Capítulo 18.

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Una voz se escuchaba a lo lejos. Era su voz, la voz de su madre. Cantaba una melodía conocida, la suave canción de cuna que le susurraba en las noche antes de dormir. Pero, ¿Dé dónde provenía? ¿Dónde estaba? El lugar era una casa vacía. Afuera llovía a cántaros, mezclándose el retumbar de los truenos con la voz de la mujer. Estaba todo oscuro, la luz de los relámpagos eran lo único que le permitía caminar por los pasillos sin caerse.

Se sentía asustado, ¿Por qué estaba asustado? Había una angustia en su pecho que no lo dejaba respirar en paz, pero esto no impedía que siguiera avanzando; pronto la iba a encontrar, se lo indicaba la voz que cada vez era más fuerte.

Los recuerdos revivían uno por uno al son de la canción, esos que eran los únicos que merecían la pena recordar, esos en donde ella todavía estaba. Cuando llegó a la habitación de la que provenía el sonido, se dio cuenta de que la puerta estaba cerrada. Lucía deteriorada y tenía telarañas cubriendo la perilla. Las quitó rápidamente, pero cuando estuvo a punto de abrirla su mano se detuvo.

¿En realidad estaba listo para verla otra vez? ¿Estaba preparado para recordar el pasado?

La respuesta era sí.

Abrió la puerta y la encontró. La mujer de cabellos negros y ojos grandes, con la piel tostada como la típica sureña, y la sonrisa más hermosa que jamás volvió a ver.

—Mamá... —murmuró adentrándose en la habitación.

El cuarto estaba muy descuidado, lleno de telarañas en todas partes. Parecía que llevaran años sin prestarle atención al lugar.

—¡Luka, volviste! —exclamó sonriente.

Él no sabía qué decir, estaba paralizado. Era ella, de verdad era ella.

—¿Qué haces aquí? —preguntó dando otro par de pasos para quedar frente a Louisa.

—Vivo aquí, hasta que me dejen ir...

Sintió gran indignación, alguien la estaba obligando a quedarse ahí.

—¿Quién? —preguntó molesto con el culpable, quien quiera que fuese.

—Tú —susurró mientras lo miraba a los ojos.

Luka, algo sorprendido, se quedó unos segundos en silencio.

—¿Qué? ¿De qué hablas?

Estaba muy confundido y quería entender a qué se refería, pero antes de recibir una respuesta, la mujer se fue desvaneciendo. Poco a poco se desaparecía como si su cuerpo estuviera hecho de humo.

—¡Mamá, Nooo! —exclamó tratando de agarrarla para que no se fuera— ¡Mamáaaa! —soltó otro grito desgarrador y abrió sus ojos.

Había sido un sueño...

Tenía las mejillas llenas de lágrimas y el pecho agitado. Su corazón latía apresuradamente y estaba más alerta que nunca, parecía que acabaran de inyectarle adrenalina en el cuerpo.

La husky se puso en estado de alerta, acercándose a él lo más rápido posible. Luka la acarició y murmuró un par de palabras para que estuviera tranquila y volviera a su puesto junto a la cama. Ella siempre se alteraba al verlo así, sobre todo después de lidiar con él y sus ataques de ansiedad en la niñez.

Giró su cabeza para observar el despertador que estaba sobre la mesa de noche. Tan solo eran las tres de la mañana, pero en ese estado no podría volver a dormir.

Antes había tenido sueños con su madre, pero ninguno como ese. Se sintió tan real... como si algo se conectara con lo más profundo de su ser. Aún así, no entendía el motivo de su sueño, él ya no la quería, ella lo abandonó... Como fuera, era mejor olvidarlo. No iba a volver a la cama hasta que pudiera estar tranquilo otra vez.

ENTRE LA PAZ Y LA GUERRA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora