Los sonidos de los sables de luz chocando unos con otros, sumado a los gritos tanto de enemigos como de aliados cayendo en medio de la batalla en el último templo que los Oscuros querían atacar pues allí se guardaban los secretos de la orden de la fuerza y uno de los botines que más les importaban a estos, un pequeño recién nacido portador de la fuerza, hijo del traidor que ellos mismos crearon, el Oscuros Dein Mosak.
El ultimo frente.
—deben irse ¡ahora! —Dein apenas pudo advertirles mientras muchos guardias irrumpían el salón principal con sables de luz rojos y armas laser al mando del Lord General Oscuros que había lo había creado.
—Dein... Mosssak... ¡TRAIDOR! —gruño de ira el general mientras sacaba el sable de luz rojo rubí dispuesto a pelear.
—Maestro...—agito el sable de luz color blanco colocándose en posición de batalla mientras su antiguo maestro caminaba rápidamente hacia él comenzando a chocar sus sables, bloqueando los golpes de cada uno, dejando que los guardias y otros maestros siguieran el camino hacia el salón, pero al llegar a este todo estaba en silencio y sin luz.
—puedo sentirla... ella está aquí—murmuro uno de los Oscuros y a los pocos segundos se encendieron dos sables de luz color blanco y todas las alertas comenzaron a disparar en medio de las sombras que se formaba de la túnica blanca con beige mientras los sables, esquivaban los ataques y los regresaban a algunos guardias y cuando todos estos comenzaron a levitar y a crujir en sus armaduras mientras sus huesos se rompían cayendo al suelo inertes, les tocó el turno a los maestros Oscuros.
—mestiza... pronto nos llevaremos a ese pequeño monstro tuyo—hablo uno de los maestros mientras rodeaban el salón encendiendo sus sables de color rojo y comenzaron a atacar siendo respondidos sin piedad empujándolos lejos con una honda de energía dejando caer su túnica blanca rebelando a una hermosa mujer mitad humana con pequeñas marcas que brillaban como enredaderas sobre su piel.
Las marcas que la marcaban con sangre de Troyk.
—jamás lo tendrán...—se movió ágilmente hacia los maestros cortándole a algunos las extremidades o atravesándolos con el sable de luz tan rápido que sentir la luz del hombre que amaba desvanecerse la hizo jadear en estado de shock, Dein había muerto.
Dejando el salón completamente en silencio solo iluminando el suelo con los sables rojos, apago los sables con ira creciendo en sus venas y lágrimas calientes rodando por sus mejillas.
—Maestro Gyon... Derrik...—dijo con desdén un hombre allí de pie en la cabina de la nave.
—lo lamento, pero... esto es lo correcto —murmuro el maestro mientras se mantenía alerta con el pequeño bulto en sus brazos.
El hombre camino hasta quedar frente al maestro y le toco el hombro bajando la mirada hacia donde estaba el pequeño bebé durmiente, envuelto en túnicas oscuras.
—Cuida bien de él entonces, Maestro Derrik, es la esperanza de nuestro mundo —Ambos hombres se miraron y solo el maestro se quedó en la cabina con él bebe depositándolo en la capsula.
—debemos irnos...—sintió el estremecimiento en la fuerza cuando el antiguo Oscuros Dein Mosak dejaba este mundo cerro los ojos lamentando la muerte del hombre, pero a lo lejos una honda de energía hundía la tierra, tragándose todo a su paso, poco a poco escucho la voz de su aprendiz dentro de él, Uxía no regresaría.
—No debemos esperar a nadie más —hablo con dolor mientras intenta tomar asiento sin querer derramar lágrimas por lo que era su pequeña aprendiz debía estar sufriendo, pero confiaba en él, no podía fallarle.
Distintas naves en todo el planeta comenzaban a abandonarlo rápidamente mientras la tierra seguía cediendo y solo quedaban en ruinas, eso fue lo último que vio al salir de la atmosfera del planeta con rumbo desconocido.
Varios años más tarde
—no, no pequeña, debes concentrarte—hablo con tono dulce Derrik a una pequeña niña con los rasgos idénticos de los de su madre; cabello castaño con pequeños risos, ojos marrones, cara redonda con mejillas rosadas y esas peculiares enredaderas extendiéndose por sus brazos, el maestro intentaba ocultar estas con vendajes para poder pasar desapercibidos por los lugareños, ya que estas solían brillar cuando invocaba a la fuerza.
En los últimos años solo se escuchaban rumores de los pocos sobrevivientes de aquella devastadora guerra y una señal oculta que solo le indicaba que debía seguir oculto, los pocos sobrevivientes maestros se esparcieron por la galaxia y solo Gyon Derrik siguió más allá de su galaxia, con el miedo de que en algún momento llegara alguien de la orden o algún Lord Oscuros buscando la sangre de esta pequeña.
Los que sobrevivieron erradicaron los textos que quedaban y ya solo quedaban en sus mentes y con este propósito proteger lo único que no debían tener los Oscuros, el conocimiento de la vida eterna.
Los Troyk, seres eternos que poco a poco se extinguieron con el paso de los años y los mestizos que aun manejaban la fuerza dejaron de intentar volver a conectarse a ella.
Todo por lo que había luchado ya estaba quedado en el pasado y ahora solo quedaba la esperanza en la sangre de una pequeña inocente
—no puedo... maestro—la tierna voz de la niña conmovía el corazón del maestro Gyon Derrik el cual solo se colocaba agachado frente a la pequeña y desordenando un poco sus cabellos, intentando calmar la ansiedad de esta.
—joven padawan, solo debes respirar, como te enseñe—ambos, maestro y aprendiz cerraron los ojos solo para concentrarse en la única cosa, unirse a la fuerza, sentirla y cuando logro sentir la fuerza de la pequeña brotando por cada poro de su cuerpo esta logro levantar no solo la gran roca que su maestro le indico levantar, sino que también pequeños árboles caídos deteniendo incluso al viento que cuando Gyon abrió los ojos no podía dejar de mirar como no solo cerca de ellos la fuerza fluía, sino también en todo el planeta.
—¿Lo hice bien? —pregunto emocionada la pequeña mientras tenía la mano extendida hacia la roca y Gyon no dejaba de mirar a su alrededor, esto lo estaba comenzado a sobrepasar, la niña no solo era igual de poderosa que sus padres, si se llegaba a volver al lado oscuro no habría nadie quien la parara.
—lo...lo has hecho bien pequeña Deanna —murmuro el maestro dando pequeñas palmadas en la cabeza de la niña haciendo que esta bajara lentamente la roca al igual que el resto de cosas.
—¿sucede algo maestro? —pregunto con un pequeño puchero en los labios la niña haciendo que Gyon negar lentamente para luego extender su mano hacia la pequeña.
—creo... creo que debemos cambiar tu entrenamiento —dijo el maestro comenzando a caminar con la pequeña tomados de la mano.
—ah ¿sí? ¿Por qué? —la inocencia desbordada de la pequeña le llenaba de preocupación a Gyon Derrik, Deanna necesitaba más cosas de las que él podía darle.
—porque... eres... excepcional —le sonrió con cariño mientras emprendían su camino de regreso a la cabaña que ahora es su hogar en aquel planeta desierto lleno solo de la naturaleza, de la fuerza. Aún faltaban años para que madurara y si podía hacer eso con una pequeña roca, no quería imaginar lo que hiciera con el suficiente entrenamiento, tenía un nivel tan elevado como sus maestros anteriores y eso solo se lograba con seres puros a que los mestizos como él o mutaciones como Uxía necesitarían años de entrenamiento para alcanzarlos y ahora estaba esta niña que sobrepasaba su entendimiento sobre la fuerza
¿Qué más podía contener esa niña en su interior?
¿Qué le depararía su futuro?
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Amor atrapado en carbonita (editando)
Fiksi PenggemarDeanna nació en una galaxia muy muy lejana, sin saber porque debe esconderse junto a su maestro, mantienen un bajo perfil hasta encontrar un lugar al cual pertenecer junto a su maestro, junto a la fuerza, junto a la luz, junto a la oscuridad.