*Este capítulo se desarrolla 18 años después del nacimiento del segundo hijo de Alicent Hightower*
Helaena, caminaba detrás de su madre y a un lado de su dama de compañía que cargaba a su hijo Jaehaerys. Ella había insistido que ella podía cargar a su propio hijo, pero su madre había insistido en qué la dama los acompañara.
La caminata por el septo era algo que hacía regularmente con su hija, su única hija. Nada más para que la gente las mirara siendo devotos. Ese día estaba preocupada particularmente, pues si bien siempre hacia esa pequeña caminata con su hija, ese día era diferente, un maestre preocupado le había propuesto hablar ahí, pues estaba nervioso.Alicent sabía que en la fortaleza roja había al menos 10 maestres, y que cuatro de ellos trabajan con Viserys exclusivamente, pero su preocupación no terminaba ahí, tendría que evadir a su hija y a su dama para poder conversar con el maestre.
Mientras Helaena contempló a su hijo en los brazos de la dama, su hijo era bastante hermoso o eso se decía ella, a veces se preguntaba si su hijo era hermoso solo para ella, o la demás gente lo veía y pensaba lo mismo. Verán Jaehaerys de apenas dos años de edad, tenía seis dedos en cada mano y tenía uno de menos en cada pie, la oreja bastante rara, en laguna parte de su espalda tenía arrugas como las de un anciano. Era rubio y de ojos violetas como casi todos los Targaryen, con un rostro bastante adorable. Pero aún así Helaena se preguntaba si la gente al mirarlo pensaría que era un niño lindo. Había leído de un maestre que le había deslizado el libro por la puerta, porque claro su madre no le permitía esa clase de lecturas. Ahí había leído, que en ocasiones los niños nacían así cuando, los padre eran familiares cercanos, se pregunto al leerlo que si el alto septo por eso había calificado como pecado, el matrimonio entre familiares. Si sería por eso que sus hijos tenían dedos de más o de menos. Porque su madre siendo una fiel devota de la luz de los siete, había optado porque la mejor opción para casarla era su hermano Aegon. Llegando a esa última pregunta se sentía terriblemente mal, pues eso no resolvía su problema, y si bien la elección de esposo de su madre no era la raíz de estos conflictos.
A veces miraba a los Targaryen a su alrededor, y se preguntaba si esa era la respuesta, para que exista un dragón correctos la fórmula debe ser solo la mitad de un Targaryen. Cómo bien lo eran los hijos de su hermana mayor Rhaenyra, mitad Velaryon, o Strong cómo Aemond decía, pero ella prefería no pensar mal de nadie. O como lo era el hijo de su tío Daemon mitad Stark, y al menos Rhaegar tenía el pelo plateado y los ojos violetas, cómo sus hijos. Pero con el número justo se dedos y las orejas en toda la normalidad.
Helaena pensaba en muchas cosas, frecuentemente en la condición de sus hijos, y se sentía abrumada por pensarlo, supo que estaba muy preocupada y necesitaba a Aemond para consolarla pero ahora no podía ser, tendría que esperar con el sabor amargo de boca un rato más.
Mientras Alicent se había alejado finalmente de su hija y su dama, para acompañar al maestre que estaba a escasos metros de ellas.
Lo miro y lo fulminó al verlo. Ese maestre precisamente era uno de los que trabajaban con Viserys a diario.
—¿Qué era tan urgente? — gruño Alicent.
—Decirle mi lady, que me marcho a Oldtown en la mañana de mañana. No puedo continuar con la tarea que ah encomendado — dijo rápidamente, el sabía que Alicent no reacionaria bien.
—Por la luz de los siete maestro Lace — dijo Alicent llevándose la mano a la cabeza — ¿Por qué quiere retirarse? ¿No le es suficiente todo el oro que mi familia le ah dado?
—Mi reina, estoy muy agradecido con sus generosos regalos. Pero me temo que el rey Viserys es buena persona y es un rey piadoso y es por ello que no puedo continuar — dijo el maestre Lace, ingenuamente — tengo entendido que usted ah comprado a los demás maestres para hacer el trabajo, no me necesita.
Alicent irradio rabia.
—Como lo veo usted tiene dos opciones maestre, continuar con los que se le pidió o que yo le envié a su familia una carta que avisaría la muerte trágica y prematura del maestre — dijo Alicent sin rodeos, el maestro hizo una mueca de terror y se echó para atrás — mejor continúe callado y haciéndolo que se le pido.
El maestre trago saliva y solo le quedó decir:
—Si, mi reina.
Entonces Alicent cambio de cara, y giro hacía su hija, para continuar con su caminata.
Más tarde Helaena muy cerca del anochecer, se sentó en un taburete cerca de la ventana, pidió a su dama que me dejara sola y llamara a Aemond.
Su hermano Aemond, entro en su habitación unos siete minutos después. Empapado en sudor y el cabello enmarañado. Pues pasaba una buena parte del día entrenando, está vez tenía los nudillos hinchados y sangrantes.
—¿Qué pasó? — pregunto Helaena cuando lo vio.
—Rhaegar — murmuró Aemond, quien estaba furioso pero le reconfortaba ver a Helaena.
—Que más se podría esperar del hijo de uno de los más grandes guerreros de Westeros — dijo Helaena, Aemond intento encontrar el sarcasmo en la voz de ella, pero no lo había. Entonces supo que algo le molestaba.
—¿Qué tienes Helaena? — dijo Aemond.
Helaena vio el rostro de su hermano, y a él inclinarse a sus pies al preguntarle que tenía.
—¿Crees que los niños sean deformes? — dijo Helaena.
—¿Nuestros hijos? — pregunto, y ella acepto con la cabeza — no mi lady, son niños bellos.
—Pero los dedos de más — comenzó — veo a los demás Targaryen y ninguno tiene esos defectos.
Aemond acaricio la pierna de su hermana, cómo un gesto cariñoso.
—Mi lady, nuestros hijos son dos veces Targaryen, son mejores que los bastardos hijos de Rhaenyra o Daemon, ellos solo tienen la mitad— dijo Aemond — tienen sangre de los dos dragones verdes, hijos de el gran rey Viserys el Pacífico.
Aemond lo dijo con un tono hilarante por ello su hermana lo miro y sonrió. Helaena no pensaba mal de nadie, sin emabego Aemond no dejaba de repetir que los hijos de su tío y su hermana mayor eran bastardos. Ella se preguntaba si notaba que su hijo Jaehaerys también era un bastardo.
—Quizá tengas razón — dijo Helaena, quien a pesar de notar las inconsciencias de su hermano, él siempre le reconfortaba.
—Además mi lady siempre podemos hacer otro niño, quizá sea cosa de prueba y error — dijo Aemond, en un total sonido de burla.
Helaena soltó una risotada.
—Quedate a dormir conmigo esta noche — pidió Helaena.
Aemond sonrió y acto seguido se desprendió de sus botas, y se quitó su parche para enseñar un zafiro azul dentro de la cuenta vacía de su ojo. Se lanzó en la cama.
—Estoy para servirle mi lady — dijo Aemond.
—Aemond, ¿Te molesta si no tenemos sexo esta noche? — dijo Helaena.
Aemond la miro suavemente.
—¿Qué quieres hacer? — pregunto.
—Quiero mimos — dijo ella.
Aemond abrió sus brazos, y Helaena corrió hastal ellos. Ambos se tiraron en la cama.
—Y eso tendrá mi lady — dijo.
Helaena se desnudo y se recostó con su hermano quien le hizo caricias un buen rato hasta que se durmieron.
Durante la noche el maestre Lace, escribió una carta dirigida al príncipe Daemon, dónde le advertía que la reina Alicent estaba envenenado a su majestad el rey Viserys desde hace varios años. Pidiéndole disculpas también por haber participado en un principio, se acusaba de ambicioso. Le rogaba que por favor interviniera, que tuviera cuidado a su vez con Larys Strong quien tenía relaciones adulteras con la reina, y el mismo conseguía el veneno que le ponían en la boca todos los maestres al rey a cambio de oro. Después de todo los maestres eran de Oldtown y solían tener una relación estrecha con los Hightower.
Termino de escribir la carta, la cerro y la puso en un libro sobre los reyes Targaryen, entre sus hojas. Cerró el libro y lo acomodo en el estante de la biblioteca, pensando que en la mañana, iría por el libro y caminaría tranquilamente con el libro entre las manos, y solo en los aposentos del príncipe Daemon lo abriría y le entregaría la carta, y le pediría me permitiese volver a Oldtown.
Cuando hubo devuelto el libro al estante volvió por el vestíbulo hacía su habitación, a paso corto pues las cadenas eran una carga. Escucho un sonido y pregunto.
—¿Quién anda por ahí? — pregunto el maestre Lace.
No recibió respuesta, pero después ese sonido se formuló en un pazo, volvió a girar. Para preguntar quién estaba ahí, nuevamente sin respuesta.
Hasta que al doblar el pasillo, Lord Larys Strong se paró frente a el, acompañado por dos callados hombres.
—Ah, Lord Larys — dijo — me ah pegado tremendo susto.
—¿Por qué abría de estar asustado? — pregunto Larys.
El maestre supo que algo andaba verdaderamente mal, pensó en la carta y en el libro donde la había dejado. Supuso que moriría esa noche y se pregunto si alguien encontraría la carta, supuso que si y espero severamente que la encontraran las manos adecuadas.
El maestre fue arrastrado a un pasadizo detrás de la fortaleza roja, los hombres silenciosos, le cortaron el cuello de lado a lado, pero no antes de pegarle tremenda golpiza y cortarle varios dedos, el maestre se llevó a la tumba el secreto de la carta, y pidió en su mente porque Daemon la encontrará.
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El principe canalla /Daemon Targaryen
FanfictionLa primera vez que ví a alguien coger fue al principe canalla Daemon Targaryen, a través de una rendija en un muro en la fortaleza roja, lo hacía con una prostituta no recuerdo su rostro solo su inmensamente largo cabello negro. Él la envestia con...