinada para la cena. A sus catorce años, su hermano menor era un chico irreverente y divertido. Desde niños, Eleonor siempre había tratado de ser el mejor ejemplo para él, cuidarlo y ser su amiga. Sin embargo, en los últimos años, él ya no buscaba estar a su lado, y por momentos se sintió un poco mal, pero luego entendió que era necesario que tuviera otros amigos para que creciera.

—¿Grupos rebeldes? —preguntó Jacob con restos de pan en su boca.

—Son grupos insurgentes que no están de ningún lado del mundo y traman revueltas para provocar disturbios en ambos polos. Existen rumores de que se esconden en la reversa forestal del polo norte.

—Pensaba que las revueltas ocurrían por personas que burlaban el sistema de rehabilitación.

—No todo el tiempo, hijo... La mayoría de las veces se le atribuye la culpa a ellos, pero no es la única causa.

—¿Si saben que están en la reserva, por qué no hacen nada en contra de ellos? —cuestionó Eleonor.

—Porque seguramente obtienen un beneficio de eso —esta vez respondió Diana—. Los grupos insurgentes, son excelentes medios para atacar a sus enemigos sin dar la cara por las consecuencias.

—Eso es jugar sucio —comentó Jacob, sentándose sobre el apoyabrazos del sillón de su padre—, sería más fácil acabar con ellos.

—A veces el poder ciega a nuestros vecinos del polo norte... Prefieren pactar con el enemigo para obtener un beneficio personal —comentó Clive.

Luego sonó el característico ruido del horno, y la madre fue a verificar que todo estuviese listo.

Todos se sentaron para comer la cena que los padres habían preparado en conjunto esa noche. Dieron gracias y empezaron a comer. Como era de costumbre, cada uno compartió lo que habían hecho ese día, hicieron chistes y rieron juntos.

Luego de haber saciado su hambre, se retiraron a sus respectivas habitaciones. La ventaja de tener una casa de techo alto, era que se mantenía la frescura del ambiente y el viento circulaba con fluidez.

Eleonor leyó un libro de misterio que tenía tiempo queriendo terminar y se sintió contenta luego de haber acertado con el impresionante final. Antes de la media noche, su madre pasó por su habitación y le recordó lo tarde que era, al día siguiente tendría muchas cosas que hacer.

—Que descanses, cariño —dijo antes de cerrar la puerta.

La chica se recostó en su cama y cerró los ojos, tardando en dormirse más de lo normal. Sentía una sensación extraña dentro de sí que le decía que algo iba a pasar, pero decidió ignorarlo y dejarse llevar por el mundo de los sueños.

A altas horas de la noche, un ruido despertó a Eleonor. La chica apoyó los brazos sobre la cama para incorporarse, pero la habitación estaba tan oscura, que no pudo adaptar sus ojos lo suficientemente rápido como para ver el rostro de quien se acercaba a ella para volver a dormirla. Fue tan rápido que ni siquiera su voz pudo salir para decir alguna palabra.

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¡Qué Dios te bendiga hoy, mañana y siempre!♥️🥰

ENTRE LA PAZ Y LA GUERRA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora