[1]

1.8K 107 244
                                    

Un triste día más de mi vida, como siempre me despertaba a las 5 de la mañana, cuando el sol apenas está haciendo su aparición y solo los ancianos estaban despiertos.

Me levanté y corrí hacia la casa de mi amado. El camino era largo y él se levantaría en una hora, no podía perderme aquel espectáculo.

Después de una larga caminata, finalmente llegué a mi destino. Me acerqué a esa abandonada casa, agradecía que la choza de los McCormicks careciera de cortinas útiles, porque tenía una vista perfecta al cuarto de mi rubio. Me coloqué en mi lugar de siempre y saqué mis binoculares.

Allí se encontraba ese precioso rubio durmiendo plácidamente. Aunque no por mucho, porque la alarma de aquel viejo celular comenzó a sonar.

Adoraba que durmieras semidesnudo, porque podía ver como tu espalda se marcaba al estirarte ¿Cómo era posible que seas tan bonito? Con tus desordenadas hebras doradas que te hacen lucir tan sexy.

Parece que hoy había sacado premio, amaneciste con una erección, que delicioso. Una de mis manos se dirigió al interior de mi pantalón y cambié mis binoculares por la cámara, iba a disfrutar esto cada maldito segundo.

Amaba como sonreía al ver su erección, él regresó a su sucio colchón, comenzando a masturbarse tranquilamente mientras miraba uno de aquellos obscenos posters.

Sincronicé mis movimientos con los suyos, me encargué de retratar cada mínima expresión que se presentará en el rostro del ángel. Mordía sus labios y reprimía sus suspiros para no despertar a toda su casa.

Como deseaba que mi mano sea la suya, brindándome tantas caricias, tanto cariño. Dios como amaba a este rubio, lo quería tanto para mí, parecía imposible lo mucho que me excitaba. Nuestra eyaculación fue al mismo tiempo, como siempre tan conectados.

Ni siquiera se preocupó en limpiar lo que ensució, como desearía ser el primero en tocar tu mano. 

Una vez vestido, comenzó a preparar un pequeño desayuno para Karen. Sabía que él se sentía observado, lo deducía por la cantidad de veces que se volteaba a revisar si tenía alguien detrás.

Parece que no había mucha comida en la residencia de los McCormick, porque la castaña solo tenía un mísero huevo duro para comer. Mientras que el hermoso ángel debía saltarse aquella comida.

Por suerte la más pequeña no pareció notar la ausencia de tu comida, probablemente le habrás mentido, excusándose de que ya habías desayunado más temprano. Luego de una breve charla, el par de hermanos salió de su casa tranquilamente.

Ahí entraba yo, al llegar a la parte linda del pueblo, yo me colocaba detrás de los McCormick. Fingiendo que vivía por ahí cerca y solo hacía mi típico camino a la escuela en la que casualmente Kenneth estaba en él.

Mis ojos no se despegaban de Kenny, su padre ayer lo había golpeado, lo que significa que hoy tendrá puesta la parka hasta arriba todo el día. Eso en parte me molestaba porque no podría ver su hermosa piel, pero de seguro lo llenarían de preguntas, creo que ninguno de los dos necesita eso.

Lastimosamente nos tenemos que separar ya que tú debes dejar a tu hermana. Karen me cae bien, no me parece una amenaza. Aunque a veces debo admitir que me pone celoso ver toda la atención que le das, mientras que a mí no me das ni un "hola".

Llegué a esa horrible parada, donde mis supuestos "amigos" me esperaban. Dejé salir un bufido de fastidio al ver como Clyde ya me estaba sonriendo.

-¡Buenos días Craig! ¿Cómo te fue el fin de semana?

-Normal, hice lo mismo de siempre.

-¿Entonces por qué rechazaste salir con nosotros?- La voz de Tolkien sonaba molesta.

estocolmo - crennyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora